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  1. Economía

el reto del gobierno

Los 5 gráficos que explican por qué todo el mundo está preocupado con las pensiones

Las proyecciones demográficas de largo plazo y los problemas estructurales de la economía española plantean un futuro complicado para la Seguridad Social

Jubilados en una playa. (EFE)

La reforma del sistema público de pensiones es uno de los grandes retos que tiene España por delante. El Fondo de Reserva ya se ha vaciado y el déficit del sistema de la Seguridad Social sigue creciendo, lo que apremia a buscar una solución. Estos gráficos reflejan el reto que tiene por delante el Gobierno, los agentes sociales y los partidos políticos para plantear una reforma que integre los conceptos de solvencia y suficiencia para dotar de certidumbre a los trabajadores sobre su futuro.

1. El deterioro de la pirámide poblacional

El problema de las pensiones es, en esencia, demográfico. La caída de las tasas de natalidad a partir de la segunda mitad del siglo XX y el aumento de la esperanza de vida provocan que la pirámide poblacional se esté invirtiendo. Esto significa que cada vez hay menos personas en edad de trabajar que tienen que soportar más pensionistas con sus ingresos, lo que genera una gran presión sobre el sistema. Las proyecciones para España son especialmente delicadas, ya que se trata de uno de los países con mayor esperanza de vida y en los que más ha caído la natalidad.

La consecuencia es que la población mayor de 65 años se duplicará durante las próximas décadas pasando del entorno de los 7 millones a alcanzar los 15 millones, mientras que las cohortes en edad de trabajar caerán en torno a un 15%. Como resultado, en 2060 habrá menos de dos personas en edad de trabajar por jubilado, mientras que ahora hay 3,5. Las proyecciones demográficas siempre están sujetas a variaciones imprevistas por las migraciones, pero las estimaciones actuales de Eurostat reflejan un futuro delicado en España. A partir de ese momento, el efecto de la generación del 'baby boom' sobre la pirámide poblacional empezará a reducirse y la presión sobre el sistema caerá significativamente.

2. Un sistema centrado en recortar el gasto

La reforma de las pensiones de 2013 buscó una fórmula para garantizar la sostenibilidad del sistema público de pensiones. Lo hizo ajustando los gastos a los ingresos, de modo que a medida que el número de beneficiarios vaya creciendo y aumenta la esperanza de vida, la paga será cada vez menor para conseguir el equilibrio presupuestario. Las dos modificaciones principales fueron el Índice de Revalorización de las Pensiones, que limita la subida anual en función del equilibrio entre ingresos y gastos, y el Factor de Sostenibilidad, que ajusta la pensión inicial a la esperanza de vida. Estas dos medidas provocarán que, a pesar de que el número de beneficiarios se va a disparar, el gasto en pensiones sobre el PIB va a caer casi un punto hasta 2060 según las estimaciones del Gobierno plasmadas en el Ageing Report de 2015.

3. El mayor desplome de las pensiones

La consecuencia de reducir el esfuerzo dedicado a pagar las pensiones será un rápido descenso de la prestación en los próximos años. Actualmente la tasa de sustitución, esto es, la primera paga sobre el salario medio, es del 82%, la más alta de toda la Unión Europea, pero en 2060 será inferior al 50%. Un descenso de tal magnitud no se repetirá en ningún otro país de la UE. Este es el principal motivo de preocupación. No es extraño escuchar en distintas conversaciones "¿qué pensión me va a quedar en el futuro?".

El sistema español es especialmente opaco, por lo que no es posible anticipar la prestación futura, pero el Gobierno comunicó a Bruselas que la tasa de sustitución se va a desplomar. Esto significa que, con un salario medio de 100, las personas que se jubilen pasarán de cobrar 82 actualmente a menos de 50 en las próximas décadas. Este escalón en el nivel de renta de un trabajador cuando se jubile es lo que genera tanta preocupación en la sociedad. Esta situación obligará a los trabajadores a hacer un esfuerzo doble: por una parte, financiar las pensiones de los mayores y, por otra, ahorrar para que su nivel de vida no se desplome tras su jubilación.

[El FMI pide que la subida de las pensiones sea la mínima]

A pesar de la caída, la tasa de sustitución seguirá situándose entre las más elevadas de Europa, pero un descenso de tal magnitud obligará a modificar los hábitos de ahorro. Una cultura que actualmente no está extendida en España, pero sí en otros países de Europa. Eso o una reforma del sistema de pensiones que garantice que la prestación crece en línea con el salario medio que, por otro lado, tendrá que ser financiada con más impuestos sobre los trabajadores.

4. Una pobre cotización

Según el último informe de pensiones de Natixis publicado esta semana, España es el país europeo con peor distribución de la renta. Aunque en términos de renta per cápita, el reparto no esté lejos de Italia, Reino Unido, o Malta, la desigualdad hace que los recursos se repartan mal. La consecuencia es que hay una amplia proporción de los trabajadores con rentas muy bajas, lo que reduce su aportación a la Seguridad Social. Una cotización baja durante los años de actividad supone un cálculo más bajo de la pensión en el futuro, si además la tasa de sustitución se reduce, el resultado será una capa de la población mayor en riesgo de pobreza.

5. ¿Jóvenes pobres o mayores pobres?

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Durante los años de la crisis, el riesgo de pobreza entre los mayores se redujo hasta mínimos históricos. Los pensionistas han sido quienes mejor sortearon las dos recesiones gracias a la prestación de la Seguridad Social. De hecho, estas transferencias se convirtieron en el único sustento de muchos hogares, lo que evitó una situación todavía más dramática. El problema es que esas pensiones se financiaron con los ahorros del Fondo de Reserva acumulados durante los años de la burbuja y ahora hay que pagarlo con impuestos (o deuda, que al fin y al cabo, son impuestos futuros).

Si la normativa actual se mantiene vigente, las pensiones se irán recortando en el futuro, tanto por la vía de la tasa de sustitución (por el factor de sostenibilidad) y por la menor revalorización anual. En este contexto, el riesgo de pobreza de los trabajadores que menos hayan cotizado se elevará significativamente, ya que su pensión será menor. Además, existe el riesgo de que su paga se vaya reduciendo a medida que envejecen, ya que al desindexarla del IPC, puede subir a un ritmo inferior y por tanto, sufrir pérdidas en términos reales.

El equilibrio intergeneracional será un punto importante que tenga que valorar la futura reforma del sistema. Si se decide mantener unas pensiones generosas como las actuales, el coste se trasladará a los trabajadores, en forma de menor renta disponible. Además, las presiones sobre los costes laborales suponen también un freno a la inversión y, por tanto, al crecimiento. Esto significa que pagar pensiones elevadas puede trasmitir el riesgo de pobreza de unas cohortes a otras, lo que no resuelve el problema.

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