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"NO HE COMETIDO NINGUNA IRREGULARIDAD"

Sánchez pierde dos ministros en 101 días: el Gobierno más frágil de la democracia

La caída de Carmen Montón deja tocado al presidente, que la había avalado solo unas horas antes pese a la presión interna del PSOE

Sánchez preside su primer Consejo de Ministros, con Màxim Huerta y Carmen Montón aún en el Ejecutivo. (EFE)

Justo cuando el PSOE era un clamor pidiendo en privado la dimisión de Carmen Montón, cuando para muchos en el partido era indefendible que la ministra de Sanidad siguiera en su cargo pese a las irregularidades en su máster, justo en ese momento, Pedro Sánchez zanjó el debate. En el Senado, al filo de las cuatro de la tarde, el presidente apoyó a su ministra: "Está haciendo un gran trabajo y seguirá haciéndolo". Lo mantuvo durante cuatro horas más, las necesarias para que nuevas revelaciones sobre su 'máster fake' en la Universidad Rey Juan Carlos terminaran de derrumbar la frágil muralla de contención diseñada por Moncloa. Montón, un peso pesado del sanchismo, se suma a Màxim Huerta en un Gobierno sin precedentes, con dos ministros caídos en combate en solo 101 días. Unos dirán que es el nuevo listón ético socialista. Otros, que es la demostración de que el Gobierno salido de la moción de censura solo funciona a base de rectificaciones. Quizá sean las dos cosas.

La ministra de Sanidad dimite por las irregularidades de su máster

El día amaneció nublado para Montón. La ministra acudió a la Cadena SER acompañada del secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver. El asunto del máster llevaba en el horno una semana y Moncloa había calculado que podría contenerlo. En la entrevista, Montón ya no negó que hubiera irregularidades en su máster en estudios de género, cursado en 2010, cuando era diputada. Pero hizo como Pablo Casado y Cristina Cifuentes. Culpó a la universidad, la Rey Juan Carlos, la misma que dio sus títulos a los dirigentes populares: "Todo lo que puede haber sucedido no es responsabilidad mía".

Montón, diputada desde 2004, es el sanchismo. Montón es Ferraz. Afiliada a las Juventudes con 16 años, lleva enlazando cargos desde los 23

Entonces creció el mar de fondo en el PSOE. La mayoría de dirigentes, que el día anterior habían guardado un estruendoso silencio sobre su compañera, comenzaron a pedir en privado su dimisión. Al margen de otras irregularidades, a esa hora había dos hechos ya contrastados. 1) Siendo diputada, Montón cursó a distancia un máster que para otros estudiantes era presencial. 2) Alguien en la universidad había alterado sus notas, como ocurrió con Cifuentes. Montón solo pudo alegar que ella no sabía nada.

Había llegado a ese máster a través de Laura Nuño, conocida por sus estudios de género, delegada de Comisiones Obreras, izquierdista y mano derecha del catedrático Enrique Álvarez Conde, el del máster de Cifuentes y hoy apartado. El Instituto de Derecho Público, ya clausurado, regalaba títulos a políticos y estudiantes vip, y años después es la peor pesadilla de los que sucumbieron a sus títulos fáciles.

Carmen Montón y Màxim Huerta, las dimisiones del Ejecutivo de Sánchez.

A esas horas de la mañana, un diputado que la conoce bien pedía la cabeza de la ministra. Pero con amabilidad. "Yo la conozco y la creo. Tiene salida política, pero es que hay que explicarlo a 30 millones de personas. Y eso es muy complicado. Si perciben que no cumplimos con el listón ético que hemos puesto, tenemos un problema". Otros iban más lejos y empezaban a vislumbrar el escenario de pesadilla por el que empezaba a descender el asunto. La universidad había confirmado que investigaba la manipulación en las notas y si antes había enviado casos similares a la Fiscalía, ¿por qué este iba a ser distinto?

Todo el guion se encaminaba a una dimisión, pero primero José Luis Ábalos y después Sánchez cortaron el asunto y dieron su apoyo a Montón. El respaldo de Sánchez fue incluso más extraño, porque el día anterior el Ejecutivo se había puesto de perfil en el caso, a la espera de calibrar el tamaño de la vía de agua. Muchos en el PSOE se quedaron perplejos. ¿Qué estaba pasando por la cabeza de los estrategas de Moncloa? ¿Cómo iban a atacar a Pablo Casado si mantenían a Montón en su puesto? ¿Qué quedaba de la prometida regeneración? ¿Temía algo Sánchez de Montón o de su caso? Si Màxim Huerta cayó en un día y nadie se acordaba ya de él, ¿por qué encastillarse ahora?

Algunas preguntas tienen respuestas sencillas. Destituir a Màxim Huerta fue sencillo. Solo duró unas horas en el cargo desde que El Confidencial desveló su pleito perdido con Hacienda. Pero Huerta era una extravagancia en el Gobierno, un guiño al sector cultural, un escritor y presentador de televisión sin contactos del partido en su agenda del móvil. Su despido fue frío, sin motivos personales. Eran negocios.

Montón es todo lo contrario a Huerta. Montón, diputada desde 2004, es el sanchismo. Montón es Ferraz. Hija de socialistas y afiliada a las Juventudes con solo 16 años, lleva en política desde los 23 años, cuando fue elegida concejala en su pueblo (Burjassot, Valencia). Estudió Medicina con dificultad (se licenció en 2010, con 34 años y ya siendo diputada), fue clave en la victoria de Sánchez en las primarias. Entonces desplegó todo lo aprendido en sus lustros de militancia y se enfrentó con éxito a Ximo Puig, el presidente de la Generalitat valenciana que apostaba por Susana Díaz. Montón era la esperanza del socialismo valenciano si Puig perdía en 2019 y por eso Sánchez le hizo dejar la Consejería de Sanidad y la elevó al ministerio. Conoce a muchos periodistas políticos y se mueve bien en ese submundo madrileño.

