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TRAS SEIS AÑOS DE AUSENCIA

Rajoy recupera sus tradiciones y acude al baile de gala del Casino de Pontevedra

El presidente del Gobierno se presentó acompañado de su clan local a la puesta de largo de 27 chicas de la ciudad gallega

Mariano Rajoy y Ana Pastor acudieron a la gala. (Foto: Cristina Sáiz/ PontevedraViva)

A nadie molesta menos la imagen del Rajoy tradicional y provinciano que al propio Rajoy. Por eso no ha puesto reparos en recuperar una de sus costumbres favoritas: la de vestirse el esmoquin con pajarita y asistir al baile de gala del Liceo Casino de Pontevedra, la gran cita del año de la burguesía local. Lo hizo la noche de este sábado, seis años después de su última presencia y por primera vez desde que preside el Gobierno, entre fuertes medidas de seguridad pero mezclándose al fin y al cabo entre las alrededor de 4.000 personas que asistieron a la velada y las más de 600 que disfrutaron de la cena.

La presencia de Mariano Rajoy eclipsó la que estaba llamada a convertirse en la principal atracción de la noche: la puesta de largo de 27 jóvenes pontevedresas, muchachas que, una vez cumplida la mayoría de edad, son consagradas como señoritas y 'presentadas en sociedad'. Una costumbre que no hará feliz al colectivo feminista, pero que el presidente del Gobierno abraza con entusiasmo. Según medios locales, la proximidad de una de esas chicas con su hijo mayor fue la principal razón por la que el padre decidió asistir al evento.

Rajoy acudió acompañado de su mujer, Elvira Fernández, y buena parte del conocido como clan de Pontevedra, encabezado por la presidenta del Congreso, Ana Pastor, su marido, José Benito Suárez Costa, y su cuñado, el eurodiputado Francisco Millán Mon, conocido como el cuñadísimo y una de las personas de mayor ascendiente sobre el presidente. No en vano, el Casino de Pontevedra —ciudad en la que el presidente fue declarado 'persona non grata' en 2016— es uno de los núcleos principales en los que se forjó la amistad entre los miembros del poderoso e influyente clan. Entre otros amigos de Rajoy, también disfrutó de la gala el presidente del Parlamento de Galicia, Miguel Santalices, junto de su esposa, María Teresa Cendón.

La asistencia de Rajoy a la cena del Liceo Casino se mantuvo en secreto hasta prácticamente el momento de su aparición en la sede veraniega de la veterana institución pontevedresa, constituida en 1855. El presidente y su mujer aparecieron en el recinto de A Caeira poco antes de las 10 de la calurosa noche del sábado, para sorpresa de los miles de asistentes. Allí esperaban autoridades y personalidades como el general jefe de la Brilat, Antonio Romero Losada; el presidente de la Academia de Medicina y Cirugía de Galicia, José Carro Otero, y el presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra, Francisco Javier Menéndez Estébanez. Todos ellos fueron recibidos por Jaime Olmedo, anfitrión en su calidad de presidente del Liceo Casino, acompañado por su junta directiva al completo.

La ausencia de Rajoy en el baile del Liceo Casino durante los últimos años se relacionó en círculos locales con su intención de evitar una imagen de frivolidad en medio de la crisis. Pero el presidente del Gobierno da por superados los malos tiempos también en sus costumbres, por lo que, espoleado por su hijo mayor, se vistió de etiqueta y se presentó en uno de sus escenarios favoritos de una localidad en la que vivió desde los 15 años, pero de la que se declara un ciudadano más.

La asistencia de Rajoy se mantuvo en secreto hasta el momento de su aparición en la sede veraniega de la veterana institución pontevedresa

Aunque se ha definido a sí mismo en distintas ocasiones como “un señor de Pontevedra”, Mariano Rajoy nació en Santiago, la ciudad de uno de sus abuelos. Los sucesivos destinos de su padre lo llevaron a Ávila, Galicia, Asturias y finalmente León. Fue ya de adolescente cuando se asentó en Pontevedra, ciudad en la que se inició en política, se rodeó de su famoso clan y de la que son naturales su mujer y sus dos hijos.

Todo ese importante fragmento de su vida recuperó el sábado con su presencia en la gala, un gesto que se interpreta también como un desafío a la Corporación local, que, en marzo de 2016, lo declaró por mayoría 'persona non grata' por la prórroga de la concesión de la fábrica de celulosa Ence por 60 años. El propio presidente lo advirtió en una carta dirigida a los pontevedreses que publicó poco después 'Faro de Vigo'. “No pienso renunciar a la ciudad de Pontevedra”, señalaba. Y eso es lo que en su entorno se entiende que ha hecho la noche de este sábado: no renunciar a Pontevedra.

La última vez que se vio a Rajoy en el baile fue el 13 de agosto de 2011, cuando le faltaban solo unos meses para convertirse en presidente del Gobierno. Llegaba en aquella ocasión acompañado de sus amigos más íntimos, como la propia Ana Pastor, Pilar Rojo y su marido, Alfredo Díaz Grande. También le acompañaba en aquella ocasión el entonces presidente provincial del PP y de la Diputación, Rafael Louzán, imputado en la actualidad en tres causas judiciales distintas por diversos delitos.

La velada de este sábado comenzó con una cena para 625 comensales. El menú constó de brandada de merluza con dulce de tomate y crujiente de cebolla, langostinos sobre hojas 'deluxe' y vinagreta de naranja, medallón de rape con salsa verde de almejas y bombón de ternera con su jugo trufado, y como postre 'mousse' de fresas con nata a la vainilla con crujiente de frambuesa. Tras la sobremesa llegaron la presentación en sociedad y el baile, que según las crónicas rompió su récord de asistencia, con más de 4.000 personas. La megafonía fue llamando una por una a las jóvenes que, de acuerdo con el añejo ritual, se convertían en señoritas tras presentarse y bailar vestidas con sus mejores galas y acompañadas de sus padrinos.

El baile en la pista principal fue amenizado por la Orquesta Chattanooga, dirigida por el maestro Leiva. La fiesta continúo tanto en esa pista con orquesta como en una segunda habilitada para un Dj que ofreció música alternativa para los más jóvenes. Es el único rasgo de modernidad que se ha permitido la costumbre de la puesta de largo pontevedresa, una gala que se prolongó prácticamente hasta la mañana del domingo.

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