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EN EL BARRIO DE INDIGENTES MÁS GRANDE DE EEUU

Urbanitas contra 'homeless': la batalla por el corazón histórico de Los Ángeles

La tensión aumenta en Skid Row, el barrio de indigentes más grande de EEUU. Sus 13.000 habitantes sufren una creciente presión para abandonar la zona, objeto de sucesivos planes de rehabilitación e inversiones millonarias

Un 'altar' improvisado en memoria de un indigente muerto a manos de la Policía en Los Ángeles. (Reuters)

La tensión aumenta en las calles de Skid Row, el barrio de indigentes más grande de EEUU. Sus 13.000 habitantes sufren desde hace años una creciente presión para abandonar la zona, cuyos alrededores son objeto de sucesivos planes de rehabilitación e inversiones millonarias.

Es una tarde tranquila en Skid Row. Steve Díaz, activista de LA CAN (Red de Acción Comunitaria de Los Ángeles), una organización de lucha vecinal que existe desde 1999, pasea por aceras ocupadas por tiendas de campaña entre sus habitantes, la mayoría hombres, la mayoría negros y la mayoría no muy jóvenes. Steve asegura a la periodista que podría perfectamente pasear sola por este irregular rombo de unas 50 manzanas y unos 2 kilómetros cuadrados en pleno centro de Los Ángeles, que trae de cabeza desde hace décadas a las autoridades. Pese a todo, resulta muy reconfortante pasear a su lado. Muchos la reconocen y la saludan, transformando una expresión adusta y cerrada en otra amistosa y sonriente.

Steve es una de las caras de un movimiento relativamente nuevo de reivindicación de Skid Row como algo más que un agujero negro en el mapa, y que, después de tragedias como la de la muerte, hace un mes, de un indigente a manos de la policía, cuenta con cada vez mayores simpatías y apoyos entre los habitantes de la zona. La organización comunitaria para la que trabaja, LA CAN, y otras ONG como Legal Aid Los Angeles (Ayuda Legal de Los Ángeles) han librado importantes batallas judiciales por sus derechos en una guerra que dura ya más de diez años. De un lado, constructoras, arquitectos, y ayuntamiento, que desean un centro histórico revitalizado, moderno y apetecible; de otro, los vecinos que han vivido en este lugar durante todos los años en que no era ni moderno ni apetecible, pero sí asequible.

Un gran manicomio al aire libre

Skid Row es una pesadilla, un escenario de película apocalíptica, una especie de "gran manicomio al aire libre" como algunos han llegado a calificarlo por el enorme número de enfermos mentales (60%) que habitan en sus calles. Se trapichea con drogas en sus esquinas y surgen continuos conflictos entre sus habitantes. Pero es también el barrio de 13.000 personas de bajos o nulos ingresos, de las cuales un porcentaje muy pequeño (entre 2.000 y 5.000 según las fuentes) duerme en la calle. "Esta gente que ves aquí no es gente sin hogar. Este señor, por ejemplo", explica Steve señalando a un hombre de unos cuarenta años con sombrero fedora que le saluda sonriendo y está sentado en una esquina de la infame calle San Pedro con otros compañeros. "Él tiene su habitación arriba, en un edificio de renta controlada. Pero no tiene trabajo. No tiene nada. Viene aquí a pasar el día en la calle porque es lo único que puede hacer, porque aquí están sus amigos".

Aunque el término Skid Row ha pasado a significar una zona de pobreza y personas sin techo de manera genérica, este es el Skid Row por excelencia, donde el tiempo benigno y una confluencia geográfica particular han provocado que se concentre la población de personas sin hogar estable más grande de EEUU. En pleno downtown, el único lugar que se puede considerar "céntrico" y verdaderamente urbano de la ciudad, y perfectamente delimitado por las calles Tercera, Séptima, Main y Alameda, es ese lugar que las guías turísticas recomiendan evitar y a donde los angelinos se acercan sólo, si lo hacen, a donar ropa.

