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  1. Economía

La tormenta perfecta

Por qué el rescate a la banca en España ha sido tan caro… y EEUU lo ha recuperado todo

Los errores de supervisión, el mal diseño de las ayudas y los fallos en el diagnóstico y las recetas de la crisis provocaron un agujero de 60.600 millones que no se recuperarán

Los presidentes de Caja Madrid, Rodrigo Rato, y de Bancaja, José Luis Olivas, durante la fusión de Bankia. (EFE)

Hace justo una década empezaban a percibirse los primeros síntomas que anticipaban el colapso inminente del sistema bancario global. El 18 de julio de 2007 Bear Stearns declaraba la quiebra de dos de sus fondos afectados por las hipotecas 'subprime'. Unos meses después, en septiembre, Reino Unido tuvo que intervenir el banco Northern Rock. Era el preámbulo de la mayor crisis financiera en casi un siglo. Sin embargo, en España, el Gobierno solo hablaba de la fortaleza del sector financiero nacional y de la leve desaceleración de la economía. En esos días terminó de gestarse la bomba de relojería que estallaría en 2009 y que condenó al contribuyente español a asumir el segundo mayor rescate de toda la Unión Europea, solo por detrás de Irlanda.

El Banco de España puso las cifras negro sobre blanco el viernes con la publicación de su 'Informe sobre la crisis financiera y bancaria en España, 2008-2014'. Según sus cálculos, las ayudas a la banca tendrán finalmente un coste de 60.600 millones de euros, de los cuales, 39.500 millones correrán a cargo del contribuyente y 21.000 millones los ha aportado el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD).

En España se gestó la tormenta perfecta mientras las autoridades miraban hacia otro lado. El supervisor no supo detectar el agujero patrimonial que tenían los bancos derivado de la burbuja inmobiliaria; el Gobierno no supo localizar los graves desequilibrios macroeconómicos de la economía (en especial el precio de la vivienda y el déficit por cuenta corriente) y las instituciones europeas no supieron ayudar a la economía a salir del bache. La consecuencia es que España vivió una de las crisis más profundas de todos los países europeos, lo que contribuyó a deteriorar más al sector financiero y, en definitiva, a multiplicar el coste del rescate.

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España es el país de la Unión Europea que mayor coste ha tenido que soportar por la ayuda a la banca en el déficit público. Según los datos de Eurostat, entre 2008 y 2016 España tuvo que asumir un impacto neto de casi 48.000 millones de euros en el déficit. La mayor parte se concentró en el año 2012, ejercicio en el que se aprobó el rescate financiero de Europa y que el Estado tuvo que asumir como gasto propio. Ese ejercicio se contabilizaron 38.300 millones de euros de ayudas a la banca, casi un 40% más que el total de ayudas que ha recibido la banca griega.

Las ayudas a las entidades no se han acabado; de hecho, cada año hay pequeño goteo que no cesa. En 2016 el Estado tuvo que destinar casi 2.400 millones de euros que se emplearon para recapitalizar el Frob y para devolver a los minoristas el dinero por el fraude de la salida a bolsa de Bankia. Sin embargo, todas las ayudas no aparecen reflejadas en el déficit público, y tampoco figura todo el dinero recuperado por la amortización de los activos nacionalizados.

Las ayudas a las entidades no se han acabado; de hecho, cada año hay pequeño goteo que no cesa, en 2016 el Estado destinó 2.400 millones de euros

Por este motivo, Eurostat elabora un segundo indicador para medir las ayudas a la banca y es el cálculo del impacto sobre la deuda pública. Así, la resta de los pasivos asumidos para pagar los rescates (aumento de la deuda) menos los activos nacionalizados (reducción de la deuda) da el impacto neto sobre el sector público que es comparable entre todos los países del euro. Según este indicador, España es el tercer país de la Unión Europea que más ha visto aumentada su deuda pública como consecuencia del rescate financiero: en total han sido 43.000 millones de euros, con datos al cierre de 2016. Por delante están Alemania, con un coste de 46.800 millones e Irlanda, con un impacto de 52.000 millones.

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Este segundo indicador se elabora con estimaciones, ya que la valoración de los activos y los pasivos no será definitiva hasta que no se traspasen. Por ejemplo, a finales de 2016 España valoraba sus activos procedentes de las ayudas a la banca en casi 8.700 millones de euros. Dentro de este cálculo se encuentra la participación en BFA-Bankia y BMN, por lo que el valor de estos activos no se podrá conocer de forma definitiva hasta que no se vendan.

Estos cálculos sirven para tomar conciencia de la magnitud de las ayudas financieras y del dinero público que no se va a recuperar. Si se mide como porcentaje del PIB (de 2012, año en el que se entregaron la mayor parte de las ayudas), el coste sobre el PIB supera el 4,1%, el sexto más elevado. El primero fue Irlanda, que asumió unos pasivos de casi el 30% del PIB, seguido por Grecia, con un 18%; Eslovenia, con un 9%; Portugal, con un 8% y Letonia con un 5%.

Europa y sus rescates

España ha tenido que financiar un rescate de 77.000 millones de euros, pero no ha sido el único, lo que muestra hasta qué punto la eurozona reaccionó tarde y mal a los problemas del sector financiero. Ni el diagnóstico de la crisis fue correcto ni las recetas apropiadas, lo que provocó que la economía se hundiera y arrastrara con ella a la banca. Una situación que contrasta con lo que vivió Estados Unidos que, tras la caída de Lehman Brothers, puso en marcha toda una batería de ayudas a la banca y estímulos monetarios y económicos que propiciaron la recuperación y minimizaron el coste.

