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puede ser la única rusa en el tartán de los juegos

Stepanova, la dopada arrepentida que puede ir a los Juegos a pesar de ser rusa y atleta

Formó parte de la red de dopaje del atletismo ruso, pero cuando dio positivo se decidió a colaborar con la AMA gracias también a su marido, un antiguo controlador antidopaje

Stepanova, en los Europeos. (Reuters)

Yuliya Stepanova aspira a ser olímpica, y eso que es atleta, rusa y ni siquiera tiene la mínima para participar en su prueba, los 800 metros. Cree que tiene un lugar en los Juegos porque ella, quizá más que nadie, ha luchado contra el dopaje, esa lacra que ha expulsado a toda la delegación rusa del atletismo. Ella es la garganta profunda que informó a la Agencia Mundial Antidopaje de las prácticas que se estaban llevando a cabo en su país para mejorar ilegalmente el rendimiento de sus deportistas. Finalmente el TAS solo dejará que Stepanova vaya a los JJOO tras ratificar la decisión de la IAAF de no dejar participar a la delegación rusa en las olimpiadas.

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Su historia es una historia de trampas, de arrepentimiento y también de amor. Ella quería ser atleta y, como despuntaba, entró en las estructuras de la federación rusa de atletismo. Y eso es tanto como decir que se incorporó a un entorno sistematizado de dopaje. Sus marcas fueron creciendo a medida que las sustancias dopantes, esteroides y EPO en su caso, iban haciendo efecto. "Los entrenadores rusos no creen en el entrenamiento en altura, solo creen en el dopaje", dice ahora Stepanova al 'New York Times', mientras entrena en un lugar sin determinar del profundo Estados Unidos, lejos de las presiones del régimen ruso.

En su día, Stepanova dio positivo. En aquel momento, creía que la única manera de ser competitiva era inyectarse lo que decían sus patronos. No estaba de acuerdo con ello su marido, Vitaly Stepanov, una figura capital en todo esto, pues él era un empleado de la Agencia Antidopaje Rusa (Rusada) que solo se enteró de lo que estaba pasando cuando un día se lo confesó su esposa. La revelación fue un jarro de agua fría para él y empezó a desconfiar de su trabajo. Sospechaba que no todo era limpio en su país y su organización, pero hasta que su mujer -novia en aquel momento- no le contó lo que había, no supo hasta qué punto estaba carcomido el atletismo ruso. Él fue a ver a su jefe, a contarle lo que había escuchado de boca de su novia. Y la respuesta le dejó meridianamente claro que todo era verdad: "No te metas en eso".

Hoy Stepanov es marido y técnico de la atleta, pero durante una época, después de que ella le contase cómo se las gastaban los deportistas de su país, estuvieron a punto de romper la relación.

Porque en la pareja, que se conoció en octubre y se casó en marzo, empezó a haber un tabú, él quería ir contra el sistema y ella prefería callar y seguir corriendo, poco consciente de la gravedad de lo acontecido. Ella, como tantos otros dopados antes, pensaba que eso tenía que ser así, que todos los demás atletas también recurrían a las sustancias ilegales. Que no había otra manera de hacerlo. Stepanov insistía en que sí había alternativa, que el dopaje no es aceptable en ningún punto.

Aquello llevó al divorcio, pero las casualidades existen. El juzgado estaba cerrado, se lo tomaron como una señal e intentaron reconstruir la historia de la mejor manera posible. Ella siguió con el dopaje mientras él, que aún trabajaba en la Rusada, empezó a informar de sus sospechas a la Agencia Mundial Antidopaje. Lo hizo en secreto, por descontado. Fue expulsado de la organización en 2011, por no aceptar sobornos en lo que fue vendido como una reestructuración del aparato. Y Stepanova empezó a ser tratada diferente por los técnicos rusos, no se fiaban de ella.

Una lesión la apartó de ir a los Juegos de Londres en 2012, y ella cambió de entrenador, de lugar de residencia... y de marido. Por fin hicieron el papeleo en diciembre de ese año. La ley rusa obliga a los que se divorcian a volver tres meses después para formalizar la ruptura, por lo que tendrían que retornar en febrero. Y en ese mismo mes, antes de ir a firmar los últimos papeles, dio positivo. El dopaje, una vez más en la vida de Stepanova, lo cambió todo.

No tuvo, por supuesto, ayuda de las autoridades rusas. Fue el chivo expiatorio, aseguraron que el dopaje era solo cosa suya y no, como en realidad ocurría, una cuestión planificada desde los rectores del deporte del país. Ella se dio cuenta de que todo lo dicho por Vitaly era real. Y el divorcio no se consumó.

El documental y el exilio

Vitaly ya había ejercido de garganta profunda y Yuliya decidió que ella también tendría que hablar. Una 'pentita', como se llamó a los mafiosos italianos que colaboraron con las autoridades para revelar sus organizaciones. Lo hicieron juntos en un documental de una televisión alemana que se iba a emitir en 2014. El escándalo fue mayúsculo, aquel audiovisual alertó a la AMA, que empezó sus investigaciones de una manera más exhaustiva. Para ello, por supuesto, hablaron con Yuliya, que por aquel entonces ya se había exiliado con su marido a Alemania. Su nombre aparece más de 100 veces en el informe condenatorio a la federación rusa. Tiempo después, y ante una opción de trabajo para él que finalmente no cristalizó, se fueron a Estados Unidos a vivir, donde ahora siguen residiendo.

Klishina, la otra atleta rusa aceptada por la IAAF.

Del mismo modo que el dopaje cerca estuvo de separarles, la lucha en su contra les afianzó. No ha sido sencillo, sus familias han sufrido acoso, son el enemigo público número uno y la madre de Yuliya, enfermera en Kursk, ha sido amenazada. "¿Cómo has podido criar a esa Judas?", es una de las muchas frases que ha tenido que aguantar. Ellos, de hecho, prefieren no revelar su lugar de residencia.

Rusia no estará en los Juegos, pero para Stepanova aún hay esperanza. La Federación Internacional de Atletismo la deja competir, y ha mandado al COI un informe positivo en el que aseguran que no solo está limpia, sino que su caso debe ser considerado extraordinario por su altísima contribución en la lucha contra el dopaje. Aún espera una decisión final.

Si acude finalmente a Río, es probable que lo haga bajo bandera olímpica, como ya hicieran los deportistas de la Unión Soviética en el año 1992. Aunque sobre esto también hay teorías, porque el COI defiende que lo haga como rusa, pues al fin y al cabo la delegación del país existirá.

En el caso de que vaya a los Juegos, no será la única rusa presente. También estará Darya Klishina, saltadora de longitud que fue la única aceptada por la IAAF de las 136 peticiones de clemencia que recibieron de atletas del país. La clave, en su caso, es que hace años que vive en Estados Unidos y se ha visto sometida a control por parte de las autoridades americanas. Es, por lo tanto, como si nunca hubiese pasado por Rusia a efectos atléticos.

Klishina, por supuesto, ya ha sido amenazada en Rusia, la han llamado traidora, nazi... Su caso es más prosaico, no ha tenido que pasar por tantas cosas como Stepanova. Juntas pueden ser el equipo ruso más sucinto de la historia del atletismo. Dos deportistas solo, pero dos deportistas limpias.

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Comité Olímpico Internacional (COI) Federación Internacional de Atletismo (IAAF) Yuliya Stepanova
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