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128 PUEBLOS QUE OCUPAN EL 60% DEL TERRITORIO

La tragedia rural de Madrid: son más gente que en La Rioja y no importan a nadie

Los pueblos de la Comunidad de Madrid se enfrentan a dos fenómenos al mismo tiempo: la agonía propia del medio rural y la transformación en simples pueblos dormitorio de la capital

Una tarde cualquiera en el bar La Parada de Fuentidueña de Tajo. (D.B.)

"El día que me dé un infarto sé que aquí me quedo, no creo que la ambulancia llegue a tiempo", dice con resignación Gregorio Gonzalo, maestro jubilado. Su pueblo comparte una UVI móvil junto con otros 12 municipios, así que si Gonzalo un día sufre un percance serio y esa ambulancia está ocupada con otro paciente va a tener un buen problema. "Tendrá que pedir a alguien que le lleve rápido en coche al hospital más cercano, que está a 40 kilómetros", recomienda el alcalde. El parque de bomberos también se encuentra a la misma distancia en caso de incendio. Y si se produce un robo o un problema de seguridad, la Guardia Civil solo está disponible por las mañanas. Por las tardes queda una única patrulla para diez pueblos. En resumen, la gente en este lugar se siente abandonada. Y no se trata del rincón más alejado de Soria o de Albacete, sino de la Comunidad de Madrid, la autonomía más rica de España.

Acceso a Fuentidueña de Tajo, con los restos de su castillo en primer plano. (D.B.)

Ese lugar donde más vale evitar un infarto es Fuentidueña de Tajo (1.980 habitantes), en la esquina sureste de Madrid, pegado a la autovía A-3. Lo tiene todo para ser un núcleo de población próspero: el acceso a la autovía, su ubicación a medio camino entre varias capitales de provincia, la vega del Tajo, que es un vergel idóneo para la agricultura. Lo que no tiene es ninguna atención por parte del Gobierno regional. "No existe ningún plan de optimización de recursos, ni un plan regional de desarrollo de las zonas rurales o de fomento del empleo en el que se aprovechen los puntos fuertes de cada municipio. De mayo a septiembre aquí llegan jornaleros a la campaña del ajo y la cebolla, igual que en Las Pedroñeras (Ciudad Real), y en lugar de procesar aquí la cosecha y mandarla a Mercamadrid, que está a solo 35 kilómetros, se la llevan a Murcia y Almería, donde están los empresarios que explotan estos cultivos", explica el alcalde, José Antonio Domínguez. Hortalizas y verduras de Madrid que han de ser llevadas fuera porque en este lugar no hay ni una sola conservera.

Fuentidueña es solo un ejemplo de los males que asolan al mundo rural de la Comunidad de Madrid. Se podría decir que estos pueblos sufren lo peor de los dos mundos. Tienen que lidiar con el problema de la falta de empleo, del consiguiente envejecimiento de la población, de las nulas opciones de ocio, de los servicios precarios en muchos casos, tal como ocurre en el resto de pueblos de provincias en España, pero a su vez deben hacer frente a un volumen de población relativamente elevado, a causa de las miles de familias expulsadas de la capital por el alto precio de la vivienda y que utilizan Fuentidueña y el resto de municipios como ciudades dormitorio. Es decir, disponen de los servicios e ingresos propios de un pueblo pero han de atender volúmenes de población dignos de una ciudad media en cualquier otra comunidad autónoma. Y todo sin gozar de apenas ingresos por actividad industrial ni de comercios que alegren la economía local.

El rural madrileño tiene 358.146 habitantes, más que La Rioja, pero nadie a nivel regional repara en sus necesidades y está en pleno declive

De los 179 municipios de la Comunidad de Madrid, 128 tienen menos de 10.000 habitantes. Se encuentran fuera del área metropolitana de la capital y casi nadie parece reparar en ellos salvo para hacer turismo rural el fin de semana. Un total de 358.146 habitantes olvidados, el equivalente a la provincia de Burgos entera, más que Salamanca, Álava o una comunidad autónoma completa como La Rioja. Son solo el 6% de la población de la Comunidad de Madrid, pero ocupan el 60% de su territorio.

Redueña es uno de los municipios estancados en la Sierra Norte de Madrid. (D.B.)


Con gente, pero sin vida

"Tenemos gente viviendo en el pueblo, eso no es problema, pero aquí un lunes no puedes tomarte un café porque no hay ningún bar abierto. Por las calles pasean algunos jubilados y poco más. Los nuevos vecinos compran aquí sus casas y pagan impuestos, pero no consumen en las tiendas y el resultado es que cada vez hay menos vida. Al menos los jóvenes que se mudan a los pueblos de Soria se integran", resopla Miriam, ayudante de la única farmacia de Torremocha del Jarama (942 habitantes), en la Sierra Norte de Madrid.

Antonio Sánchez, propietario del bar restaurante La Mansiega, le secunda: "Mira el horario. Abro a las 9.30 y cierro a las 17.30. Para vender dos botellines a partir de esa hora no me merece la pena". Al menos él abre todos los días menos los lunes. El otro bar del pueblo decidió hace poco que en adelante solo abrirá los fines de semana. La farmacia abre solo cuatro horas al día porque más "no tendría sentido".

Al menos los jóvenes que se mudan a los pueblos de Soria se integran

En la barra de La Mansiega, los clientes habituales. Algún jubilado que se pasea desde la residencia de la tercera edad ubicada a la entrada del pueblo y algún comercial de la zona que para a por un tentempié. "Es como si hubiera dos pueblos, el de la gente de toda la vida y el de los nuevos que se juntan entre ellos en su burbuja de naturalismo y formas de vida que no encajan con la forma de ser de los vecinos de siempre", explica Miriam.