En 2013 la Casa Blanca emitió un informe en el que reconocía que el Estado ya había recuperado, y con beneficios, todas las ayudas públicas concedidas a la banca, tanto las inyecciones directas de capital, como el programa de compra de activos tóxicos (TARP). En total, en torno a 700.000 millones de dólares ingresados de vuelta en las arcas públicas con beneficio.

Mientras EEUU 'regaba' a la banca con ayudas públicas e inundaba el mercado para evitar los problemas de liquidez, Europa, y en particular España, pensaban que la crisis no iba con ellos. La consecuencia es que las autoridades perdieron unos meses preciosos y, cuando quisieron reaccionar, los mercados ya habían colapsado y era el momento de empezar a rescatar países enteros. Por si fuera poco, la eurozona se rasgó por 'las costuras' de la mala arquitectura de la unión monetaria, con países muy heterogéneos y sin instrumentos para mutualizar riesgos.

Las primeras en caer fueron entidades pequeñas pero que tenían unos agujeros patrimoniales de miles de millones provocados por el 'ladrillo'. El domingo 29 de marzo de 2009 el Banco de España interviene la Caja Castilla-La Mancha y se da el pistoletazo de salida al rescate de la banca. Con esa entidad se perdieron casi 3.400 millones de euros procedentes del Fondo de Garantía de Depósitos, pero ese fue solo el primer paso hasta llegar a los 60.600 millones que se perderán finalmente, según los cálculos del BdE.

Trichet incendia la banca

En el año 2011 la economía europea se estabiliza momentáneamente gracias a las operaciones coordinadas por los países desarrollados para frenar la crisis. En ese momento el Banco Central Europeo (BCE) toma una de las peores decisiones de su historia. El presidente de la entidad en esos años, Jean-Claude Trichet, subió los tipos de interés en dos ocasiones, abril y julio, lo que cerró del todo los mercados y provocó el colapso. Además, la austeridad impuesta por Alemania a todos los países del euro aceleró la recesión y, por tanto, disparó la morosidad al superar el 13,5% en España.

La eurozona sufrió la segunda recesión de la crisis y Portugal no pudo resistir la presión de los mercados y fue rescatado en mayo. Un año después caería también España. La subida de los tipos de interés y la recesión dispararon la morosidad y cerraron los canales de crédito a la banca. Europa llevaba más de tres años enfrentándose a la crisis y todavía no había solucionado ni uno solo de los problemas financieros. Los niveles de solvencia de las entidades eran muy bajos, no tenían acceso a la liquidez y además contagiaban al soberano generando un círculo vicioso en los mercados.

El expresidente del Banco Central Euopeo, Jean-Claude Trichet. (Reuters)

Ante esta situación, el Banco Central Europeo (BCE), presidido ya por Mario Draghi a finales de año, puso en marcha un programa para regar de liquidez a la banca y evitar el temido 'liquidity crunch'. Tuvo que destinar un billón de euros para calmar a los mercados y no fue suficiente. Los Estados también tuvieron que sacar la 'chequera' para asumir los problemas de solvencia de las entidades: las ayudas a la banca contabilizadas en el déficit de ese año superaron los 51.000 millones de euros.

No fue hasta 2013 cuando las autoridades consiguieron estabilizar el colapso, pero para entonces el agujero provocado había crecido tanto que ya nunca se recuperarían las ayudas públicas. Por el contrario, EEUU consiguió evitar la segunda recesión gracias a las diversas políticas de estímulo económico y estabilización de la banca. La recuperación se consolidó y en septiembre de ese año la Casa Blanca comunicó que la banca ya había devuelto todas las ayudas.

¿Ayudas o regalos?

Además de los problemas para gestionar la macroeconomía, Europa en general y España en concreto mostraron su escasa capacitación para gestionar las ayudas a la banca. Un informe elaborado en 2015 por el Banco Central Europeo determinó que las inyecciones de capital se diseñaron de tal manera que era imposible recuperar el dinero. De ahí que “la tasa global de recuperación de las intervenciones fuese, en promedio, relativamente reducida en términos internacionales”. En otras palabras: las ayudas se convirtieron en 'regalos al sector' que se sabía de antemano que no se recuperarían.

El BCE denuncia que las autoridades aceptaron comprar activos financieros que eran claramente ilíquidos (por ejemplo una buena parte de los activos traspasados a la Sareb) que generarían pérdidas durante años. En otros casos, adquirieron títulos “muy por encima de su valor de mercado”.

También se ofrecieron “garantías a entidades financieras” que fueron agotadas en su totalidad. Este es el caso de los Esquemas de Protección de Activos (EPA), que eran garantías para vender bancos nacionalizados de modo que, si el comprador descubría un agujero en el balance de la entidad, lo pagaba el Estado. Los bancos compradores utilizaron al máximo las garantías concedidas por el Estado, un dinero que desde el primer momento se supo que se perdería.

Este tipo de rescates contrasta con los que aplicó EEUU. Por ejemplo, en el caso de la venta de los activos de Bear Stearns y Washington Mutual a JP Morgan, el Tesoro impuso una sanción al comprador de 13.000 millones de dólares por malas prácticas financieras. Las autoridades estadounidenses fueron estrictas con las entidades que actuaron con mala praxis, justo lo contrario que en España, donde no se ha sancionado a las entidades por su mala gestión. Con actos tan diferentes, el resultado no podía ser el mismo.

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