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El pasado de Younes, el más buscado de España: mecánico y moroso en la mezquita

Los amigos resaltan la rápida radicalización de la célula de Ripoll: “Hace unos meses borraron la música del móvil y empezaron a parar a rezar en los viajes”

Younes, en una foto a los 16 años en la orla del instituto.

Younes Abouyaaqoub, de 22 años es el hombre más buscado de España y el terrorista que según los investigadores conducía la furgoneta por la Rambla y que probablemente asesinó en su huida con un cuchillo a Pau Pérez. Antes de radicalizarse, sin embargo, fue un estudiante decente que acabó un grado en electromecánica y trabajaba en las fábricas de metalurgia que rodean Ripoll, un chico que un sábado al mes se levantaba de madrugada para ganar 50 euros vendiendo zapatos en el mercado del pueblo. Al menos así lo describen algunos de sus amigos. Esta es la extraña historia que cuentan sus colegas: hablan del pasado de Younes, difícil de encajar con el atentado del otro día. Pero nadie dijo que la realidad fuese sencilla.

Nacido en 1995 en Mrirt, al norte de Marruecos, Younes llegó de pequeño a Ripoll, un tranquilo pueblo de 10.000 habitantes en el Prepirineo de Girona en el que viven unos 500 magrebíes. Como el resto de los terroristas, durante años llevó una vida normal, integrada —o aparentemente integrada—.

Younes era buen estudiante. Acabó electromecánica, cosa que yo no hice. Aquí, como hay industria metalúrgica, con eso tienes trabajo”, dice un compañero de curso. En Ripoll está una planta de Comforsa, una empresa pública de la Generalitat que fabrica elementos para automóviles y emplea a unas 400 personas de la comarca. Allí trabajaba por ejemplo Mohamed Hichamy, otro de los terroristas, al que fuentes de la comunidad islámica le atribuían un sueldo de 1.900 euros. Eso atrajo a industria auxiliar y levantó un pueblo que perdió población en los años ochenta con el colapso de la industria textil.

“En el instituto, un sábado al mes, Younes se levantaba de madrugada para ir a vender a un puesto de zapatos en el mercado. Le pagaban 50 euros”. Sus amigos cuentan que era gris, que en el instituto Abat Oliba no destacaba especialmente salvo porque le gustaban los coches: “Con su primer sueldo se compró un BMW serie 1. Me daba envidia”, cuenta este compañero de clase que pide el anonimato. Sus colegas hablan de él como “el Younes”. Cuentan que no tenía problemas económicos. “Era delgado pero fibroso. No diría que estaba cachas, pero sí fuerte”.

Mohamed el Hichamy, al igual que Younes Abouyaaqoub, no había contribuido a la mezquita en todo el año. (Reuters)

En la mezquita, el presidente de la asamblea islámica Annour, Ali Assid, muestra en la pared las cuotas del templo. Los musulmanes de la asociación pagan entre 10 y 20 euros al mes. Al hacerlo, un sello de una P roja refleja el abono. Dos de los terroristas aparecen en el listado. Pero no estaban al día de las cuotas. Mohamed Hichamy pagó en enero por última vez; Younes, ni una vez en 2017. Assid quiere señalar que no eran los más activos de la comunidad y denuncia una y otra vez el atentado. La situación en Ripoll estos días es tan singular que nada más salir la prensa, los Mossos entran de nuevo en la mezquita en sus tareas de investigación. La gran cantidad de periodistas y policías han convertido a Ripoll en un lugar extraño.

El hermano menor de Younes, Houssaine, de 19 años, fue abatido en Cambrils y murió en el acto. A Houssaine, el 'Houssa', le gustaba escalar y era un musulmán de costumbres moderadas (de adolescente le recuerdan alguna borrachera) hasta hace un año aproximadamente. “De repente, un día me dijo que se había borrado la música del móvil. Era raro, porque la música era su vida. Si ibas de excursión, te decía que a determinada hora había que parar a rezar. Pero no le dimos importancia”, cuenta un amigo que compartió cursos con él. “Para mí es muy extraño. Houssa era mi colega, ha venido a mi casa mil veces y ahora es un brutal terrorista. No es fácil. Era más catalán que yo”.

Housseine Abouyaaqoub y Omar Hichamy posan juntos hace unos años en una visita a Barcelona.

Sus amigos muestran una foto de Houssa junto a Omar Hichamy, otro de los abatidos por los Mossos cuando intentaban un ataque en Cambrils, en el que mataron a Ana María Suárez, de 60 años. La imagen es de hace unos años en Barcelona. Son dos niños que sonríen y levantan el pulgar ante el arco del triunfo. Omar, hermano menor de Mohamed, no había cumplido los 18.

Entre los muertos en los atentados y los detenidos hay varias parejas de hermanos: Younes y Housseine Abouyaaqoub; Mohamed y Omar Hichamy; Said y Mohamed Alla, y Driss y Moussa Oukabir. Eso ayudaría a explicar lo cerrado del grupo, que nadie diera el aviso y que la policía no tuviera a ninguno bajo el radar (España ha liderado las detenciones tempranas de yihadistas en Europa).

Mohamed Houli.

Sus amigos hablan de los terroristas con una especie de cariño. “El Houli era blanquito y rapeaba. Bueno, hacía como que rapeaba”. Mohamed Houli fue herido en la explosión de Alcanar en Tarragona y está detenido. Este era uno de los más religiosos. De tanto rezar se le quedaba a veces la frente colorada.

La posible muerte del imán Abdelbaki Essaty en Alcanar cuando manipulaba explosivos ha dado a sus amigos una explicación de lo ocurrido, de cómo en unos meses se alejaron del resto. Eso les permite entender cómo parece que nadie lo vio venir (al menos los que hablan). Essaty es un religioso que había estado en prisión en Castellón y que llevaba dos años en Ripoll. Hacía ocasionales viajes a Bélgica —el alcalde de un pueblo con antecedentes de violencia yihadista lo reconoció ayer en la prensa belga— y dejó nueve hijos en Marruecos.

El entorno de los terroristas señala a Essaty como clave. Hafida Oukbir, hermana de Moussa, muerto en Cambrils, y de Driss, detenido, estalló ayer ante la prensa tras una concentración de los musulmanes de Ripoll: “A Moussa le han comido la cabeza. Era un chico supercorrecto que terminó secundaria, estaba estudiando secretariado y hablaba de su futuro. Yo creo que la culpa la tiene el imán”.

Hafida Oukbir, hermana de Moussa, muerto en Cambrils, y de Driss, se dirige emocionada a los medios. (R. M.)

Hafida, tocada con 'hiyab', habla junto a otros familiares de los terroristas. A su lado asiente la madre de Said Alla (muerto en Cambrils) y Mohamed Alla (que era el dueño del coche de Cambrils y se entregó a la policía). En perfecto castellano, Hafida cargó contra el Estado Islámico. “Ahora tengo miedo del ISIS, que digan que soy una infiel, pero yo no quiero que se mate a nadie. Pido perdón a todas esas familias de las Ramblas pero nosotros no tenemos la culpa”, repetía llorando.

En Ripoll, mucha gente no puede encajar las piezas. Sus recuerdos de los terroristas son en general de chicos normales que jugaban en la pista de fútbol, hablaban catalán y más o menos estudiaban. La realidad es que integraron una célula yihadista que ha matado a 15 personas, herido a decenas y cuyo plan inicial era sembrar un terror descomunal con explosivos de gran potencia. En medio hay una enorme zona gris que, de momento, parece que poca gente conoce.

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