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Entrevista a Fernando Arenzana

"¿Siete semanas sin salir a tomar una tapa como en China? Es inasumible en España"

Fernando Arenzana es experto en enfermedades víricas y ha vivido en la propia China, personal y profesionalmente, la expansión de este virus que amenaza con paralizar el mundo

Fernando Arenzana-Seisdedos, en una entrevista concedida a EFE en 2016. (EFE)

En Fernando Arenzana confluye una doble autoridad para hablar del coronavirus, de lo que nos está pasando y de lo que nos pasará: es un experto en enfermedades víricas y ha vivido en la propia China, personal y profesionalmente, la expansión de este virus que amenaza con paralizar el mundo como nunca habíamos conocido. Su padre fue médico de familia en algunos pequeños municipios de la provincia de Sevilla y tan fuerte debió ser la vocación que inoculó en su hijo Fernando que su trayectoria le define claramente como un ejemplo de superación hasta alcanzar el puesto que hoy ocupa, como director del Instituto Pasteur en Shanghái, donde las autoridades chinas lo distinguieron hace dos años con el premio Magnolia de Plata, que se entrega a los extranjeros residentes más destacados.

El Gobierno insiste en que hay que cumplir las recomendaciones para frenar el avance del coronavirus

Antes de China, se pasó más de tres décadas en París, como Investigador del Instituto Pasteur y del Instituto Nacional de la Investigación de la Salud (Inserm) y director de la Unidad de Patogénesis Viral en el Instituto Pasteur en París, reconocido desde su fundación a finales del siglo XIX como uno de los principales centros de investigación biomédica del mundo. Sin alarmismo, con esa doble certeza de lo vivido y de lo conocido, Fernando Arenzana-Seisdedos (Sevilla, 1954) nos coloca a todos desde El Confidencial ante el espejo inevitable del coronavirus con una sola pregunta, dirigida a cada uno de nosotros: “¿Estamos dispuestos a asumir el coste que supondrá afrontar esta crisis sanitaria?”.

PREGUNTA. Doctor Arenzana, usted está ahí, en Shanghái, y las noticias que tenemos ahora de China nos consuelan porque el contagio ha comenzado a remitir. ¿Eso quiere decir que ya podemos controlar el coronavirus? Pensábamos que hasta que no llegase la vacuna, no había nada que hacer…

RESPUESTA. A ver, vamos por partes. En lo que se refiere a China, las cifras cantan y, efectivamente, hay una disminución muy notable de los contagios. El control absoluto, la cifra de cero casos es un objetivo quizás alcanzable, aunque no sea más que temporalmente, y China intenta aproximarse a ello alentada por la reducción de contagios. Controlar es una cosa y erradicar es otra muy distinta; de hecho, hay muy pocas enfermedades víricas que se hayan erradicado, acaso la viruela. A partir de ahí, eso no le resta gravedad a la pandemia, como ya se ha declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lo que podemos decir del coronavirus en China es que se ha controlado con unas medidas drásticas, excepcionales, impuestas por un régimen único y asumidas por la población que las acata con rigor. La duda que podemos plantearnos es si el sistema de control del coronavirus que se ha implantado en China es posible implantarlo en Europa, en nuestros países. Yo ahora lo veo difícil, pero quizá lleguemos a ello porque aprendamos de la experiencia en China, pero costará. Ya veremos, además, a medida que vaya pasando el tiempo cómo se comportan las medidas drásticas tomadas en China y la que ahora empiezan aplicarse fuera de aquí.

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P. Bien, pero si no es un virus que provoca alta mortalidad, si lo más probable es que acabe como una gripe más, por qué ha levantado esta oleada de pánico en todo el mundo. ¿Alguien ha fallado? ¿Acaso la OMS?

R. Sinceramente, yo creo que no ha fallado nadie estrepitosamente. Es un virus nuevo, desconocido, que se propaga fácilmente; es lógico este miedo en la población. Otra cosa es que exista, cosa que yo también comparto, lo que denomino una ‘panicdemic’, una pandemia de pánico motivada por una epidemia de información. Pero es normal que esto suceda en el mundo que vivimos; hay que comprender el miedo de la gente. Una vez ocurrido, ahora tenemos que conseguir la vacuna, por supuesto, y aprender mucho más del virus. Sabremos mucho más de esta epidemia cuando dispongamos de las pruebas de detección serológicas que nos permitirán saber el alcance real de su propagación. Sabemos también que no es un virus de mortalidad tan elevada como otros de la misma familia (SARS, CoV1, MERS CoV), que tiene un periodo largo de incubación y que se propaga fácilmente. Lo que pensamos ahora es que se trata de un virus que tiene muchas posibilidades de quedarse entre nosotros y, quizá, de convertirse en un virus estacional.

