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el presidente declara en el caso gürtel

Ironía, evasivas y galleguismos... Rajoy despacha su 'paseíllo' por Gürtel

Con sorna y su habitual tono parlamentario, se desliga de tareas financieras y apela al sentido común para sortear una 'encerrona' judicial rodeada de muestras de fuerza del Gobierno

Mariano Rajoy, durante su comparecencia en la Audiencia Nacional en el marco del caso Gürtel. (EFE)

Mariano Rajoy no aparcó su ironía ni cuando se sentó ante el tribunal de la Audiencia Nacional. Cómodo, como cuando se arrellana en su escaño del Congreso de los Diputados, el presidente del Gobierno incluso dibujó sonrisas moderadas tras varias de las interpelaciones de su tocayo, el letrado José Mariano Benítez de Lugo, representante legal de la Asociación de Abogados Demócratas de Europa, la acusación popular que pidió la comparecencia del jefe del Ejecutivo en el marco del juicio por el caso Gürtel, un culebrón que ya acumula más de un centenar de sesiones.

Rajoy estaba citado a las 10:00. El coche oficial llegó a la sede de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares, fortificada con un perímetro policial extraordinario, a las 9:47. Accedió por el garaje por razones de seguridad, evitando también cualquier imagen del protagonista entrando al recinto del alto tribunal, y subió directamente a la sala de espera sin ser visto por los periodistas. A las 10:07, cuando el magistrado de la Sección Primera de lo Penal Ángel Hurtado le dio permiso, el testigo más mediático que ha pasado por este procedimiento apareció en escena.

Con traje y corbata oscuros, atravesó los 15 metros que separan la zona de espera de la silla y la mesa que los magistrados habían permitido colocar a la derecha del tablero presidencial. Andando con paso firme y rápido, como cuando hace ejercicio, Rajoy llegó al sitio especial que le habían habilitado no tanto por razones de seguridad como de mantenimiento de la imagen de la figura del presidente del Gobierno, privilegio que había reclamado Moncloa y que los tres magistrados de la sala le concedieron. Se sentó, miró al público, sonrió con la boca cerrada y juró decir la verdad.

Rajoy arrancó dejando claro que él "nunca" se ha ocupado "de cosas de contabilidad" ni de asuntos económicos. También negó haber recibido aportaciones en efectivo del partido, ni siquiera haber oído que existieran. "Si no recibía sobresueldos, ¿tampoco sobres?", le interrumpió el letrado de la acusación popular. "No parece un razonamiento muy brillante", respondió el líder del PP con su habitual sorna parlamentaria, un comentario que provocó murmullos y arrancó sonrisas a los asistentes.

El presidente del Gobierno, a su llegada a la Audiencia Nacional. (Reuters)

Solo ante la representante de la Fiscalía, Concepción Sabadell, evitó los sarcasmos el presidente del Gobierno. También por el tipo de cuestiones que ésta planteaba. Nada que ver a cuando el letrado Benítez de Lugo le preguntó, por ejemplo, si conocía las obras que tuvieron lugar en Génova. "Sí, yo iba a Génova y veía que estaban haciendo obras", respondió sin despeinarse, casi con el mismo nivel de detalle que a las contrapreguntas, aferrado al mismo guion. "Como le he reiterado en varias ocasiones, desconozco el tema porque yo no llevaba asuntos económicos".

La fiscal, sin embargo, expresó cuestiones de forma más productiva desde el punto de vista jurídico. "¿Quién daba explicaciones sobre las cuentas al comité ejecutivo?", le planteó Sabadell en un momento dado, a lo que Rajoy respondió que era "el tesorero" el que lo hacía, pero que allí "se presentaban los presupuestos y las cuentas y nunca había debate, se aprobaban y ya está". "Jamás asistí a un debate sobre presupuestos en los 30 años que llevo en el comité ejecutivo del partido", añadió.

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En el tira y afloja de los letrados y el testigo, el magistrado Hurtado intervino tantas veces como consideró para centrar la atención. "Ya le ha dicho que no conocía los asuntos económicos, es absurdo seguir por ahí". Y así una detrás de otra, pese al riesgo de que pudieran interpretarse como capotazos para arropar a Rajoy. "No tiene sentido entrar en una dinámica que no nos conduce a nada; no quiero entrar en debates con abogados; vamos a regirnos por las reglas del proceso", interpeló en otro quite, dejando al letrado de la acusación sin resquicios para voltear las respuestas del presidente del Gobierno.

