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  1. Economía

Magnifica los problemas comerciales

Europa tiene un gran problema económico y no es Trump, es la productividad

La eurozona suma tres trimestres consecutivos de caída de la productividad por trabajador, el peor dato desde la crisis. Los problemas de oferta agravan las consecuencias de la guerra comercial

Fábrica siderúrgica en Salzgitter, Alemania. (EFE)

Italia entró en recesión a finales de 2018, Alemania probablemente lo esté haciendo a lo largo de este verano y Reino Unido también está muy cerca. La guerra comercial ha afectado gravemente las exportaciones, que son el principal motor de crecimiento de la región. Sin embargo, toda la culpa de los malos datos económicos de la región no responde al enfrentamiento entre Donald Trump y Xi Jinping. Es el momento de hacer autocrítica en Europa.

La industria europea ha sido referente mundial durante las últimas décadas, pero en los años más recientes se está quedando atrás en el salto tecnológico por su incapacidad para ser líder. Un ejemplo simple es que las grandes empresas ‘tech’ han surgido en EEUU y China, mientras que Europa se limita a fabricar algunos de sus componentes.

Los pobres resultados del tejido productivo europeo se reflejan en la caída de la productividad. La eurozona suma ya tres trimestres consecutivos con la productividad por trabajador en negativo (en tasa interanual corregida de estacionalidad y calendario). Eso significa que cada trabajador genera menos PIB que hace un año. Esta noticia es peligrosa para el Viejo Continente, ya que la productividad del tejido productivo europeo fue clave para lograr el superávit por cuenta corriente de miles de millones de euros de los últimos años.

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Los datos adelantados de Eurostat para el segundo trimestre del año muestran los problemas de productividad recientes. Entre abril y junio, se redujo la producción por trabajador un 0,1% respecto al mismo periodo del año anterior, y en los dos trimestres anteriores se redujo un 0,1% y un 0,2%. Se trata de la peor caída de la productividad desde la crisis, ya que durante toda la fase de la recuperación Europa logró compaginar el crecimiento del PIB con el aumento de la productividad por trabajador.

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Los datos son todavía peores si se tiene en cuenta la producción por hora efectiva de trabajo. En el último año (solo hay datos disponibles hasta el cierre del primer trimestre), la productividad ha caído un 0,4%. Esto significa que el número de horas de trabajo ha crecido más rápidamente que el número de trabajadores, o lo que es lo mismo, la jornada media se ha ampliado. Esto ocurre siempre que se sustituye trabajo a tiempo parcial por el tiempo completo.

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Los principales países de Europa están reduciendo su nivel de productividad en los últimos meses. Alemania, España, Italia y Países Bajos han perdido producción por cada empleado en el último año. Esto significa que es el núcleo del continente quien está atravesando los peores momentos. Por el contrario, en el conjunto de la Unión Europea (no solo zona euro), la productividad sí está creciendo.

¿Qué está pasando?

Aquí se unen dos problemas que empujan en la misma dirección: la baja inversión y la aproximación a la situación de pleno empleo en algunas regiones. Estos dos factores unidos suponen una noticia negativa, ya que afecta a la competitividad del país y puede recortar el crecimiento potencial.

Alemania es probablemente el mejor ejemplo de ambos. La tasa de paro en el país ha descendido hasta el 3,1%, por lo que se puede considerar que todos los trabajadores que desean un empleo lo pueden conseguir. Estaría, por tanto, en pleno empleo. Cuando un país está en esa situación, las empresas que necesitan contratar precisan ‘robar’ los trabajadores a la competencia, lo que obliga a mejorar su sueldo, generando así una inflación de salarios.

Según los datos publicados por el instituto alemán de estadística (Destatis), la masa salarial en el país está creciendo nada menos que un 4,8% interanual. Tal incremento muestra hasta qué punto están creciendo los salarios y el empleo al tiempo que el PIB está en negativo.

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El segundo factor que está afectando a la productividad es la baja inversión de Europa. La región adolece de empresas punteras a nivel global y la única solución a este problema es la inversión. En Alemania, la inversión productiva (formación bruta de capital fijo) sufrió en el segundo trimestre su primera caída de los últimos tres años.

Los bajos niveles de inversión evidencian que el único problema de Europa no es la caída de la demanda externa, sino que también puede sufrir problemas de oferta. Si los productos europeos pierden competitividad a nivel global, entonces se ampliarán las consecuencias derivadas de la guerra comercial. En Europa, la ralentización de la inversión ha desembocado en una pérdida de peso de la industria en el PIB. El sector industrial genera más producción por trabajador que el resto, de modo que cuando pierde peso en el PIB, se ve deteriorada la productividad.

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Diversos países de Europa, entre ellos Alemania, están estudiando estímulos fiscales para superar esta fase de desaceleración de la actividad. Esta será una de las principales discusiones políticas de cara a los próximos meses (al menos, una de las verdaderamente importantes). La mayor parte de líderes políticos considera que ha llegado el momento de aplicar un estímulo fiscal, pero unos consideran que debe realizarse a través de rebajas de impuestos y otros, con políticas de gasto.

Pero la clave puede ser no tanto la vía de los estímulos sino el tipo de medida. Una opción es aplicar políticas de estímulo de la demanda y la otra es mejorar la oferta. El éxito de los políticos europeos al diseñar unos u otros estímulos estará en la base del futuro económico del Viejo Continente.

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