El coronavirus no surge de repente, desde hace años se sabía que podía estallar. Y ha estallado. Este es un caso de profecías cumplidas

P. A ver, le preguntaba por la oleada de pánico porque como todo esto puede resultar inexplicable, o exagerado, comienzan a circular teorías de la conspiración sobre el origen; desde la más elemental, como la exageración de la OMS, hasta las más peregrinas, que relaciona lo ocurrido con la ‘guerra comercial’ de China con los Estados Unidos de Trump…

R. Jajajaja… Es curioso porque igual alguien piensa que todo esto surge así, de repente, que el virus aparece cuando alguien quita la tapadera de una olla o levanta una piedra. Mire, lo que ha ocurrido con el coronavirus está anunciado desde hace años; se sabía que podía pasar y ha pasado. Se conocía ese potencial en este tipo de virus que anidan principalmente en los murciélagos. Hay investigaciones y publicaciones datadas en 2013 en las que se habla de este tipo de virus y de su capacidad de infectar células humanas. Desde la propia China en 2019 , eminentes especialistas recordaban que la amenaza había sido identificada y estaba presente en algunos coronavirus aislados en murciélagos De todas formas, por ponerlo todo en su justo contexto, una cosa es que se pueda alertar del riesgo que existe y otra es que tengamos los conocimientos necesarios para predecir exactamente cuándo va a saltar un virus animal hasta el ser humano; del hecho probado a la capacidad de ser el agente causante de una epidemia hay aun un trecho a recorrer. En cualquier caso, lo que le decía, el coronavirus es un caso de profecías cumplidas.

P. Es decir, estamos hablando de virus que les afectan a los animales pero que, de forma periódica, saltan a los humanos. ¿Ha ocurrido siempre así a lo largo de la historia?

R. Entre el 70 y el 80% de las epidemias de la actualidad provienen de los animales; la interfase hombre/animal es fundamental, por supuesto, y es especialmente relevante en los tiempos actuales. La clave de estas pandemias es que, en la sociedad actual, más que nunca, contribuimos a crear la tormenta perfecta para la expansión de estos nuevos virus. Me refiero a la modificación de los ecosistemas, los intercambios comerciales, la expansión del turismo en todo el mundo… Déjeme que le ponga un ejemplo: el VIH (sida) no surge en el mes de marzo de 1981 cuando se contagian los cuatro o cinco primeros pacientes. No, tenemos pruebas de que el VIH tiene antecedentes muy anteriores y en su propagación influyó el ser humano, su movilidad dentro de los países afectados, primero, y luego entre continentes. En el caso del coronavirus, lo que nos encontramos en China como probable punto de partida son mercados de animales vivos, que es algo que no compartimos con ellos, pero que nos acaba afectando por la permeabilidad de la sociedad actual.

Fernando Arenzana-Seisdedos. (EFE)

P. Es decir, que la globalización a lo que nos conduce también es a la propagación inmediata de enfermedades. ¿Podría decirse que esta es la primera gran pandemia de la globalización? Al menos, la primera con estas características de contagio exponencial, pánico mundial, jornadas negras en las Bolsas…

R. Claro, claro, la globalización tiene sus ventajas, pero también ocurre esto, que se globalizan los riesgos. El coronavirus no es la primera pandemia mundial, evidentemente; entre otras pandemias podemos citar la gripe y antes el cólera, la peste, o epidemias recientes de SARS, CoV 1, MERS, CoV... Pero en el sentido que usted lo pregunta, acumulando tantos impactos negativos globales, sí podría considerarse así por las turbulencias consecutivas que desencadena.

P.- Pues quizás habrá que empezar por ahí, que los distintos gobiernos sean conscientes de esa globalización de las epidemias y se responda a las alertas científicas, como usted decía antes.

R. La lucha contra las pandemias no es un trabajo de Hércules, sino de hormiga. Esta es la cuestión fundamental. Un colega suyo, Arcadi Espada, citaba el otro día a un físico israelí, afincado en Londres, David Deutsch, autor de un libro muy recomendable, ‘El comienzo del infinito’, que sostiene eso mismo, que no se puede trabajar a golpe de impulso, siempre tarde y acuciado por la necesidad, por la urgencia. La única manera de protegernos de las pandemias es creando conocimiento constantemente, pero lo que ocurre es que en los intermedios de las epidemias no se hace lo suficiente. Podemos tener un cuerpo de bomberos perfectamente dotado para afrontar cualquier incendio, pero siempre es mejor, si se puede evitar un incendio, que se evite. Lo que nos recuerda David Deutsch es que el destino de la Humanidad está marcado, avanza siempre con progreso, con conocimiento, descubriendo a cada momento. Ese es el trabajo de hormiga al que me refiero. Parece muy obvio, pero no lo es. La humanidad se protege con el saber; nunca ha valido escondernos de las plagas para protegernos. Y parece que confundimos la capacidad de reacción con el conocimiento.

