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Los comités de defensa del referéndum controlan las calles

Lo que Puigdemont aprendió de Sharp: las técnicas para destrozar al Estado español

Tanto la Generalitat de Cataluña como los partidos que la apoyan, y especialmente la CUP, iniciaron hace tiempo una estrategia para poner en marcha las recomendaciones del norteamericano

Foto: Reuters.

La CUP y el Gobierno catalán han copiado los dictados del estadounidense Gene Sharp para diseñar su estrategia de ‘guerra abierta’ contra el Estado español en los últimos dos años. Sharp es un escritor, filósofo y politólogo estadounidense abanderado de la lucha no violenta contra el poder y teórico de las estrategias que preconizan que si los ciudadanos no obedecen las órdenes de los líderes de las estructuras del Estado, estos se quedan sin poder. Siguiendo esa consigna, tanto la Generalitat de Cataluña como los partidos que la apoyan, y especialmente la CUP, iniciaron hace tiempo una estrategia para poner en marcha sus recomendaciones y hacer tambalearse al Estado español creando la tormenta perfecta de la que surgiese la república catalana independiente.

El ‘president’ Carles Puigdemont tomó prestado del norteamericano la aplicación de uno de sus puntos cruciales: “Establecer la doble soberanía y gobiernos paralelos”. Así, desde la Generalitat y los partidos que la gobiernan, se ha insistido machaconamente en que hay “dos legitimidades”: la de las leyes vigentes y la de las leyes suspendidas por el TC, cuando jurídicamente esa es una dicotomía falaz. Entre los puntos de Sharp y sus teorías, figuran también “buscar encarcelamientos para sobrecargar las cárceles por solidaridad” (la CUP y los alcaldes de la Asociación de Municipios de Cataluña acudieron en masa a autoinculparse ante los tribunales para desbordar los juzgados) o la presión psicológica al adversario, llegando al punto de “realizar juicios al revés: acusando al acusador”.

El manual de Sharp dedica un capítulo a los métodos de no cooperación política

El manual de Sharp dedica un capítulo a los métodos de no cooperación política. “Para expresar una protesta, para lograr la desintegración, para que deje de funcionar un Gobierno”, propone diversas acciones. La primera, es el “rechazo a la autoridad”. Este rechazo se promueve desde tres ángulos: “Suspensión o retirada de la obediencia; rechazo de apoyo público, y escritos y discursos promoviendo la resistencia”.

A partir de ahí, se abre el abanico de medidas concretas: desde el boicot de empleos y cargos gubernamentales (o sea, no asistir a reuniones oficiales, como la ausencia de Puigdemont en la conferencia de presidentes) hasta negar la aceptación de funcionarios designados (es lo que la Generalitat hizo con la designación del coronel Diego Pérez de los Cobos como mando único de las investigaciones en los temas del referéndum), pasando por el boicot de los cuerpos legislativos, el negar la aceptación de funcionarios designados o “negarse a disolver instituciones independientes existentes”. En este sentido, Puigdemont aceptó disolver la Sindicatura Electoral del referéndum solo para que las sanciones del TC no afectasen a los patrimonios personales de sus componentes.

Desobedecer las leyes ‘ilegítimas’

El texto recomienda como alternativas a la desobediencia el “cumplimiento lento y renuente” de las órdenes, la no obediencia, pero “sin escándalo, sin publicidad, con discreción”, la “desobediencia enmascarada: parece que se obedeció” (como la actuación de los Mossos d’Esquadra durante el 1-O y la víspera), el rechazo a dispersar una reunión o concentración, las sentadas o la “desobediencia civil a leyes ‘ilegítimas” (justamente las consignas que promueven el Gobierno catalán y los partidos independentistas).

Los Mossos d'Esquadra se presentan en un instituto de Barcelona. (EFE)

En el futuro, se recrudecerán los mecanismos que Sharp recomienda, como el “boicot social hacia grupos sociales para inducirlos a que se unan a la resistencia”, el “boicot selectivo a colaboradores voluntarios, soldados o policías”, la suspensión de actividades sociales o deportivas (lo que no se logró con el partido del Barça este fin de semana), las huelgas estudiantiles (el sector estudiantil está controlado por los independentistas a través del Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans) o el refugio en lugares ‘inviolables’, como templos o embajadas (en el caso de Barcelona, son consulados).

