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EL PSOE QUE SALE DEL 39º CONGRESO FEDERAL

Sánchez arranca su mandato con el tirón a su ejecutiva y la misión de echar pronto al PP

El líder comienza su segunda era con un aviso: su dirección es la que ha tenido el menor respaldo en más de 20 años. Apuesta por construir una mayoría alternativa y endurecer la oposición al Rajoy

Pedro Sánchez, durante su discurso de clausura del 39º Congreso Federal, este 18 de junio en el pabellón 3 de Ifema de Madrid. (EFE)

El reinado de Pedro Sánchez ya ha comenzado. El nuevo PSOE que preconiza el secretario general es el de un partido que muda de piel sin perder del todo sus anclajes históricos, que se hace más presidencialista y "democrático" —"cesarista" y "populista", oponen sus críticos— y que se reivindica como la "izquierda real de gobierno" pero sin complejos, que aspira a representar las demandas del 15-M y a consolidarse como la "esperanza de futuro" de buena parte de la sociedad. Pero ese nuevo PSOE nace con una debilidad de origen: el menor respaldo a su ejecutiva en más de 20 años.

El secretario general tiene las manos libres para hacerlo. Y no es una frase hecha. Tras el 39º Congreso Federal al que este domingo se echó el telón en Madrid, con un multitudinario mitin ante miles de militantes y simpatizantes —unos 8.500, según la generosa cifra facilitada por la organización—, Sánchez amasa un poder del que sus antecesores no disfrutaron, si se quita de la lista a los dos expresidentes del Gobierno, reforzados por las urnas. No logró tanto control ni Joaquín Almunia, ni Alfredo Pérez Rubalcaba ni, desde luego, el primer Pedro Sánchez, maniatado casi desde el principio por unos barones con los que él acabó rompiendo toda interlocución también muy pronto. Ahora, en 2017, las cosas han cambiado. El segundo Pedro Sánchez goza de un poder inmenso, indiscutido, para pilotar la agrietada nave socialista: para serenar las aguas internas (o avivar el fuego, según cómo se mire), para mantener encendida la llama de la épica de un David que consiguió vencer al Goliat del 'establishment' del PSOE y para trabajar "sin descanso" para desalojar cuanto antes al PP de La Moncloa.

Los barones que se opusieron a él, empezando por Susana Díaz, bajaron los brazos tras las primarias del 21 de mayo y le dejaron el camino expedito. Que hiciera el equipo que quisiera, que sacara su proyecto adelante y que les dejara tranquilos en sus territorios. Sánchez operó en consecuencia, legitimado por el 50,26% de los votos de los militantes en las urnas. Ha compuesto una ejecutiva absolutamente monocolor, de 49 miembros —29 hombres y 29 mujeres (el 40,82%)—, que definió como "plural, intergeneracional, paritaria y diversa". Pero no hay un solo susanista y solo se ha permitido una concesión con el tercer candidato: incluirlo a él mismo, a Patxi López, en su dirección, aunque en una cartera potente, la secretaría de Política Federal.

La cúpula obtuvo un respaldo del 70,50%, frente al 86,19% de hace tres años, aunque si se compara con las primarias, el apoyo crece (tenía un 50,26%)

Al tiempo, despobló el comité federal —el órgano de control, el 'miniparlamento' del PSOE— de referentes y notables e incorporó a cuadros medios que hasta ahora no habían tenido recorrido en la política nacional. En el máximo escalón de poder sí están sentados susanistas y patxistas, aunque las cuotas se han pactado por territorios, no por candidaturas, y el peso de ambas familias es más reducido del que obtuvieron el 21-M.


Comité federal sin referentes

Los delegados lanzaron un mensaje a la primera de cambio. Fue a través de la votación de los órganos. La ejecutiva de Sánchez obtuvo 674 votos a favor (el 70,50%), 274 blancos y 8 nulos. Son 20 puntos más que el cosechó en las primarias de mayo (50,26%), pero queda lejos del 86,19% de aprobación de su primera dirección, la de 2014. Ese 70,50% es el porcentaje más bajo de apoyo de los últimos congresos. Así, la cúpula de Rubalcaba, en 2012, recabó el voto del 80,4% de los delegados, mientras que la de Joaquín Almunia en 1997 fue avalada por el 73%. En estos tres casos, los números están por debajo de los cónclaves ganados por José Luis Rodríguez Zapatero, que logró un respaldo a su dirección del 90,2% en 2000, del 96,10% en 2004, ya en La Moncloa, y del 98,92% en 2008.