P. Estamos justo en la fase de reacción. En ese sentido, ¿las medidas que se están adoptando en España, le parecen normales, escasas o excesivas, de acuerdo al nivel de contagio que existe aquí?

R. Yo creo que se han aplicado las medidas que eran razonables y posibles, pero considero que a partir de ahora será necesario acelerar. Los gobernantes, la clase política, se enfrentan a un dilema básico en este momento: ante la propagación del coronavirus, tienen que tomar decisiones que protejan la salud y también la economía, pero afrontarlos los dos al mismo tiempo y lograrlo plenamente en ambos casos resulta imposible. Ahora lo que prima es la protección de la salud pública, el control de la enfermedad hasta que deje de ser una curva ascendente. Entre tanto, es fundamental, absolutamente fundamental, la atención del colectivo de personas de alto riesgo y la propia eficacia del sistema sanitario. Esos son dos parámetros fundamentales y en ello se insiste constantemente. Hay que ganar tiempo, hasta que se encuentren soluciones de tratamiento o de prevención, Si no ocurre así, si alguno de esos parámetros se desboca, si hay una mortalidad elevada o la propagación del virus amenaza con quebrar el sistema sanitario, entonces no habrá más remedio que llegar a las medidas drásticas de China. Pero repito: ¿se puede trasponer en España el modelo de China contra el coronavirus?

La clave de estas pandemias es que, en la sociedad actual, creamos la tormenta perfecta para la expansión de estos nuevos virus

P. ¿Por qué lo dice?

R. Porque conozco España, conozco Europa, y estoy seguro de que la población no aguantaría esas medidas de entrada y de sopetón. Yo vivo aquí y las he soportado porque me he acostumbrado a reaccionar como cualquier ciudadano chino. Cuando alguien dice ahora, "es que en China ya se ha controlado el coronavirus", yo lo que pregunto es, en la misma situación, ¿usted estaría dispuesto a pagar ese precio? Las restricciones de movilidad que se han impuesto han sido absolutas, con controles en los transportes, hasta la entrada en los edificios privados, uno por uno, todos. En algunos lugares del epicentro de la epidemia, la gente solo podía salir de su casa cada dos días, para comprar alimentos, como ha ocurrido en la provincia de Hubei. Todavía hoy, con una evolución muy favorable de la epidemia, la vuelta al trabajo para una persona desplazada comporta una cuarentena de 14 días. Y todo el día con la mascarilla puesta, doce o catorce horas al día; para mí, la mascarilla se ha convertido en una prolongación de mi cuerpo. En algunas ciudades chinas ya existe un ‘etiquetado’ electrónico de los ciudadanos y, dependiendo del nivel de riesgo, se pueden desplazar más o menos libertad. China se paró y aunque los servicios públicos siguieron funcionando, ya era mucho si quedaba el diez por ciento de la actividad social, comercial e industrial durante, al menos, cuatro o cinco semanas.

¿Podría hacerse eso mismo en España para controlar el virus? Es que ni siquiera hay personal suficiente para, por ejemplo, controlar la puerta de los edificios, como ha ocurrido en China, con gente que toma la temperatura y los datos personales de los vecinos… No, no… No os podéis imaginar lo que ha sido esto. Yo, que estoy en Shanghái, llevo siete semanas ‘enmascarado’ sin ir a ninguna parte, ¿se imagina usted lo mismo en muchas ciudades españolas, siete semanas sin salir a tomar una tapa o a sentarte en un banco de la plaza? ¿Habría sido posible aplicarlo de golpe en España? ¿Es asumible ahora?

P. Pues verá, el debate ahora en España, una vez que se han aplazado las Fallas de Valencia, es si debe extenderse la prohibición a las cofradías de Semana Santa y, posteriormente, a las Ferias, como la de Sevilla, que usted conoce.

