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POR AFECTAR A LA PARTE BUENA DEL NEGOCIO

El consejo del Banco Popular reprocha a Saracho su plan para vender el banco

La crisis del Popular ha incendiado al consejo, que la semana pasada se rebeló contra el presidente por no encontrar una solución y afectar a la parte buena del banco.

Emilio Saracho (c), junto a su antecesor en la presidencia del Popular, Ángel Ron (i).

"Enfado monumental". Así califican varios miembros del consejo de administración del Banco Popular la actitud de la práctica totalidad del órgano de gobierno hacia su presidente, Emilio Saracho, al que culpan de llevar a la entidad a la situación compleja en que se encuentra: en riesgo de resolución si no aparece un 'mirlo blanco' que la compre a última hora. Uno de sus componentes, molesto con la actual situación, espetó durante la reunión del miércoles pasado que "para esto, nos quedábamos con Ángel Ron". Este descontento ha dado su primera muestra visible con la dimisión este lunes del representante de Crédit Mutuel como miembro del consejo.

El consejo del 31 de mayo fue el más tenso que se recuerda en el Popular, según fuentes cercanas al órgano. Casi todos los representantes de los principales accionistas —la sindicatura de las familias históricas, el grupo mexicano Del Valle, Allianz y Crédit Mutuel— dirigieron gruesas palabras al presidente, a quien reprobaron su plan para encontrar una solución que devuelva algún valor a los inversores y su poco acierto por preservar el 'banco bueno', la parte comercial con negocio de pymes (la joya de la corona), al extenderse la desconfianza sobre toda la entidad.

Respecto al primer punto, los consejeros más críticos recordaron al presidente que lo ficharon por su 'expertise' y prestigio en banca de inversión (JP Morgan), con la misión de buscar una solución que les permitiera recuperar algo de su inversión; los Del Valle, por ejemplo, se conformaban con llegar el precio de la ampliación de hace un año (1,25 euros) según otras fuentes. Sin embargo, Saracho no ha podido encontrar alguna factible más allá de realizar otra macroampliación de capital, propuesta a la que todo el consejo se opuso: "Para eso no hacía falta fichar a nadie; ampliar capital lo sabemos hacer nosotros solitos, era la solución fácil, pero nadie la quería porque suponía nuevas pérdidas ya irrecuperables".

"Lo único que ha puesto en marcha como alternativa es un proceso de venta atropellado, a la desesperada, en una posición de clara debilidad y sin dar tiempo para que los compradores examinen el banco; peor aún, sin darles información fiable, al admitir públicamente que no sabe cuál es el valor de los activos inmobiliarios", añaden estas fuentes. "En esas condiciones, habría sido un milagro que alguien hiciera una oferta a un precio mínimamente aceptable".

El valor de la franquicia

Pero lo peor, a juicio de los críticos del consejo, no es eso, sino que con este proceso ha conseguido sembrar una desconfianza total en la clientela del banco y, con ello, afectar a la banca comercial, la parte más valiosa del Popular. En su opinión, el gran error de Saracho fue anunciar en la junta de accionistas de abril que o hacía una ampliación, o tenía que vender el banco. "Cuando un presidente dice eso, es que la suerte está echada y al banco le quedan pocas opciones a su alcance", sostiene un prestigioso gestor de fondos español.

Esta desconfianza ha afectado a la tendencia existente de retirada de depósitos, pese a los esfuerzos del banco para retener a los clientes, a la actividad crediticia y a la desmoralización de la plantilla. El escenario ideal que maneja la red es que el comprador planteara un ERE con mejores condiciones que las ofrecidas por el Popular el año pasado, las peores de todos los procesos de reducción de capacidad del sector. Todo ello, al final, lastra el valor del 'banco bueno', lo que dificultaba todavía más la venta: "Si no sabes cuánto es lo malo y lo bueno cada vez vale menos, nadie se va a arriesgar a hacer una oferta", sentencia otra de las fuentes consultadas.

La sombra de Ron

Vista de una sucursal del Banco Popular. (EFE)A esta dificultad de Saracho para encontrar una solución se suman sus elevados emolumentos: una prima de fichaje de cuatro millones que, con todos los conceptos, puede reportarle cerca de seis millones este año. "No se sabe muy bien qué ha estado haciendo desde que tomó posesión en febrero, o mejor, desde que lo nombraron en diciembre. No ha puesto en marcha ninguna operación para sanear el ladrillo, solo ha vendido los activos más pequeños y fáciles de colocar, no ha sido capaz de negociar con nadie una venta aceptable (que es para lo que se supone que vale), ni de estimar cuál es la verdadera situación del banco, ni siquiera de mantener el negocio que existía cuando él llegó", según los consejeros más críticos.

A lo cual se suma una política de comunicación incomprensible para muchos, basada en constantes desmentidos que, en realidad, no desmienten las informaciones de prensa, sin ningún mensaje proactivo de tranquilidad ni de confianza. Sus defensores argumentan que Saracho no es un experto en banca comercial, sino corporativa, y que no era consciente de la dimensión del problema del Popular. Pero tampoco ha sido capaz de demostrar esa 'expertise'. El resumen de estas críticas es la frase que espetaron a Saracho el miércoles: "Para esto, nos habíamos quedado con Ron". Una bofetada donde más duele.

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