Antonio Sánchez junto a unos clientes en el bar La Mansiega de Torremocha del Jarama. (D.B.)

En Fuentidueña, en la otra punta de la comunidad, ocurre lo mismo: "Teníamos con mi marido un bar en el centro del pueblo y nos trasladamos aquí, al lado de la parada del autobús, porque créimos que atraería a más gente. Pero nada, lo mismo. Siguen viniendo los pocos vecinos de toda la vida, la mayoría ya jubilados. A los nuevos vecinos ni los conozco", reconoce Mari Carmen, propietaria del bar La Parada.

Carlos Rivera, alcalde de Torremocha desde 1979, confirma el fenómeno: "La gente viene con su mochila del medio urbano y se nota esa ruptura con el vecino de toda la vida. Los nuevos no alternan con los que están, se meten mucho en su 'gueto' reducido de amigos y afines, de ir a comprar al centro comercial, a los supermercados, en lugar de darle vida al pueblo. Esa es la realidad en los pueblos del entorno de Madrid y no es buena". Bares (cada vez menos), farmacias rurales que atienden a varios núcleos y pequeños supermercados son los únicos negocios que resisten en el rural madrileño. Para todo lo demás, como arreglar un ordenador o comprar una bicicleta, ya están las tiendas de la capital.

Vista de Fuentidueña de Tajo, con su terreno agrícola al fondo. (D.B.)

"Si lo pones en la balanza, vivir en el pueblo compensa, es mejor que el ruido y la suciedad de Madrid, pero no esperes encontrar un trabajo aquí. Hay muy pocas oportunidades", cuenta uno de los parroquianos de La Mansiega. El alcalde asegura que sí hay cierto empleo, y que los servicios funcionan a la perfección, en especial ahora que el consultorio médico abre cinco días a la semana en lugar de los tres de antes. El gran problema, sin embargo, es que la capital y sus ciudades aledañas, como Majadahonda, Móstoles o Fuenlabrada, absorben toda la inversión. Solo una pequeña fracción de ese tejido empresarial permitiría a estos entornos rurales ser autosuficientes. Pero eso nunca ocurre.

Unas pocas personas se mueven durante el día en Torremocha del Jarama. (D.B.)

Zarza de Tajo (Cuenca) refleja a la perfección este fenómeno de desinversión activa en el rural madrileño. La carretera comarcal marca la frontera entre Madrid y Cuenca. Del lado madrileño no hay una sola nave agrícola. Del lado conquense, blancas naves surgen a un lado y al otro como champiñones. "En cosas como estas se nota la existencia de las diputaciones. Madrid, al ser uniprovincial, dispone de menos recursos para los pueblos que Cuenca, donde su diputación da facilidades a la instalación de empresas y presta asesoramiento jurídico a los planeamientos agrícolas e industriales", sostiene el alcalde de Fuentidueña de Tajo. "Lo lógico sería que la riqueza se repartiera de forma equitativa en toda la comunidad, pero en Madrid un municipio pequeño sufre especialmente. Está bien ser ciudad dormitorio, pero no pueden querernos solo para eso".

En la frontera, dos realidades. Del lado madrileño, solo campo. Del lado de Castilla-La Mancha y Castilla y León, naves industriales y agrícolas

En la Sierra Norte coinciden: es más atractivo para los pequeños y medianos empresarios y para los agricultores instalarse del lado de la frontera de Castilla y León y Castilla-La Mancha. "A los empresarios rurales en Madrid se les aplica una legislación propia de zonas urbanas que desactiva la inversión. Se exigen unos requisitos medioambientales que no tienen sentido e imposibilitan el desarrollo de los municipios. Por ejemplo, se piden unos informes muy elaborados de niveles de ruidos que quizá para Móstoles o Alcorcón son necesarios, pero no para un pueblo como el nuestro donde solo se oyen los pájaros. Es muy complicado sacar adelante un plan general de ordenación, la administración es muy farragosa y eso juega en contra de los pueblos. Nosotros estamos aún con un plan del año 2004", explica el alcalde de Torremocha. "Al final, los empresarios que quieren instalar una explotación ganadera o una industria huyen a Segovia o a las provincias colindantes. Necesitamos una legislación rural específica con urgencia".

El transporte es una de las principales críticas en el medio rural de Madrid. (D.B.)

Cae la tarde y disminuye la frecuencia de autobuses subvencionados por el Consorcio de Transportes. Los vecinos lo saben, pero ahí va un aviso para los incautos: si usted se encuentra en Fuentidueña de Tajo y no coge a tiempo el autobús de las 19.30 horas, vaya preparándose para hacer noche donde pueda porque el bus no volverá a pasar hasta la mañana siguiente. Y lo mismo desde Madrid: hay un autobús de regreso a las 20 horas y luego el último a las 22.30 horas, en un trayecto que fácilmente puede alargarse hasta dos horas. Lo mismo ocurre en la Sierra Norte: dos horas para llegar a San Sebastián de los Reyes (40 kilómetros) en horarios que casi nunca se cumplen.

"Cómo le vamos a decir a un universitario que se quede en el pueblo con los transportes que tenemos. Al final, nos quedaremos sin tiendas y sin bares, como pueblos muertos, pero con gente viviendo en las urbanizaciones porque son más baratas. No veo salida a esto. Hace unos años era más optimista, ahora ya no", sentencia Gonzalo, que ha vivido toda su vida en Fuentidueña.

Pocos esperan en estos 128 municipios con más población que La Rioja que se acuerden de ellos en la próxima campaña electoral a la Comunidad de Madrid. Aunque después de 40 años, ya empiezan a estar acostumbrados.

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