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  1. Economía

La salida de la crisis sigue muy lejos

La agonía del norte de España: no ha recuperado ni el 40% del empleo perdido

Después de cuatro años de intenso crecimiento en España, las cuatro comunidades del noroeste, Asturias, Cantabria, Castilla y León y Galicia, siguen inmersas en la crisis

Playa de San Lorenzo en Gijón. (EFE)

Cuatro años consecutivos de crecimiento han permitido a España recuperar ya el 75% de todo el empleo perdido durante la crisis económica. Eso significa que el país alcanzará los 20 millones de ocupados casi un año antes de lo esperado gracias a una fase expansiva en la que nadie confiaba hace un lustro. Sin embargo, las buenas noticias van por regiones y, mientras unas comunidades han salido ya de la crisis, otras siguen en una situación muy delicada.

El nuevo patrón de crecimiento de la economía española impulsa a las grandes ciudades y al arco del Mediterráneo, pero penaliza a las regiones del interior rural. En este contexto, las comunidades del noroeste español son las claras perdedoras de la crisis. Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León todavía no ven la luz al final del túnel. A pesar de la fuerte expansión que ha vivido España, apenas han recuperado el 40% del empleo que perdieron durante la crisis, lo que muestra hasta qué punto están lejos de abandonar la crisis.

Se trata de regiones envejecidas, que han sufrido una fuerte emigración de población joven y que no han conseguido encontrar un motor de crecimiento que sustituya a la construcción y la industria. El caso de Asturias es el mejor ejemplo. La comunidad, que en su momento fue uno de los referentes de España, se enfrenta en la actualidad a un grave problema de crecimiento. La consecuencia es que el viejo sector industrial y minero ha perdido competitividad y la salida de trabajadores se ha traducido en incremento del paro, la emigración y la jubilación. Con todo, menos con nuevos empleos.

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Los datos de la Seguridad Social son muy claros. El número de cotizantes en alta laboral de la comunidad en el inicio del año (promedio de enero a abril) es de 357.000, lo que significa que todavía está por debajo del nivel de empleo que tenía en el mismo periodo del año 2012. Esos fueron los peores meses de la crisis española, cuando el sistema financiero se tambaleaba y los expertos recomendaban el rescate de España. En ese momento no se veía ninguna luz al final del túnel, todo eran previsiones catastrofistas, y el escenario hoy no es muy diferente.

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En el inicio del año el ritmo de creación de empleo en Asturias apenas alcanza el 1,5% interanual. Esto significa que pese a ser la comunidad más retrasada en la recuperación, sigue siendo la que menos empleo crea. En el conjunto de España, el ritmo de la afiliación alcanza el 3,3%, esto es, crece más del doble.

Son regiones envejecidas por la emigración de los jóvenes, lo que genera un círculo perverso que reduce el consumo y la inversión

Asturias ni siquiera ha experimentado el rebote que viven las regiones cuando tocan fondo. La región solo ha recuperado un 26% del empleo que perdió durante la crisis. Esto es, apenas uno de cada cuatro empleos perdidos, una recuperación muy tímida que nada tiene que ver con el fuerte crecimiento y la intensa creación de empleo del resto de España.

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Al ritmo de los últimos años, Asturias tardará diez años más en recuperar el número de afiliados que tenía antes del estallido de la crisis. En este periodo, lo normal (estadísticamente) es que España viva otra recesión, por lo que Asturias tiene altas probabilidades de entrar en la siguiente crisis sin salir de la anterior. Pero Cantabria, Galicia y Castilla y León no están mucho mejor, ya que apenas han recuperado el 40% del empleo perdido. Una situación que contrasta con la que viven Madrid o Baleares, que ya han recuperado los niveles de empleo que alcanzaron en plena burbuja. Y otras tres comunidades lo superarán este año (si mantienen el ritmo actual): Canarias, Navarra y Cataluña.

Ni turismo ni población

Sin duda, el turismo internacional ha sido uno de los grandes impulsores de la recuperación económica. La llegada de viajeros ha sido fundamental para el cambio de ciclo que vivió España a partir de 2013. Con ellos aumentó la demanda, volvió la contratación y la economía entró en un círculo virtuoso. Sin embargo, el destino de los turistas se focalizó en el Mediterráneo y Canarias, lo que dejó al resto de España al margen de la recuperación.