En su día, en los años 30 y 40, se llenó de hoteles residenciales, al estilo de las pensiones del centro de muchas ciudades europeas, donde una mayoría de hombres solos se alojaban mientras trabajaban en el ferrocarril y otras industrias novedosas de la ciudad. Con el fin de esas industrias, la zona comenzó a degradarse y a convertirse en una especie de "destino final" para los que habían caído en desgracia. Hacia 1975, el Ayuntamiento adoptó una política de "contención" e intentó concentrar a la mayoría de la población sin ingresos o vagabundos en el área para garantizar, en teoría, un mejor acceso a servicios sociales. Decenas de refugios y organizaciones que ofrecen comida y ropa se instalaron para atender a la creciente población de personas sin recursos que acudían a Skid Row desde otras zonas de Los Ángeles y de fuera del condado.

Ahora la "gentrification" (ese moderno proceso de aburguesamiento) desciende desde Broadway. El Ayuntamiento tiene un gran plan de revitalización del centro histórico que comienza justo en la frontera noreste de Skid Row. Y las tiendas de campaña, los refugios y los puestos de comida gratis están ya tan sólo a una calle de distancia del nuevo Los Ángeles "manhattanizado" con lofts y cafeterías de diseño. Yuxtaposiciones curiosas surgen de este desarrollo reciente de la ciudad. En la 5ª Avenida, semiesquina con la calle Los Ángeles, la tienda Curio ofrece ropa de diseño. Apenas cien pasos más abajo, en la 5ª hacia San Julián, un locutorio y una humilde cafetería sirven de preámbulo a las sillas y los sacos de dormir que rodean el parque San Julián. "Aquel edificio es de apartamentos de alrededor de 1.300 dólares al mes. En este, hay unidades sin baño por unos 200 dólares", describe Steve en la confluencia de los dos mundos.

Los lofts ganan terreno

A pesar de la lucha de Legal Aid y LA CAN, y de éxitos como un acuerdo con el Ayuntamiento para reemplazar cada habitación barata desaparecida, compensar económicamente a los desplazados y conservar las que todavía existen, los lofts avanzan.

"En los últimos diez o quince años, hemos pasado de unas 7.000 viviendas asequibles a menos de la mitad, y esto evidentemente ha provocado que la situación en las aceras sea insostenible. Hay más gente que nunca," asegura Alice Callahan, directora de Las Familias del Pueblo, una organización sin ánimo de lucro que cuida a los hijos de los trabajadores de las fábricas de ropa de la zona. "Hemos pasado de unos 1.000 sin techo a cerca del doble", corrobora el reverendo Andy Bales, responsable de una de las organizaciones más antiguas de la zona, la Union Rescue Mission. "El Ayuntamiento cree que con reducir el número de viviendas el problema se resolverá, pero se equivoca. Sólo con una regionalización de los servicios, y con más casas, y con más voluntad se puede terminar con esta tragedia que es Skid Row".

"Hay más personas sin hogar, y la situación, sin duda, está empeorando", coincide Deon Joseph, oficial jefe del área de Skid Row en el departamento de Policía de Los Ángeles. "Para nosotros es cada día más difícil cumplir con nuestro trabajo. El crimen está subiendo de nuevo. Hay mucha gente sin techo pero hay también multitud de personas que vienen a Skid Row por otros motivos. Más de cinco veces a la semana trato con alguna familia que me pide que les ayude a encontrar a su hijo o su hija, que se han ido de casa. Y los encuentro. Están en Skid Row. Es un lugar donde la droga es accesible, a donde viene el que acaba de salir de la cárcel, donde despachan en autobús o en taxi a los enfermos mentales de ciudades tan alejadas como Las Vegas", asegura Joseph, con 17 años de experiencia en la zona.

Pero algunos responsabilizan a la policía precisamente del aumento de la tensión en estas 50 manzanas. "Nos sentimos acosados. Desde que se aprobó la Safer Cities Act en 2006 (Ley de ciudades más seguras, que desplegó 50 agentes más en el área, aprobada por el anterior alcalde, Antonio Villaraigosa), la policía entra a arrestar, a levantar las tiendas de campaña, a perseguir a la gente y acosarla para que acaben por abandonar e irse a otro sitio", denuncia Díaz.

