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  1. Economía

POCO MÁS DE 63.000 HOGARES AL AÑO

La raquítica creación de nuevos hogares aleja otra burbuja inmobiliaria

La burbuja inmobiliaria tendrá que esperar. Aunque en zonas prémium los precios se han disparado, la presión de la demanda es escasa por el bajo número de hogares creados

Foto: Corbis.

La creación de nuevos hogares, como se sabe, es una variable básica en economía. Tanto, que la relación entre nacimiento de nuevas unidades familiares y actividad productiva forma parte de la literatura económica más clásica.

En las universidades se estudia, por ejemplo, que en España durante la primera década de este siglo (hasta el año 2008) el crecimiento de nuevos hogares fue imparable a causa de la inmigración. El año 2007, sin ir más lejos, se cerró con 17,21 millones de hogares, lo que representó 387.000 más que un año antes. Algo que provocó un intenso incremento del gasto en bienes duraderos (frigoríficos, lavadoras o televisores).

Posteriormente, y tras estallar la primera recesión, que frenó en seco la entrada de trabajadores extranjeros, la cifra se ralentizó de una manera abrupta por un triple fenómeno que coincidió en el tiempo: entrada de menos inmigrantes, reducción de la población en edad de emanciparse de la familia y la propia crisis económica, que retrasó las salidas del hogar.

Según Estadística, el 53% de los jóvenes comprendidos entre 25 y 29 años continúa viviendo con sus padres, algo que no sucedía en otros periodos históricos. Esto explica que el año 2015 se cerrara con apenas 33.100 nuevos hogares creados. Es decir, menos de la décima parte que en la parte alta del anterior ciclo económico expansivo.

¿Qué ha pasado desde entonces? Ni más ni menos, que la ralentización se ha hecho estructural, pese a la recuperación de la actividad económica. El PIB, como se sabe, ha avanzado cerca de un 3% en media anual desde 2015; sin embargo, el año pasado se cerró con la creación de 63.100 hogares. Por lo tanto, muy lejos, no solo de los mejores años del' boom' económico, sino, incluso, de la media histórica.

Es más, la cifra es, incluso, muy inferior a la que maneja el Instituto Nacional de Estadística como previsión para los próximos años, incluido 2018. Las últimas proyecciones de Estadística, en concreto, estimaban como posible que hasta 2033 el número de hogares crecería en 118.606 de media al año. Es decir, prácticamente el doble que lo que ha ocurrido el año pasado, que se cerró con 18,53 millones de hogares.

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¿Qué consecuencias tiene esta evolución en el número de hogares? La más evidente, al margen del análisis sociológico, es que desanima la posibilidad de que se vuelva a inflar una burbuja inmobiliaria en términos de volumen. Otra cosa es en precios y en determinadas zonas prémium donde existe un fuerte desajuste entre oferta y demanda.

Los 63.100 hogares creados en 2018, de hecho, y dando por sentado que todos compraran una vivienda nueva, lo cual es absolutamente improbable, representan apenas la décima parte de las viviendas anuales que se construían en España en los años anteriores a la explosión de la burbuja inmobiliaria. Es decir, las grúas, aunque son cada vez más visibles en el horizonte de muchas ciudades, no han vuelto ni de lejos con la misma intensidad.

Más hogares, menos poblados

Lo que sí está cambiando, y también esto es relevante en términos económicos, es el tamaño de los hogares. Los últimos datos de Estadística sostienen que el tamaño medio de los hogares españoles se situó en 2,5 personas, pero para el año 2033 bajará hasta las 2,39 personas. Por lo tanto, más hogares pero menos poblados, lo que también influye de forma decisiva en el equipamiento. Entre otras cosas, porque el perfil que más crecerá (y con diferencia) es el de los hogares formados por una sola persona (un 24% más), lo que obviamente hay que achacar al envejecimiento de la población.

La relación entre nuevos hogares y gasto en bienes duraderos está muy estudiada en la literatura económica. Un estudio de BBVA Research ha estimado que la inversión que se ven obligadas a hacer las nuevas familias aumenta en torno al 35% cuando el hogar adquiere una vivienda. El efecto económico, sostiene el trabajo, se concentra en los muebles y la línea blanca, mientras que las repercusiones sobre la demanda de otros productos son de menor magnitud, como en el caso de la línea marrón (televisores), o no significativas, como en el de los automóviles.

Ahora bien, estos resultados, como sostiene BBVA Research, son independientes de los cambios en el tamaño de la unidad familiar, los ingresos o la situación laboral de sus miembros, del nivel de gasto en cada bien en el año anterior a la compra del inmueble y de la existencia de factores cíclicos o aspectos idiosincrásicos regionales.

Según ese estudio, el consumo de muebles entre quienes adquieren una vivienda se sitúa entre un 20% y un 35% por encima del registrado en el año anterior a la compra. Por el contrario, el gasto en muebles se reduce durante todo el periodo de análisis entre los hogares no compradores de vivienda. Es decir, a más hogares, más viviendas, y a más viviendas, mayores necesidades de equipamiento doméstico. Y, por tanto, mayor tirón de la demanda interna.

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