En una tercera fase, entrarán en escena los boicots de los consumidores a determinados productos o determinados comercios, boicot a los productores, a los distribuidores, la elaboración de “listas negras de comerciantes”, el cierre de negocios al “no permitir la entrada a trabajadores” (curiosamente, lo que hizo en la jornada de este martes la propia Administración de la Generalitat con los edificios oficiales) o la retirada de depósitos bancarios.

En la estrategia de Sharp se cuentan también otras acciones, que van desde cartas de apoyo a declaraciones de organizaciones, formalización de grupos de presión, ostentación de banderas y símbolos, “ruidos simbólicos con silbatos, matracas, campanas o sirenas”, “recuperaciones simbólicas para visualizar que se retoman terrenos o edificios”, repudio verbal a disidentes (como se hizo en el caso de Joan Manuel Serrat, que se posicionó contra el referéndum), realizar vigilias (“generalmente de noche, con guardias constantes, largas y prolongadas”), marchas a sitios significativos, desfiles, caravanas automovilísticas (como las tractoradas realizadas durante la última semana), asambleas de protesta o de apoyo y un gesto que durante esta huelga se hizo muy patente: “Volver la espalda” —se realizó en las sentadas ante comisarías o cuarteles de la Guardia Civil—.

Las milicias incontroladas

En esta operación, tienen una vital importancia los comités de defensa del referéndum (CDR), una especie de milicias urbanas (y similares en su composición a los comités de defensa de la revolución de Cuba) que, bajo el visto bueno del Gobierno catalán, son utilizadas como tropas de choque ‘populares’. “Los CDR son la estructura de autodefensa de la CUP, formados por diversos movimientos alternativos y sociales para vigilar el desarrollo de la hoja de ruta hacia la independencia. En ellas se han integrado muchas organizaciones alternativas, anarquistas, de Corriente Roja y de jóvenes”, admite un miembro de estos colectivos a El Confidencial.

Huelga de estudiantes en Barcelona. (Reuters)

La versatilidad de estas milicias les ha permitido, por ejemplo, convertirse, por un día, en los comités de huelga durante la jornada de este martes. La misma fuente explica que si bien en muchos barrios simplemente se les cambió el nombre “momentáneamente” a causa de la huelga general, en otros se amplió su composición a algunos sindicatos, partidos como ERC o entidades como la ANC y Òmnium Cultural.

Los CDR llevan tres meses entrenándose (“el tiempo que hemos estado negociando con grupos anarquistas y movimientos alternativos su integración en la estructura”, dicen las fuentes) y ahora se han convertido en los comandos que toman la iniciativa en cualquier situación, desde las concentraciones ante cuarteles o comisarías (de momento) hasta manifestaciones en diferentes lugares. ¿Y hasta cuándo estarán operativos los CDR? “No se sabe, porque sobre ellos no hay ningún documento escrito. En principio, debería ser hasta la proclamación de la independencia, pero es posible que sigan operativos durante el periodo constituyente que se abra tras la misma”.

Los CDR llevan tres meses entrenándose y ahora se han convertido en los comandos que toman la iniciativa en cualquier situación

Los CDR son los encargados, en estos momentos, de dirigir la agitación ‘ciudadana’, aprovechándose del descontento popular tras las actuaciones policiales del 1 de octubre. “No dependen de nadie, solo de la CUP”, admiten las fuentes consultadas. Desde fuentes cercanas a los servicios de información de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, se ve esta situación como muy preocupante. “No estamos seguros de que el Gobierno catalán pueda controlar en estos momentos estas estructuras. Es más, hay indicios de que a Puigdemont se le ha ido de las manos la situación y, en estos momentos, la calle es de los radicales de la CUP, jaleados incluso por miembros del Gobierno catalán o por altos cargos”.

Según estas fuentes, la tensión irá en aumento los próximos días. “La CUP necesita tensionar la calle, y hasta la declaración de independencia mantendrá las movilizaciones e incluso se espera que intensifique su dureza”. Ante ello, el Gobierno catalán ha dado por bueno hasta ahora que la ley de la calle la impongan los radicales, pero esa es un arma de doble filo, que puede volvérsele en contra en cualquier momento.

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