Los críticos acusan al líder de "sectarismo", pero en su equipo celebran un apoyo tan alto para haber configurado una cúpula fiel y sin concesiones

El 70,50% conquistado por la segunda ejecutiva de Sánchez —el mismo porcentaje que obtuvo, por cierto, el comité federal— es una señal de aviso que, sin embargo, no tendrá traducción práctica dado el poder del que dispone y acallamiento de las críticas públicas. "En realidad, es un apoyo muy alto para haber configurado una dirección absolutamente a la medida de Pedro, sin concesiones territoriales o a sectores", expresaba uno de los miembros de la cúpula. "Pedro tenía más interés en señalar a los vencidos que en gestionar inteligentemente su victoria", advertía una diputada que se teme la misma 'purga' en el grupo parlamentario, de mayoría susanista. Los críticos no podían ocultar su malestar por el "sectarismo" del secretario general —expresión usada, por cierto, por el portavoz parlamentario asturiano, Fernando Lastra, lugarteniente de Javier Fernández—, una acusación que hilaban con lo que ya ven como una segunda parte de la batalla: los congresos regionales en los que pretende desplazar a los barones contrarios. "Quiere romper con todo lo anterior y quiere vengarse. Le mueve eso: ruptura y venganza", opinaba una dirigente que conoce bien las entrañas del PSOE. Sin embargo, esa irritación no implicará un cuestionamiento del líder, al menos hasta las próximas elecciones.

Arranca la segunda era de Sánchez: plurinacionalidad y refuerzo de la izquierda como principales cambios

Las urnas serán el siguiente jalón para un Sánchez que tiene como prioridad volver a conectar el PSOE con aquellos que lo abandonaron hartos, cree, de su falta de credibilidad. Ayer domingo, en la clausura del 39º Congreso, presentó las credenciales de su hoja de ruta. Muchas puntadas ya estaban esbozadas en su campaña de primarias, otras se remontaban a meses atrás, a los meses que sucedieron a las generales del 20-D.

Sánchez se dirigió primero a los indignados, a los que llenaron las plazas el 15 de mayo de hace seis años. "A todos ellos les decimos que su demanda de regeneración aún insatisfecha, pronto será una realidad. Que trabajaremos unidos para hacer una política limpia, participativa, independiente de los poderes económicos que garantice una Justicia libre de injerencias y extirpar la corrupción de nuestra democracia. Somos la izquierda de Gobierno. Con ejemplaridad y solvencia, aspiramos a representar a quienes gritaban que nadie les representaba". Ese guiño no era fruto de la casualidad en un discurso que llevaba escrito y que siguió prácticamente al pie de la letra —sin 'teleprompter', por cierto, a diferencia de 2014—, sino un intento de que el PSOE se convierta en el depositario y la referencia del 15-M, en "el partido de la izquierda" de España. El PSOE y no Podemos. Porque si hay una idea vertebral que recorre la estrategia de Sánchez es el acercamiento a los votantes de la formación morada como primer paso para la vuelta al Ejecutivo.


La carta que jugará en las urnas

Ese es el objetivo inequívoco: "Hoy el reloj del PSOE y el de España marcan la misma hora. Hoy el PSOE pone rumbo a La Moncloa", solemnizó. Es "el nuevo PSOE que es el PSOE de siempre, el que nunca tuvo miedo a cambio", apostilló, deslizando la idea de que Díaz representaba ese PSOE menos valiente y conservador.

Sánchez se compromete a impulsar un "espacio de negociación y acuerdo" con Podemos y C's, pero tampoco precisa cómo lo articulará

¿Y con qué materiales? Con los empleados tras el 20-D y el 26-J: la ambición de construir una entente con Podemos y Ciudadanos. Lo dijo meridianamente claro en uno de los pasajes centrales de su discurso: "Trabajaré sin descanso para conseguir una mayoría parlamentaria que cierre esta etapa negra de Gobierno del PP". "El cambio depende de tres fuerzas políticas", señaló, en clara alusión a Podemos y Ciudadanos, "pero si continúan los vetos, el PSOE hablará claro y dirá a los votantes progresistas que en las próximas elecciones apoyen mayoritariamente al único partido que lo puede garantizar, que es el PSOE". Ese fue el eslogan, de hecho, con el que compareció en las generales de junio: 'Un sí al cambio', intentando asociar el desalojo del PP de La Moncloa única y exclusivamente a los socialistas. Esa estrategia, en aquel momento, fracasó, pero la dirección confía en que el nuevo PSOE y la fortaleza del anclaje ideológico del partido ayuden a ese objetivo.

Pedro Sánchez se erige en esperanza del 15-M y tiende la mano a fuerzas del cambio

Sánchez aseguró que, mientras esas elecciones llegan, el PSOE está "abierto al diálogo" con Podemos y C's, "respetando la autonomía de cada organización", pues con esa interlocución se pueden "revertir" las políticas de la derecha. Por eso el secretario general se comprometió a impulsar un "espacio de negociación y acuerdo" con las "fuerzas del cambio" en las Cortes, teniendo como prioridades la consecución de empleo con salarios decentes, la reindustrialización del país, la reconstrucción del Estado del bienestar, la resolución de la crisis territorial y la lucha contra la corrupción. Fuentes del equipo del líder subrayaban que esas palabras no significaban más que intensificar el trabajo con los dos partidos en cuestiones concretas. Por ejemplo, la reforma de RTVE, que ya está en el horno. Más precisiones tampoco hubo.