Rajoy siguió al pie de la letra el guion. Él tenía un puesto político y se dedicaba a marcar la estrategia política, no a la contabilidad ni a hacer los presupuestos. Dicho eso, reconoció las dos reuniones en las que el entonces tesorero del PP, Álvaro Lapuerta, le transmitió los problemas que había con Francisco Correa. En la primera, relató Rajoy en varias ocasiones y, según dijo, "con meridiana claridad", Lapuerta le habló de los problemas que había con un proveedor que estaba "usando el nombre del partido en algunos municipios de Madrid". Más allá de que pudiera haber temas legales, "decidimos no volver a contratar con él".

El Ministerio del Interior ha desplegado un dispositivo policial sin precedentes, con un perímetro de 200 metros en torno a la Audiencia Nacional. (EFE)

Sobre la segunda reunión, celebrada entre Rajoy, Lapuerta y Esperanza Aguirre, también a colación de las sospechas que había en algunas localidades madrileñas, el testigo resolvió su explicación señalando a la exlideresa de la Comunidad de Madrid, a la que dio el mandato de tomar las decisiones adecuadas al respecto. Tampoco sudó a la hora de despachar la carta que le remitió el imputado Álvaro Pérez para reclamarle dinero. "No sé si la recibí, lo desconozco absolutamente, recibo miles de cartas al día", respondió. "Fíjese, una carta de finales de 2003, cuando yo estaba exclusivamente dedicado a ser candidato a las elecciones".

Pero durante el interrogatorio, los momentos de seriedad se alternaban con los más informales, que aparecían en los momentos más inesperados. "Tras la derrota del PP, usted se fue a Canarias a descansar con su familia. ¿Quién pagó ese viaje?", preguntó Benítez de Lugo. "Mi partido, hasta donde yo sé", respondió Rajoy. "Eso es una contestación gallega", le salió de dentro al letrado, que rápidamente fue puntualizado por el presidente del Gobierno. "La contestación tiene que ser gallega porque no puede ser riojana", afirmó, mientras el magistrado trataba de poner orden de nuevo.

En otro momento, tras ser interpelado por la empresa que utilizaba Correa para organizar los viajes del partido, Rajoy volvió a responder con su habitual tono. "No tenía ni la más remota idea de cuál era la agencia de viajes del PP, como tampoco conozco la que utiliza ahora; yo no sacaba los billetes, los sacaba mi secretaria", explicó el presidente, quien también aseguró tener entre 10 y 12 reuniones al día para justificar que no se acuerde de todo lo que se trataba en ellas, ni siquiera de quién acudía a las mismas. Y en ese fuego cruzado de preguntas y respuestas, la sangre nunca llegó al río.

Decenas de manifestantes, junto a la sede de la Audiencia Nacional. (EFE)

En total, y pese a la celeridad del juez, la comparecencia de Rajoy se alargó durante dos horas. Y no es que fuera solo por el aluvión de preguntas, que las hubo y hasta repetidas, sino por el toque berlanguiano que dio pie a una interrupción a media sesión: problemas de acople de sonido en la transmisión del directo. Tras acabar, el jefe del Ejecutivo salió por donde había venido y se llevó consigo el ejército de hombres de traje con pinganillo que desde primera hora de la mañana había custodiado la sede de la Audiencia Nacional de San Fernando de Henares, donde se celebran la mayor parte de los juicios del alto tribunal.

Todo el espectáculo quedó dentro del edificio. Fuera solo hubo un centenar de personas congregadas para abuchear a Rajoy, aunque también los había para arroparle. Los primeros, coordinados por la plataforma Rodea el Congreso, exhibían banderas republicanas y gritaban contra el Partido Popular. Los segundos, por su parte, mostraban carteles de apoyo bajo los lemas 'El PP es honrado, las urnas han hablado' o 'Yo voté al PP, arrésteme a mí también'. Las dos Españas madrugaron para hacer ruido a la puerta de un juzgado.

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