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¿HABRÁ JJOO EN EL FUTURO?

Nadie quiere los JJOO (menos Madrid y Cataluña): "El riesgo económico es altísimo"

Organizar los JJOO y conseguir un éxito económico y social es la excepción, no la regla. No estamos tan lejos de un escenario en el que nadie (o solo los estados totalitarios) quiera prestarse a ello

Imagen: Irene de Pablo.

Mientras las miradas de todo el mundo se centraban en los Juegos Olímpicos de Tokio, el Comité Olímpico Internacional (COI) confirmaba que Brisbane será la ciudad destinada a albergar la edición de 2032. Una decisión tomada a dedo, sin subasta ni candidaturas de por medio. La elección reconoce la persistencia de la capital de Queensland en albergar unos juegos, un sueño que se remonta a casi dos décadas atrás, con los juegos de Sídney aún calientes… Pero también deja entrever las dudas del COI ante el futuro inmediato de los JJOO.

Las últimas tres elecciones (París 2024, Los Ángeles 2028 y Brisbane) han sido las más heterodoxas de la historia y no por casualidad. La aparente decisión salomónica de repartir de una misma tacada en 2017 los dos juegos siguientes no es más que una forma de intentar olvidar que, en aquella ocasión, el resto de candidatas se fueron apeando de la competición una detrás de otra. Hamburgo, Budapest y Roma terminarían saltando de la competición por diferentes motivos, pero una misma sensación: el público ya no quiere los juegos y el coste (económico, pero también político) es demasiado alto en relación con los hipotéticos beneficios.

El coste de Tokio puede haber llegado a triplicarse incluso antes de la pandemia

Los polémicos juegos de Río de Janeiro 2016, en uno de los países más desiguales del mundo, fueron la guinda del pastel que mostró a la población mundial que organizar unos Juegos puede ser pan (y circo) para hoy, pero hambre para mañana. Tokio, los JJOO del covid, han sido otro clavo en ese ataúd, incluso antes de la pandemia. "Tokio iba a contar con 7.300 millones de dólares, oficialmente son 15 mil millones, pero no oficialmente puede andar por los 25", explica Victor Matheson, profesor de la Universidad de Holy Cross, un referente en economía deportiva. "Si se hubiesen ceñido a ese presupuesto, el discurso simplemente habría sido que tuvieron mala suerte. Pero es que el presupuesto se había triplicado antes del covid".

El runrún que toma fuerza es que no es tan distópico pensar que habrá un momento en el que nadie quiera organizar unos Juegos Olímpicos. Bueno, casi nadie. En la antesala de la inauguración, el alcalde madrileño José Luis Martínez-Almeida resucitó la célebre saga del sueño olímpico de la capital. Cataluña también ha confirmado su interés en celebrar los Juegos de Invierno en la candidatura Pirineos-Barcelona 2030 que promete no pocas tensiones con Aragón.

"Es momento de reconsiderar los juegos, dado el desafortunado rendimiento económico de la mayoría de ellos", añade Robert Baade, profesor de Economía en el Lake Forest College y uno de los grandes especialistas a nivel mundial de economía olímpica. "No es un secreto que el COI, desde su posición monopolística, no ha prestado atención a los posibles efectos económicos en las ciudades organizadoras. En esencia, el COI les pide que extiendan un cheque en blanco y asuman la mayor parte del coste económico. El problema, hoy ampliamente conocido, es que la relación entre el riesgo y el beneficio es cada vez peor para los organizadores".

No hay un macroevento con más sobrecostes que unos JJOO, como mostraba un trabajo publicado por economistas de la Universidad de Oxford en 2016. "Todos los Juegos (desde 1960), sin excepción, han incurrido en sobrecostes", recuerda el trabajo. "En otros proyectos similares, entre un 10-20% quedan por debajo de su presupuesto. En los JJOO es de un 0%". No solo eso: un 47% de los juegos han duplicado, como poco, su presupuesto original.

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Entre los Juegos analizados, ninguno se acerca a los de Montreal, que tuvieron un sobrecoste de más del 700%. La ciudad canadiense tardó 30 años en pagar la deuda contraída para organizar aquella edición. Barcelona, considerada de manera unánime como un modelo para las ciudades que optaron a organizar el evento después, acumuló un sobrecoste del 266%. Y eso que el cálculo no tiene en cuenta otros costes en infraestructuras y equipamientos ajenos a los deportivos. El sobrecoste mediano de organizar unos Juegos de verano ha sido del 83%, mientras que el de organizar unos Juegos de invierno es del 118%, debido sobre todo a la enorme factura de Sochi 2014.

Ninguna otra organizadora ha gastado tanto como en la ciudad balneario rusa: más de 200 millones de dólares de promedio por cada evento. Si se cumplen las previsiones de sobrecoste de Tokio 2020, los de la capital japonesa superarán a Londres y Río de Janeiro como los Juegos Olímpicos de verano con mayor coste relativo al número de eventos, más de 73 millones de dólares.

