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  1. Economía

Román Escolano, vicepresidente del BAnco Europeo de Inversión

"El BEI está cómodo financiando Marruecos por su apertura desde la Primavera Árabe"

El brazo crediticio de la UE da soporte a una de las mayores infraestructuras de energía solar del mundo en suelo marroquí. Marruecos, Arabia Saudí o China son participantes destacados

El embajador de la Unión Europea en Marruecos, Rupert Joy (i), junto al vicepresidente del BEI, Román Escolano (c), y otro representante de Bruselas, en la planta solar de Ouarzazat (Marruecos).

Marruecos calienta motores para la COP 22, el congreso mundial por el medio ambiente y contra el cambio climático que acaba de empezar en Marrakech. Antes del arranque, el pasado 4 de noviembre, una delegación de la Unión Europea se desplazó hasta Ouarzazat, localidad marroquí en medio del desierto donde financia una de las mayores plantas de energía solar del mundo. La visita coincidió con la entrada en vigor del acuerdo de la COP 21 celebrada en París en 2015.

El proyecto se enmarca dentro del objetivo que han fijado las instituciones comunitarias para financiar a través del Banco Europeo de Inversión (BEI) un 35% de proyectos que combatan el cambio climático fuera del perímetro del Viejo Continente. "Los problemas medioambientales que causan las emisiones de CO2 nos afectan de manera global", sostiene Román Escolano, vicepresidente del BEI, para justificar la presencia de la institución de crédito de Bruselas fuera de sus dominios.

Esquiva con diplomacia, sin embargo, las cuestiones más espinosas. El BEI y la UE son los principales mecenas de una instalación que aportará a Marruecos un plus de energía propia para un país con una fuerte dependencia del exterior. A la hora de conceder créditos blandos (con un interés muy limitado y en largos plazos de vencimiento), las instituciones comunitarias destacan aplicar unas "altas exigencias" con unos estándares laborales, sociales, medioambientales y un exhaustivo seguimiento para el cumplimiento de plazos y objetivos de sostenibilidad económica.

No obstante, el vicepresidente del BEI se muestra tibio cuando se le pregunta acerca de la idoneidad de financiar un proyecto estatal de Marruecos, un país con incumplimientos sistemáticos en materia de derechos humanos. Mientras se desarrolla la visita de los mandatarios europeos a la planta de Ouarzazat, en Alhucemas se producen manifestaciones después de la polémica muerte de un vendedor de pescado, la cual recuerda a la muerte de otro joven en Túnez que desató la Primavera Árabe en 2011. También está de rabiosa actualidad un juicio pendiente contra dos adolescentes lesbianas detenidas por besarse en la calle.

En Marruecos, Interior no depende del Gobierno, de corte islámico, sino directamente del rey Mohamed VI, uno de los mecenas de la fundación Clinton, según los polémicos correos de la candidata a la Casa Blanca Hillary Clinton. En los últimos años, las condenas de organizaciones proderechos humanos se repiten en bucle contra la violencia de las autoridades marroquíes con los inmigrantes que buscan cruzar a Europa.

"El BEI se siente cómodo con el actual Marruecos, un país que desde 2011 ha mostrado mejoras significativas en libertades y derechos. Es un Estado democrático con un régimen pluripartidista", dice Escolano a El Confidencial, y sostiene que el "banco trabaja con países con regímenes muy distintos", y que incluso Cuba, país sin democracia real, podría estar cerca de ser un candidato más que pueda acogerse a las ayudas financieras.

Desde el punto de vista histórico, este domingo se cumplieron 41 años de la Marcha Verde sobre el Sáhara Occidental, donde el Frente Polisario continúa en la actualidad reivindicando la independencia del territorio desde que España lo abandonara a su suerte hace más de cuatro décadas, y denunciando la injerencia de Marruecos en el territorio. Mohamed VI pronunció su discurso conmemorativo desde Dakar.

