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  1. Economía

LA ÍNFIMA NATALIDAD HA VENIDO PARA QUEDARSE

Nunca hubo tan pocos niños en España: del máximo de Almería al mínimo de Zamora

Los investigadores califican la estabilidad laboral como "un requisito previo para la formación de una familia". En caso de no mejorar, "la tasa de fecundidad muy baja se mantendrá indefinidamente"

Un niño se refresca del calor. ¿O tal vez está esperando a algún compañero de juegos que no llega? (EFE)

Año 1979. De cada 100 personas que vivían por aquel entonces en la provincia de Soria, 5,66 tenían menos de cinco años. Cuatro décadas más tarde, este porcentaje se sitúa en los 5,57 niños en Almería. Entre ambas cifras, hay una distancia mayor de la décima que las separa matemáticamente. En plena Transición democrática, Soria era la región con menos niños, mientras que Almería puede presumir de ser actualmente el territorio con más menores de cinco años. Es decir: la provincia ‘menos infantil’ hace cuatro décadas tenía más niños que la región ‘más infantil’ en 2019.

Durante el último medio siglo, España se ha vaciado de niños. Las últimas cifras de población publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) evidencian que el porcentaje de menores de cinco años se encuentra en mínimos históricos (4,40%), superando de esta forma el anterior mínimo de 1999. Lo mismo ocurre en 27 provincias, entre ellas Almería, Alicante, Málaga o Murcia. En 40 años, la proporción de niños sobre el total de la población española ha caído a la mitad.

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La inmensa mayoría de los estudios, incluidos los del FMI, ponen de manifiesto la influencia directa y decisiva de la estabilidad económica de las parejas en la natalidad, de ahí que todos estos informes achaquen la caída del número de niños de los últimos años a un factor clave: la precariedad laboral. “Dado que la estabilidad laboral se ha convertido en un requisito previo para la formación de una familia, la elevada tasa de desempleo entre los jóvenes y la precariedad de muchos de los que trabajan son claramente obstáculos de primer orden que inhiben la procreación”, expresan Teresa Castro-Martín y Teresa Martín-García en un 'paper' publicado en 2013 por La Caixa.

Las investigadoras del Consejo Superior de Investigadoras Científicas (CSIC) también apuntan al marco institucional y político, la conciliación de la vida laboral y la "(des)igualdad de género" como otros factores que explican el descenso de la tasa de fecundidad en España. "Si no se abordan con éxito los problemas de la precariedad laboral, las desigualdades de género y los desequilibrios trabajo-familia, el pronóstico es simple: la tasa de fecundidad muy baja se mantendrá indefinidamente".

“Son soluciones a largo plazo que tienen que ver con la estabilidad económica y que no entran en las ideas de un Gobierno que toma decisiones a corto plazo”, afirma Diego Ramiro, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC. Y añade: “Lo que se puede decir desde la demografía es que se tienen que dar las condiciones necesarias para que una pareja tenga la seguridad y la confianza económicas de, primero, tener un hijo y luego poder mantenerlo en el medio y largo plazo”.

Fallos en el ejemplo nórdico

Los países nórdicos, especialmente Finlandia y Suecia, siempre se han visto como un ejemplo para la crianza de los niños gracias a los largos permisos remunerados tras el nacimiento y a la financiación por parte del Estado de la denominada ‘canastilla’ con ropa, sábanas y juguetes para los recién nacidos. Pese a todos estos cuidados públicos, la tasa de fecundidad ha caído en los últimos años en ambos países. La causa se vuelve a encontrar en la economía.

"Lo que está ocurriendo es una inflación en el precio de la vivienda y las parejas no pueden hacer todo compatible: comprar o alquilar una vivienda, mantener el hogar y tener un hijo. Lo que deciden entonces es retrasar la edad de la maternidad hasta que tengan dinero suficiente o la situación económica mejore”, explica Ramiro.

El problema surge cuando la situación económica no mejora y la edad de la mujer avanza, apareciendo entonces los problemas de fecundidad para tener un hijo. A ello hay que sumar que la caída de nacimientos ha causado consecuentemente una reducción del número de mujeres en edad fértil (de 15 a 49 años), un porcentaje que también se encuentra actualmente en mínimos históricos en España.

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La edad media de la madre al tener el primer hijo ya se sitúa por encima de los 32 años, lo que significa que en caso de haber un segundo, la madre podría tener más de 35 años, acercándose a la edad donde empiezan a aparecer más riesgos para el embarazo. “Y con esa edad, lo que es seguro es que no va a haber un tercer hijo”, apunta el director del CSIC.

Este fenómeno contrasta con la situación que se vivía hace algunos años, con dos curvas de natalidad diferenciadas: una para el conjunto de la población, que tenía el primer hijo cerca de los 30 años, y otra para las parejas con bajo nivel educativo, que solían ser padres antes de los 25 años. “Estas dos curvas han desaparecido recientemente y se han fusionado en una única curva, donde el primer hijo se tiene a principios de los 30”, señala Diego Ramiro.

Más nacimientos gracias al 'boom' económico

La incidencia decisiva de la economía en la procreación se observó durante los años del ‘boom’ de la primera década del siglo XXI. Tras tocar suelo en 1999, con un porcentaje de niños que se situó en el 4,54% de la población, la tasa repuntó en los 10 años siguientes hasta el 5,37%. Pero con la crisis desencadenada en 2008 y la llegada en los últimos años de la precariedad laboral para quedarse, el porcentaje de menores de cinco años se precipitó hasta el mínimo histórico del 4,4%.

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Diego Ramiro explica que el aumento de la natalidad durante los años del ‘boom’ se debió sobre todo al aumento de la fecundidad de las parejas con menor nivel educativo, con estudios primarios y secundarios. “Estas personas se beneficiaron del ‘boom’ económico, al entrar en el mercado laboral, pero con la crisis también salieron antes que las personas con mayor nivel educativo”, abunda. Pero en plena crisis, en un contexto de caída de los precios, se vivió el efecto contrario: la que aumentó fue la fecundidad de las parejas con mayor nivel educativo, debido a que gozan de empleos con mayor estabilidad y salario.

Todo ello deja una pregunta en el aire: ¿el número de hijos será en el futuro un indicador del estatus económico de una familia? “En los países nórdicos, ya está pasando que la fecundidad de las mujeres universitarias es mayor que la de aquellas con estudios inferiores, porque tienen mejores perspectivas de empleo”, subraya el director del CSIC. Y sentencia: “Tenemos que conseguir una economía donde tengas una estabilidad en el empleo a largo plazo y unas condiciones de apoyo a la familia mucho más desarrolladas. Pero todas son medidas a largo plazo, no de un día para otro”.

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