2013 fue el último ejercicio en el que España destruyó PIB, con una caída del 1,4% en precios corrientes. Sin embargo, algunas regiones apenas retrocedieron, y en los últimos meses del año experimentaron un pequeño crecimiento. Por ejemplo, el PIB de Baleares apenas cayó un 0,5% y el de Canarias un 0,6%. Por el contrario, las tres peores comunidades fueron Asturias, Cantabria y Castilla y León, que siguieron destruyendo actividad a ritmos superiores al 3%.

El cambio de tendencia es fundamental para estimular el consumo y la inversión, pero en las regiones del noroeste llegó tarde y debilitado. La consecuencia es que siguen todavía muy lejos de salir de la crisis. Antes de la crisis, el peso de las cuatro comunidades sobre el PIB del conjunto del país superaba el 13,7% y en 2017 cayó hasta el 13,2%, cinco décimas menos. La pérdida de peso de las comunidades del noroeste sobre la economía española lleva décadas cayendo, pero el proceso se aceleró con el inicio de la recuperación económica. En el año 2000 aportaban más del 14,1%, lo que significa que en dos décadas habrán perdido un punto completo.

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El segundo motor de crecimiento del país ha sido la exportación. Cuando la demanda interna flaqueaba, muchas empresas consiguieron mantener su actividad vendiendo productos en el exterior. Sin embargo, durante este periodo la inversión industrial se ha ido concentrando en las grandes ciudades de España, lo que ha perjudicado a las regiones más despobladas.

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Por ejemplo, la inversión de la industria manufacturera (Formación Bruta de Capital Fijo) en el conjunto de España aumentó un 21% entre 2008 y 2015 (último dato disponible). Lo que muestra que ya en el segundo año de la recuperación las empresas volvieron a apostar por España. Sin embargo, tal crecimiento no se produjo en las regiones del noroeste. Por ejemplo, en Asturias, la inversión industrial todavía estaba hundida un 42% y Galicia seguía un 28% por debajo.

La inversión industrial en Asturias se ha hundido un 42% desde 2008 y en Galicia un 28%

Los pobres indicadores de inversión y empleo tienen una consecuencia inmediata: la renta de los hogares crece menos y, por lo tanto, no hay dinero para consumir. El conjunto de España superó en 2017 en un 10,8% el nivel de comercio interior que había en plena burbuja. Sin embargo, las regiones del norte seguían todavía muy lejos de este nivel. Por ejemplo, Cantabria ni siquiera había experimentado un crecimiento del 2% en una década de crisis y en Asturias solo se incrementó un 3,9%, un tercio menos que en el conjunto del país.

Detrás de todos estos datos hay un factor que es causa y consecuencia del ocaso de las regiones del noroeste: el envejecimiento de la población. Los jóvenes emigran hacia las zonas más prósperas (donde se demanda empleo de más valor añadido) y dejan detrás grandes áreas despobladas que son incapaces de recuperarse.

No es extraño, por ejemplo, que Asturias sea hoy la región más envejecida de España. Las cuencas asturianas, que en su momento atrajeron a jóvenes para trabajar en sus minas y su industria, hoy son zonas deprimidas que viven de las pensiones públicas. La edad media en Asturias en 2017 fue de 47,8 años, un 11% superior al conjunto de España. Le siguen Asturias, con una edad media de 47 años y Galicia, con 46,7 años. Muy lejos de Baleares, Canarias, Murcia o Madrid, cuya población no alcanza los 42 años de media.

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El problema ha llegado a tal punto que ya están perdiendo población, lo que abre un círculo negativo del que es muy difícil salir. A medida que los jóvenes emigran y los mayores envejecen, hay menos mujeres en edad fértil, lo que reduce los niveles de natalidad y complican más el futuro. Las regiones más envejecidas también son las menos dinámicas, por lo que no atraen inmigrantes en edad de trabajar. De este modo, el envejecimiento se convierte en causa y consecuencia de los malos datos económicos y la despoblación, en una tendencia que es muy complicada de revertir.

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