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  1. Economía

La respuesta está en los gráficos

¿Ha salido España de la crisis? Diez años después todavía es pronto para afirmarlo

Deutsche Bank ha sido la última institución internacional que ha alabado la "recuperación impresionante" de la economía española, pero los indicadores importantes van con retraso

Manifestación de 2013 contra los recortes y la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa. (EFE)

La economía española no deja de recibir elogios de los analistas internacionales por su “impresionante crecimiento”, como calificó el FMI. El último ha sido Deutsche Bank a través de su gestora de fondos, que considera que las medidas adoptadas por el Gobierno “en ocasiones dolorosas” están “dando sus frutos” con un ritmo de crecimiento que superará el 3% por tercer año consecutivo. “La eurozona no será más una historia de 'crecimiento alemán'”, sentencia. La recuperación de España ha sido claramente sorprendente, hasta el punto de que ya ha superado los niveles de PIB que tenía antes del estallido de la crisis. Ha sido una década perdida, desde el mes de agosto de 2007 cuando se desataron los problemas financieros globales después de que BNP suspendiera los reembolsos de tres de sus fondos por falta de liquidez.

Ningún analista esperaba una recuperación tan rápida de España, que ha conseguido superar los niveles de PIB previos al estallido de la burbuja, ¿se puede decir que ha salido ya de la crisis? El crecimiento económico es, sin duda, una gran noticia, pero muchos indicadores importantes todavía están lejos de los niveles de 2008. A lo largo del artículo repasaremos en qué punto está la recuperación empleando gráficos de 'ida y vuelta', que reflejan en qué fase de la crisis está cada variable. En el caso del PIB ya se ha superado el máximo de la crisis, lo que se ve reflejado en el siguiente gráfico:

La barra inferior, que muestra cuánto se ha recuperado el PIB desde los mínimos de la crisis, es más larga que la superior, que muestra cuánto cayó el PIB desde los niveles previos al estallido de la burbuja hasta su mínimo. En otras palabras, si la barra inferior es más larga que la superior, entonces ese indicador está actualmente en máximos, si es inferior, todavía no ha recuperado los niveles previos a la crisis. La distancia es proporcional, esto es, si está a mitad de camino, es que ha recuperado la mitad de lo perdido en la crisis (si es empleo, número de ocupados; si es PIB, millones de euros, y así sucesivamente).

El impulso de la demanda externa (turismo y exportaciones) y el ritmo vigoroso del sector servicios han permitido al PIB escalar hasta máximos históricos. Sin embargo, todo el crecimiento no se ha convertido en empleo, sino que todavía queda mucho camino por recorrer. Antes de la crisis llegó a superarse la cifra récord de 20,7 millones de ocupados, nivel que hoy está todavía muy lejos. En algo más de siete años se destruyeron 3,8 millones de empleos de los cuales se han recuperado algo más de 1,8 millones (todas las cifras ajustadas de estacionalidad y calendario).

Esto significa que, pese al fuerte crecimiento del empleo, sólo se han recuperado un 49% de los puestos de trabajo destruidos con la crisis. Con la mitad del camino todavía por recorrer, ¿quién podría pensar que ha ya se ha acabado la crisis?

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Si el PIB está en máximos pero el empleo está a medio camino, entonces el reparto de la renta tiene que haber cambiado durante la crisis, de modo que los asalariados han perdido capacidad adquisitiva, que se ha ido a remunerar el capital. Los datos del INE así lo demuestran. Entre 2008 y 2012 se perdieron algo más de 21.000 millones de euros en rentas salariales por trimestre y desde entonces, los trabajadores han recuperado el 68% de la renta que tenían antes de la crisis, esto es, todavía faltan 6.700 millones cada trimestre para alcanzar las rentas salariales de 2008. Todo ese dinero se ha redirigido a remunerar el capital (beneficios empresariales e intereses de los activos) y a impuestos.

Aunque el empleo está lejos de los niveles precrisis, la tendencia positiva del mercado laboral ha sido el principal soporte de la recuperación. La creación de empleo se ha traducido en consumo y éste, en mayor actividad económica y, por tanto, más consumo. Un círculo virtuoso en el que lleva inmerso el país desde el año 2014.