Pero esa aspiración parece abocada al fracaso. No solo se apreció la incompatibilidad manifiesta entre Pablo Iglesias y Albert Rivera en el debate de la moción de censura. Las dos formaciones volvieron a cerrar la puerta a un pacto a tres cuando Sánchez hizo esta misma apuesta en una tribuna de opinión la semana pasada.

Pedro Sánchez hará "una oposición de Estado", pero "enfrente del Gobierno" del PP

Mirada corta al pasado

El secretario general desgranó los grandes 'claims' de su proyecto, que englobó bajo el rótulo "soluciones justas", el lema de campaña del exministro Ángel Gabilondo, a quien promocionó para las autonómicas madrileñas de 2015 y quien ayer estaba presente en el mitin. Tocó desde los recortes a la reforma laboral, la degradación del planeta, la lucha contra la violencia machista o la lucha contra la desigualdad. "Soluciones justas", reiteró, frente a las "soluciones sin justicia y sin derechos del PP". Sánchez adoptó el tono duro, durísimo contra el Gobierno de Mariano Rajoy. El que tocaba. Y prometió una "oposición de Estado", "enfrente" de un Ejecutivo que a su juicio ha violado la Constitución y "corrompe todo lo que toca". O sea, una oposición sin concesiones al PP que solo deja espacio al entendimiento para cuestiones de Estado, como la política antiterrorista.

Otra línea básica de su discurso es la España "plurinacional" asumida por el congreso y la defensa del "catalanismo" político

El líder estrenó la nueva visión territorial que ha logrado que todo su partido asuma en el 39º Congreso —no sin fricciones—: la España "nación de naciones" como concepto eficaz para salir del "fatalismo" del PP y el vendaval independentista. La solución, agregó, está en ese Estado "plurinacional" y en la reforma federal de la Constitución, en la reivindicación del "catalanismo" (que no soberanismo) político.

El nuevo PSOE mira atrás lo justo. Sánchez se ha hartado de decir en campaña que los desempleados, los jóvenes sin futuro, o los que padecen la desigualdad no dan tanta importancia a quién construyó ese Estado del bienestar ahora en demolición, sino que piensan en cómo resolver su porvenir. Hizo una reivindicación genérica del "orgullo" de los avances que trajeron los Gobiernos socialistas, pero sin recrearse en ellos. Delante no tenía ni a González, ni a Zapatero. Ni a Rubalcaba. Ni siquiera a Susana Díaz, de viaje a París, o a Javier Fernández. El pasado del PSOE no estaba allí para recordárselo. La mayoría de barones sí le acompañaban, pero no todos en la fila cero, sino casi resguardados entre sus delegaciones, o en los márgenes del escenario. El protocolo antiguo se había roto.

Pedro Sánchez: España "quiere a Cataluña"

Heredero de Chacón

Sí sorprendió, en cambio, que se proclamara heredero de Carme Chacón y de aquellas palabras suyas en el congreso de Sevilla de 2012 que perdió contra Rubalcaba. "Si decimos izquierda, hagamos izquierda", decía la exministra, fallecida el pasado abril. Sánchez recogió ese testigo, pese a que él no la apoyó en aquel cónclave ni ella apostó por él en este último proceso de primarias, pues su candidata era Díaz. "Hemos dicho izquierda, hagamos izquierda. Hemos dicho cambio, hagamos realidad el cambio", se despidió Sánchez remedando a Chacón.

Pedro Sánchez, rodeado de su nueva ejecutiva, en la clausura del 39º Congreso Federal. (Reuters)


El nuevo PSOE, ese que terminó su congreso como el PSOE de siempre, con 'La Internacional' y el himno del partido de banda sonora —aunque también sonó, en el arranque, Guns N' Roses—, tiene que empezar a perfilar su proyecto. Materializarlo. Irlo construyendo. Sánchez tiene mimbres: un poder indubitado y una legitimación enorme. Claro que el ambiente puede emponzoñarse si la guerra continúa en los territorios. Es el segundo capítulo que empieza ya. Este lunes.

La primera tarea: las direcciones de grupos en Congreso, Senado y Parlamento Europeo

Primera cita en Ferraz de la nueva era de Pedro Sánchez: reunión, a las 10:30 horas, de la ejecutiva federal al completo. La primera decisión será renovar las direcciones de los grupos institucionales. 

En el Congreso, el secretario general propondrá que asuma las riendas como portavoz la magistrada Margarita Robles. Con ella estarán, con bastante probabilidad, la nueva vicesecretaria general, Adriana Lastra, y regresará la balear Sofía Hernanz. La catalana Meritxell Batet se mantendrá previsiblemente en la cúpula parlamentaria. 

En el Senado, el nuevo portavoz será, casi con seguridad, el burgalés Ander Gil, de 43 años. Y, como jefa de la delegación socialista española en Bruselas, Sánchez situará a la vallisoletana Iratxe García, secretaria de Asuntos Europeos de su ejecutiva, y que ya fue portavoz en la Eurocámara durante su primer mandato.

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