En este escenario inestable ocurrió el pasado 1 de marzo con la muerte de Charly Leundeu Keunan, alias 'África', un sin techo de 43 años con problemas mentales que recibió al menos cinco disparos de la Policía cuando se resistía, en el suelo, a que le pusieran las esposas.No es la primera vez que sucede una "tragedia extrema", como la calificó el jefe de policía Charlie Beck, de estas características. Steve Díaz recuerda a Amado Ocaña, el inmigrante cubano de unos 50 años que acabó matándose al caerse de un cartel comercial porque la Policía le obligó a bajar con una descarga de pistola eléctrica. "Estas cosas no tendrían por qué pasar. Podrían resolverse si en lugar de arrestar la policía desplegara más agentes de los conocidos como MEU (Mental Evaluation Units o unidades de evaluación mental), preparados para lidiar con situaciones difíciles e individuos con problemas mentales".

“¿Imaginas a un loco bajo los efectos del crack?”

Joseph no puede pronunciarse sobre la muerte de África "porque está bajo investigación", pero considera que ni siquiera las MEU son suficientes en determinadas situaciones. "Lo único que nos permite hacer la ley con los enfermos mentales es esperar a que entren en una crisis y hagan algo peligroso, entonces es cuando podemos actuar y detenerlos. Será lo legal, pero moralmente, no me parece adecuado. Lo correcto sería prevenir esas crisis; pero nosotros en ese sentido tenemos las manos atadas. Le mandamos al hospital, pero lo sueltan en menos de un día. Y cuando se le acaban sus medicinas, ¿quieres saber lo que ocurre si un esquizofrénico se queda sin medicinas y tiene al lado a un traficante? ¿Te imaginas a un enfermo mental grave bajo los efectos del crack? Ni el especialista más preparado puede hacerse con él".

"La criminalización de los sin techo, a través de ordenanzas que penalizan dormir en la calle y estar en la acera, o dormir en el coche, o dejar propiedad privada en la acera, o pasar la noche en un parque, ha provocado que los sin techo se enfrenten a una constante amenaza de multas y arrestos, simplemente por existir", argumenta Shayla R. Myers, abogada de Legal Aid Foundation. Los Ángeles y San Francisco están empatadas en ordenanzas "anti-indigentes": 23, la cifra más alta del estado.

"No tiene nada que ver con librarnos de los indigentes. Tiene que ver con diferenciar entre los corderos y los lobos, aquellos que se aprovechan de la situación, y de cambiar esa mentalidad de que en Skid Row se podía hacer cualquier cosa sin consecuencias", defiende Joseph, que, como veterano en el área, ha sido objeto de reportajes en diversos medios, en los que aparece como uno de esos policías ejemplares y comprometidos que conocen el nombre de pila de sus detenidos. Y, a ojos de la policía, esas "propiedades" abandonadas en las aceras (tiendas de campaña, carritos de supermercado, cubos, etcétera), al igual que la falta de luz por las noches o los arbustos sin podar, facilitan la vida a los malos de la película, que tienen donde esconderse o esconder su mercancía. "O dificultan algo tan básico como poder ver si alguien está sufriendo una sobredosis. Con las aceras atestadas no podemos. Y las muertes en Skid Row, después de haber bajado, han vuelto a aumentar: 123 en 2011, 15 de ellas en plena calle".

Hoy es una tarde tranquila y apenas hay coches patrulla. En la calle San Pedro un árbol con algunos marchitos ramos de flores y trozos de papel escritos recuerda el lugar donde África perdió la vida. "Otros días es un infierno", asegura Steve. "Los ves llegar en grupo [a los policías], varios coches al mismo tiempo, y ya sabes que va a haber problemas". Un hombre en bicicleta se acerca y explica algo en un inglés incoherente. Steve traduce: "La policía le detuvo y le quitó toda sus pertenencias. Ahora no tiene suficiente dinero para coger el autobús que le lleva al centro donde puede reclamarla. Para ser sinceros", añade, en voz más baja, "este hombre tenía muchas pertenencias. Tenía dos tiendas de campaña". Dos tiendas de campaña: demasiada ostentación para un lugar como Skid Row.

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