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la nueva residencia de iglesias y montero

Podemos se enfrenta en silencio a sus propios monstruos: un chalé de 600.000 €

Podemos irrumpió en el panorama político con una estrategia de mimetismo con las clases sociales más castigadas por la crisis en la que ahora se ha visto atrapado por la decisión de sus líderes

El chalé de Irene Montero y Pablo Iglesias.

Pablo Iglesias no es José Mujica, el expresidente uruguayo que siempre abogó por vivir con austeridad, y a quien se le tildó de populista cuando decidió permanecer en su pequeña chacra rural en lugar de trasladarse a la residencia presidencial, pero España tampoco es Uruguay. La compra de un chalé en la sierra madrileña valorado en más de 600.000 euros por parte del líder de Podemos y la portavoz del grupo en el Congreso, Irene Montero, ha vuelto a reabrir el eterno debate sobre cómo debe vivir la izquierda.

El mismo debate que inundó las redes cuando Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida, celebró su boda 'de lujo', y al que la progresía asiste entre aterradores silencios y traumas de lo que el principal dirigente bolchevique llamó “la enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”. El silencio se ha apoderado también de la dirección de Podemos. Mutismo absoluto en toda la organización. El asunto promete convertirse en arma arrojadiza por parte de los rivales políticos de la formación.

Vista aérea de la nueva propiedad adquirida por Pablo Iglesias e Irene Montero.

Las teorías contra la propiedad privada del decimonónico Proudhon convertidas en un pecado original sin posibilidad de redención. En este caso, engordadas por el pecado original de una formación que nació como antagónica a la casta y que se vio obligada a poner cifras encima de la mesa para definir lo que era un rico: quien ingrese más de 100.000 euros anuales. He aquí una decisión que puede arrojar por tierra toda una exquisita estrategia de 'marketing' político con altas dosis de populismo progresista.

Antes de formar Podemos, Iglesias criticó que se dejase la política económica del país en manos de Luis de Guindos, después de que este adquiriese un ático por el mismo precio al que él ha comprado ahora un chalé. También afirmó en plena campaña electoral para las generales, en un programa especial de la presentadora televisiva Ana Rosa Quintana con los candidatos, que le parecía “más peligroso el rollo de aislar a alguien, como los políticos que viven en Somosaguas, en chalés, y que no saben lo que es coger el transporte público o lo que cuesta un café”.

La izquierda, al contrario que los franciscanos, no hace voto de pobreza, podría comer marisco y beber Coca-Cola en función de sus posibilidades sin que estas acciones se convirtiesen en polémica, pero Podemos irrumpió en el panorama político con una definida estrategia, fruto de un excepcional contexto sociopolítico, en la que ahora se ha visto atrapado. Se quiso alejar de la 'clase política', en estética pero también en forma de vida. Iglesias siempre se reivindicó de su "barrio obrero", e incluso llegó a asegurar, también en un programa televisivo y también durante la campaña electoral para las generales, que si ganaba preferiría seguir viviendo en su piso de Vallecas, como siempre, en lugar de mudarse a La Moncloa. Como Mujica, aunque en su caso Iglesias anteponía la seguridad y lo que le indicasen los responsables de mantenerla al presidente del país. España no es Uruguay.

Pablo Iglesias e Irene Montero compran un chalé de lujo en la sierra de Madrid

La hipoteca de 1.600 euros mensuales no parece propia de las mayorías sociales a las que pretende representar Podemos. Sin embargo, el porcentaje que a ella destinarán de su sueldo Iglesias y Montero representa poco más del 30% de sus ingresos mensuales, como marcan los cánones de los asesores fiscales o las propias entidades bancarias que conceden dichas hipotecas. No se trata de que, teniendo posibilidad, los dos hijos que espera la pareja no puedan vivir con las mayores comodidades que puedan darles sus padres. Se trata de que Iglesias, como cualquier político, se ha visto rehén de la hemeroteca y, sobre todo, del 'marketing' que rodeó los inicios de Podemos como 'startup'.

Podemos se marcó un tope de tres SMI por mimetismo con las mayorías sociales castigadas por la crisis a las que esperaba representar

No en vano, la formación decidió que ningún miembro del partido ni representante público de este pudiese cobrar más de tres sueldos mínimos. Se hacía por mimetismo con las mayorías a las que esperaba representar, en un contexto marcado por la crisis económica y sus devastadores efectos sobre la clase trabajadora. Superada esta fase, la formación se planteó levantar esta restricción de la limitación de salarios. No lo hizo por cautela, temerosa de las consecuencias que pudiese tener en la imagen que proyectaba el partido con sus potenciales votantes. Ahora, el veto lo han levantado indirectamente sus dos principales dirigentes.

Podemos pasa así a otra fase, de forma brusca y sin calibrar las consecuencias, como se desprende de la falta de argumentario interno para contrarrestar el golpe. En el documental que Fernando León de Aranoa dedicó a la formación, se captaron unas imágenes en las que una eurodiputada entraba al recién estrenado despacho de Pablo Iglesias en la sede del partido y mostraba su asombro por que tuviese un sofá. “¡Ya tienes un sofá!”, exclamaba. El confort no se asociaba a los dirigentes del partido, y menos aún la ostentación. Una anécdota que reflejó para muchos un primer desclasamiento que se consumaría con la compra del lujoso chalé.

El listón se había situado muy alto, tanto la táctica como la estrategia así lo exigían, en unos momentos en los que el CIS señalaba que los políticos y los partidos eran uno de los principales problemas del país para los españoles. Unos índices que vuelven a incrementarse en el último barómetro, precisamente coincidiendo con la polémica compra del chalé. Podemos se enfrenta ahora a sus propios monstruos, mientras la derecha desempolva los manuales del populismo reaccionario para tomar la revancha. "Todos somos iguales, bienvenido a la casta".

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