En lo que respecta a las condiciones de construcción de la planta, dice que "no le consta que haya ninguna irregularidad en materia laboral". Masen, la empresa controlada por el Estado marroquí, cuenta con la firma saudí Aqwa como actor destacado en el desarrollo de su segunda y tercera fase del proyecto, encargada de la construcción y explotación por 25 años de la infraestructura. Aqwa, participada por el Estado de Arabia Saudí, otro país muy cuestionado en derechos humanos, ha contratado a firmas chinas que se encargan del grueso de la construcción. En la misma, también España aporta su 'know how' a través de las empresas de ingeniería Acciona, Senner y TSK, en consorcio con las anteriores.

Efectos positivos para Marruecos y la UE

El burócrata español, expresidente del ICO y en el cargo desde que la socialista Magdalena Álvarez abandonara el puesto tras su imputación por el caso de los ERE, admite a este diario que el proyecto cuenta además con una serie de externalidades positivas, como el desarrollo local de una zona deprimida del país norteafricano, lo que a la postre también tiene un impacto positivo sobre la Unión Europea: "La generación de empleo evita la exclusión, aleja la posibilidad de radicalización y las tensiones migratorias", causantes principales de la desestabilización política que recorre Europa en la actualidad.

En este sentido, destaca la importancia de que el BEI dé apoyo a países vecinos de la cuenca mediterránea y no solo dentro de la UE. "Este tipo de obras demuestran el efecto contrario para Europa del que tiene el abandono, como sucede al otro lado del Mediterráneo", en clara referencia a los devastadores efectos de la guerra siria que también está sufriendo Europa.

España, ausencia entre financiadores

Para contribuir a todo lo anterior, no solo el BEI aporta fondos, sino también la propia Unión Europea a través de subvenciones e instituciones de crédito públicas de Alemania, país europeo que más refugiados acoge, y Francia, con una vinculación histórica muy estrecha con Marruecos. En este consorcio financiador (que aporta el 60% del capital, 1.200 millones de euros), no aparece ningún organismo público español, a pesar de ser país fronterizo con intereses económicos, migratorios y de seguridad de primer orden.

La inmensa planta energética a los pies del Atlas ha convertido a una pequeña localidad bereber en símbolo de progreso para el régimen de Mohamed VI. El desierto de Ouarzazat, escenario de míticos rodajes como 'Lawrence de Arabia', 'La guerra de las galaxias', '007' o 'Gladiator', cuenta con un conglomerado de espejos termosolares, torres reflectantes y placas fotovoltaicas que pretenden abastecer a un millón de marroquíes.


A esta actuación, a la que la empresa estatal Masen ha añadido la primera emisión de bonos verdes en la historia de Marruecos, se puede sumar la reciente prohibición de bolsas de plástico en el país, otra fuente que generaba alta contaminación. Esfuerzos medioambientales ante la cita mundial que reúne a la flor y nata de la lucha contra el cambio climático este mes en Marrakech. La ciudad se viste de verde para recibir periodistas de todo el mundo. Hasta tal punto que, a menos de dos días para que empiece la COP 22, en el aparcamiento del aeropuerto en el que desembarcarán personas llegadas de todas las latitudes del planeta se trabajaba a contrarreloj para instalar cubiertas fotovoltaicas.

Mientras tanto, en Alhucemas o Rabat, continúan las tímidas protestas que reclaman más libertad al régimen del patio trasero de España, fiel aliado de Europa. Aprovecha el capital comunitario y tira de otro aliado, Arabia Saudí, con el objetivo de progresar, aunque para ello tenga que mancharse las manos y bajar al barro para contener la emigración que busca el maná europeo por el flanco occidental. Un 'win to win' entre el país norteafricano y sus socios europeos, si no fuera por el dramático destino de un incesante goteo migratorio que acaba en manos del abuso o ahogado en el Mediterráneo.

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