Cuando Sánchez la apoyó, muchos en el PSOE alzaron las cejas. Se quedaban sin baza contra Casado y se comían sus palabras contra Cifuentes

Además de ser EL PARTIDO, Montón era de las ministras que estaban marcando agenda. Solo días antes el Congreso había convalidado su decreto ley para devolver la asistencia sanitaria pública a los inmigrantes sin papeles. Era una medida más simbólica que de fondo, porque la mayoría de comunidades ya estaban sorteando el veto que impuso el Gobierno del PP, pero es el tipo de cosas que busca Sánchez: políticas de impacto izquierdista sin un coste directo en los Presupuestos que arrinconen al PP y Ciudadanos. Montón devolvió el acceso a la reproducción asistida a las lesbianas —de nuevo, solo estaba fuera del sistema de salud en Murcia, Asturias, Ceuta y Melilla— y anunció su intención de eliminar el copago farmacéutico a pensionistas. Paradójicamente, el lunes, el día en que 'eldiario.es' desveló el escándalo del máster, 'El País' abría con un plan antisuicidios de Montón.

En Moncloa confiaban en que la marea fuese bajando. Al fin y al cabo, otros periodistas habían acudido antes a preguntar por su máster y finalmente no habían visto materia para publicar. En mayo, ya fue preguntada por eso en las Cortes Valencianas y dio una respuesta burocrática: "Se han cumplido los requisitos establecidos por la Universidad Rey Juan Carlos para la realización del máster sobre Estudios Interdisciplinarios de Género, como así lo acredita el título otorgado por la citada institución". Pero si en la Secretaría de Estado de Comunicación pensaban que la Diada iba a tapar la noticia o que los periódicos iban a ir relegando la importancia del asunto, se equivocaban.

Montón estaba marcando el tipo de agenda que le gusta a Sánchez. El Congreso había convalidado su decreto ley para devolver la sanidad a 'sin papeles'

Justo antes de un tsunami, el agua se retira momentáneamente. Es el movimiento que precede a la gran ola. Aquí, las palabras de Sánchez dieron la impresión de llevar la calma. Pero el silencio posterior solo presagiaba un golpe mayor. Por la tarde, La Sexta desveló que el trabajo fin de máster era en realidad un copia y pega confuso. Un trabajo sobre reproducción asistida de 52 páginas cuyas conclusiones tienen poco sentido. Montón se había negado a entregarlo a la prensa y tenía razones para hacerlo. Vale que no es una tesis doctoral, sino un trabajo para un máster en una universidad cada vez más desprestigiada, pero la maquinaria informativa estaba en marcha. Y no iba a parar. La misma que trituró a Cifuentes y que de momento —y a la espera del Supremo— solo sortea Pablo Casado. Y el Gobierno dijo basta.

Si últimamente ni Rajoy podía mirar hacia otro lado con los escándalos, mucho menos lo podía hacer un Gobierno sostenido por solo 84 diputados, nacido de una moción de censura sin precedentes y en campaña electoral permanente. A las 21:19, con la selección española ya jugando y los telediarios enfilando los deportes, y sin aceptar preguntas, Montón leyó una breve declaración en la que anunciaba su dimisión. "He sido transparente y honesta, no he cometido ninguna irregularidad". La ministra saliente agradeció su apoyo a Sánchez: "Queda mucho por hacer, pero estoy convencida de que el Gobierno de Pedro Sánchez lo va a hacer". La sustituye María Luisa Carcedo Roces, que desde el 21 de junio era la responsable del Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil.

Los socialistas confían en que la caída de Montón ponga en un brete a Casado y evidencie la división entre los dos partidos, que hay un abismo entre ambos en materia de regeneración: que los socialistas hacen dimitir a ministros por informaciones periodísticas mientras el líder del PP sigue en su puesto pendiente de que el Supremo decida si lo investiga después de que una jueza de Madrid considerase que había indicios de cohecho impropio al recibir de forma irregular un máster en Derecho Autonómico por su condición de alto cargo. Pero Casado parece inmune al escándalo que ya lleva dos trofeos políticos de primera. Soraya Sáenz de Santamaría ha tirado la toalla convencida de que no le va a pasar factura y los compromisarios del PP lo eligieron cuando ya conocían el escándalo.

Cuando el Boletín Oficial del Estado publique el cese de Montón, habrá certificado el récord de Sánchez de perder dos ministros en los primeros 101 días en el cargo. A eso hay que sumar la dimisión de la directora general de Trabajo, Concepción Pascual, por inscribir en el Ministerio de Trabajo un sindicato de prostitutas. Tradicionalmente, el primer Gobierno de cada nuevo presidente ha sido el más resistente. Los primeros gabinetes de González y Aznar duraron cerca de tres años. El formado por Zapatero en 2004 estuvo a una semana de alcanzar los dos años. El primer Ejecutivo de Rajoy, poco dado a los cambios, duró dos años y cuatro meses. La excepción a esta regla de los 'al menos dos años' fueron los primeros gobiernos de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo, que apenas duraron ocho y seis meses, algo lógico teniendo en cuenta el caldeado ambiente político de la Transición.

Al final, el respaldo de Sánchez a Montón resultó tan rotundo como aquel día que Eduardo Zaplana, siendo portavoz del PP en el Congreso, anunció que su grupo nunca apoyaría una medida del Gobierno. Repreguntado sobre la rotundidad de ese nunca, matizó a los periodistas: "Cuando digo nunca me refiero a este momento". Esto es política.

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