Un deterioro cíclico

No es un escenario futuro, es un escenario actual. "Ciudad tras ciudad se fueron bajando de la competición en 2015", recuerda Matheson. También ocurrió en las de invierno de 2022: Estocolmo, Oslo, Múnich, Davos… "Al final, quedaron solo Almatý, en Kazajistán, y Pekín, la organizadora, porque los votantes dijeron una y otra vez que no querían los JJOO, incluso en Suecia y Noruega, donde de siempre había sido su momento para brillar". También Boston, ciudad natal de Matheson, fue una de las candidatas a los JJOO de 2024. "Pero movimientos 'grassroots' se pusieron en marcha para que no fuesen aquí".

No es ninguna sorpresa que los candidatos para los JJOO de invierno fuesen Pekín y Almatý

No es la primera vez que el COI se encuentra ante una falta de interés por celebrar los Juegos, como explica Matheson en su trabajo apropiadamente llamado 'El auge y la caída (y el auge y la caída) de los JJOO como motor olímpico'. El delirio berlinés de 1936 provocó que el número de candidaturas presentadas entre los JJOO de 1936 y 1940 saltasen de 13 a dos. No se trata tan solo de por qué se compite, sino también contra quién se compite. "Si los otros candidatos piensan que están compitiendo contra autócratas con presupuestos ilimitados que no tienen ninguna necesidad de satisfacer a sus votantes, terminarán subiendo sus apuestas o bajándose".

Esa es otra de las alternativas que probablemente quiten el sueño a los miembros del COI: la de que los Juegos Olímpicos terminen convirtiéndose en una herramienta propagandística para sátrapas. "No es ninguna sorpresa que las dos últimas ciudades que quedasen para celebrar los JJOO de invierno de 2022 fuesen Pekín y Almatý y que el próximo mundial de fútbol se vaya a celebrar en otra dictadura, Qatar", añade Matheson. "¿Vas a pagar el coste de enfurecer a tus votantes para que un puñado de peces gordos en Suiza se enriquezcan?".

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Los mercados emergentes para el COI son países como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que pueden tener más interés en organizar unos juegos que "las democracias y países occidentales". "La agenda de los Estados autocráticos es distinta", añade Baade. "Pero la fractura política que ocasionaron los JJOO de Río y el Mundial de Brasil son un buen ejemplo de lo que puede pasar. Esa fractura también es parte del legado de estos macroeventos". París 2024 y Los Ángeles 2028 pueden ser el canto del cisne para el COI.

¿Qué pasará? Dos hipótesis

Baade advierte: los costes (no solo económicos) que puede tener para Japón haber seguido adelante con los Juegos Olímpicos podrían haber sido mucho mayores que si se hubiesen cancelado, en el caso de que se hubiese convertido en un evento megacontagiador. "Una vez más, la relación entre el posible beneficio y el riesgo es lamentable", añade el economista.

Ya Pierre de Coubertin advirtió en 1911 del encarecimiento de los Juegos

La gran apuesta se encuentra en París y Los Ángeles, dos grandes ciudades históricamente olímpicas, que cuentan ya con cierta infraestructura construida y que fueron elegidas precisamente por esa razón, como una manera de demostrar que los JJOO pueden volver a ser rentables. "Son las ciudades que más posibilidades tienen de obtener un retorno económico positivo", añade Baade. "El COI sabe que si París y Los Ángeles dan beneficios, el interés se renovará". No sería la primera vez que ocurre. En Los Ángeles 1984, la ciudad americana fue la única candidata después de los fiascos del trágico Múnich 1972 y los ruinosos Montreal 1976. Como recuerda Matheson, que los Juegos sean rentables es la excepción, no la regla. Ya el fundador de los juegos modernos, el barón Pierre de Coubertin, avisó en 1911 del encarecimiento que habían experimentado los JJOO en apenas dos décadas.

Las dos próximas citas tendrán un objetivo claro: que los costes no se disparen, algo que ha ocurrido una y otra vez. "Sospecho que van a ser los JJOO más baratos de los últimos 20 años", sopesa Matheson. "No van a ser baratos en términos absolutos, claro, pero tampoco van a costar 25.000 millones como Tokio o 45.000 como Pekín. Espero que ni siquiera los 15.000 de Río o Londres". El profesor tiene confianza en los Juegos de Los Ángeles, añade, una de las pocas ciudades que han demostrado ya ser capaces de rentabilizar el macroevento.

"La gente antes lo veía como un premio y ahora lo ve como una carga"

"Ya lo han montado un par de veces y les ha salido bien, ¡aunque haya sido en un plazo de 100 años!", añade. La diferencia, en este caso, es que la sensibilidad del público global hacia la (in)oportunidad de los Juegos es mucho mayor hoy que nunca. "La gente pensaba que era un premio y ahora lo ven como una carga, y los comités lo saben". Otra hipótesis para terminar de pintar este paisaje apocalíptico para el COI con una nota positiva: que los JJOO funcionen de nuevo. "¿Qué pasaría entonces? Pues que volveríamos a ver las grandes pujas que se produjeron tras Barcelona y a muchas ciudades intentando imitar a París y Londres", concluye Matheson. El cuento de nunca acabar.

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