R. Pero, hombre, por favor… ¿De verdad puede pensar alguien que se pueden celebrar fiestas que reúnan a decenas de miles de personas? Las calles atestadas de público para ver pasar una procesión o las casetas de la Feria, con tanta gente que no se cabe. ¿De verdad pensáis que podéis hacerlo? No mire, por supuesto que ni se debe celebrar la Semana Santa ni tampoco la Feria de Sevilla. Las autoridades no desean quizá anticipar excesivamente sus decisiones, pero es posible que esas celebraciones no puedan llevarse a cabo. Y la ciudadanía tendría que aceptarlo, como ha ocurrido en China

P. Insisto: con los niveles de contagio que existe en España, que no son homogéneos en todas las regiones ni en todas las ciudades, ¿se deben adoptar esas medidas extremas?

R. Yo, que he visto lo que he visto, le respondo con mucha claridad: hay que empezar a adoptar progresivamente algunas de ellas. Hemos visto como evolucionó la epidemia en China cuando estaba sin control y cómo ahora están logrando controlarla. No deberíamos fiarnos a que no ocurra o a que se retrase lo no deseado. Lo único que no se puede hacer es jugar a la lotería de la ‘bola negra’, actuar como si no pasara nada y confiar en que no ocurra nada. Lo que estaríamos diciéndole a la gente, si se mantienen esas celebraciones, es que jueguen a la ‘lotería negativa’, pero si le toca la bola negra… Entonces, podríamos encontrarnos con un gran problema porque una de las características de esta epidemia es que provoca más casos de hospitalización que otras debidas a virus respiratorios y eso podría bloquear el sistema sanitario. La OMS está llamando con fuerza a una intervención más activa en el control de la epidemia

P. Es decir, que nos fijamos solo en los índices de mortalidad del coronavirus y, por lo que dice usted, ese no es el único parámetro a tener en cuenta: lo peor de esta pandemia es que puede colapsar el sistema sanitario de un país como España.

R. Efectivamente, esa es la clave. Y eso es lo que intenta explicaros todos los días Fernando Simón, el director del centro de coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. Si la gente solo retiene que el coronavirus afecta mortalmente, o gravemente, a gente muy mayor o con otras enfermedades, es que quizá no ha comprendido enteramente las consecuencias de la evolución de esta pandemia. Insisto, no se debe jugar a la lotería de las bolas negras.

P. También pensamos que con el calor remitirá el coronavirus y, por ejemplo, con las altas temperaturas que hay en Sevilla, puede no afectar a la Feria. Pensando en esa Feria y en las demás que llegan después, ¿mantiene lo mismo?

Fernando Arenzana-Seisdedos. (EFE)

R. Es que no sabemos si eso es así, que con el calor remite el virus; podría ser que sí pero como se sugiere también estos días podría ser que no debido al índice relativamente alto de transmisión de persona a persona. Hay que esperar a que pase el tiempo, que conozcamos más del virus, y sepamos cómo evoluciona. En el supuesto de que no se apliquen nuevas restricciones, el riesgo de contagio en la Feria de Sevilla podría ser incluso mayor que en la Semana Santa ya que la situación habría evolucionado acumulando más casos.

P. Otra de las dudas que arrastramos: ¿para qué cerrar colegios si los niños, que pueden ser transmisores, se tendrán que quedar con los abuelos, que son los más vulnerables?

R. Es que hay que adoptar medidas y ninguna de ellas se vale por sí misma. Suspender colegios, institutos y universidades no solo conlleva la no asistencia a clase de los escolares, también se evita la movilidad en las ciudades, los transportes, los posibles contagios, etcétera, etcétera. Es evidente que poner a los abuelos a cuidar de los niños porque no hay colegios conlleva un riesgo, pero como no es el único, se habrá ponderado. Es verdad que hay otros países europeos con menos restricciones que España, pero, progresivamente, las actuaciones se irán coordinando hacia un patrón de reglas compartidas. En este virus, que por su capacidad de contagio puede hacer evolucionar el panorama rápidamente, lo peor es cantar victoria antes de tiempo. Contra este coronavirus tenemos que luchar cada uno de nosotros, respetando las normas, siguiendo los consejos, estando ojo avizor ante cualquier síntoma que detectemos en nosotros mismos para poder protegernos nosotros y a las personas que nos rodean. Hoy estamos hablando de las Fallas, de la Semana Santa o de la Feria, pero ya verá usted cómo evoluciona la concienciación de la gente. Cada vez más, los ciudadanos querrán ser responsables de su propia seguridad y se darán cuenta de que el temor o el pánico que puedan sentir también puede mitigarse con medidas que restringen temporalmente sus hábitos de vida. Antes que equivocarnos y vernos abocados a un descontrol irreversible, es mejor ir adoptando progresivamente esas medidas.

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