La propensión al consumo de los parados de larga duración que encuentran un trabajo suele ser muy alta, ya que sus ingresos son bajos y destinan la mayor parte a cubrir sus gastos corrientes. Además, las familias que tienen la misma renta que antes de la crisis, también gastan más, animados por el optimismo económico que envuelve al país. Estos dos factores juntos han disparado el consumo de los hogares hasta superar el máximo previo a la crisis. El gasto actual supera los 163.000 millones de euros trimestrales, esto es, casi un 4% por encima de la cota de 2008, lo que refleja que, en líneas generales, la situación de las familias es positiva.

El avance del consumo refleja el optimismo económico que sienten los hogares actualmente, pero tiene una parte negativa, el descenso de la tasa de ahorro. Las familias apenas guardaron el 7% de su renta bruta en el primer trimestre, el nivel más bajo desde 2008. España ha sido tradicionalmente un país con un bajo nivel de ahorro y en esta recuperación, una vez se ha asentado la confianza en los hogares, ha vuelto a caer hasta tasas peligrosas, repitiendo los errores del pasado.

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El crecimiento basado en el consumo privado es muy positivo en las fases iniciales de la recuperación, ya que genera el círculo vituoso de empleo y gasto, pero cuando la tasa de ahorro cae con fuerza, empieza a generar desequilibrios. Es el momento de que la inversión empresarial sustituya a las familias como motor del crecimiento y como estímulo del PIB potencial, algo que todavía no ocurre en España. Es cierto que la inversión está creciendo en 2017, pero sigue lejos de los niveles de 2008. En concreto, las empresas destinan algo más de 20.000 millones de euros trimestrales a la inversión en bienes de equipo (FBCF), un 6% menos. Si la inversión todavía no ha salido de la crisis, es pronto para pensar que el conjunto de la economía sí lo ha hecho.

La recuperación del consumo tampoco es homogénea en todas las capas de la sociedad. La bolsa de parados de larga duración sin prestación por desempleo y los trabajadores precarios forma un grupo social que no se ha podido enganchar a la recuperación y que apenas puede pagar su hipoteca. Muchos ni siquiera pueden. Las tasas de morosidad de la banca han caído de forma notable desde los peores momentos de la crisis, pero todavía siguen en niveles muy elevados, fruto de los problemas de muchas familias y empresas para abonar sus deudas.

La tasa de morosidad ha caído hasta el 8,7% según los datos del Banco de España, lo que significa una recuperación muy importante desde los niveles del 13,6% que llegó a alcanzar en el año 2013. Es cierto que la capacidad de pago del sector privado ha mejorado mucho, pero todavía están muy lejos las tasas de morosidad inferiores al 1% que había antes de la crisis.

El sector que siempre tarda más en incorporarse a la recuperación es el de la construcción, ya que requiere que la confianza esté muy asentada entre los diferentes actores económicos. En esta salida de la crisis no ha sido diferente: hasta finales de 2016 el sector inmobiliario no ha conseguido aportar al PIB, pero este año el ritmo de compraventa de viviendas está animando la inversión. En los seis primeros meses de 2017 el número de transacciones ha crecido un 13%, pero todavía se encuentra en una fase muy temprana de la recuperación. Antes de estallar la crisis se llegaron a vender más de 775.000 viviendas en un año completo, cifras que son inalcanzables en la actualidad. Cuando estalló la burbuja, el número de transacciones se desplomó por debajo de las 300.000 anuales y desde entonces ha subido hasta las 430.000 viviendas vendidas. Esto significa que apenas se ha recuperado un 28% del desplome del sector.

No es lógico pensar que la actividad inmobiliaria pueda volver a las cotas que alcanzó durante la burbuja, ya que supondría repetir los excesos del pasado más reciente. Sin embargo, sí se puede esperar una aportación mayor de la vivienda al PIB. De momento, es un sector que está en las fases iniciales de la recuperación, lo que también invita a pensar que, a pesar de que ha pasado una década de crisis, todavía es pronto para darla por superada.

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