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surgió como un genio de la lámpara

La jugada mágica de Benzema envía al Madrid a la final de Cardiff

15 finales no son casualidad. El Madrid lo ha vuelto a hacer y otra vez contra el Atlético en una derrota que no duele porque devuelve al equipo blanco al mismo escenario de toda la vida

Eliminar a tres rivales en un palmo, por Karim Benzema. (EFE)

Quince finales. Ha habido 62 finales de la Copa de Europa y en 15 de ellas ha estado el Real Madrid. En 32 años solo jugó una, y pese a ese bagaje negativo histórico, la final de la Copa de Europa tiene color blanco. Una jugada portentosa, envidiable hasta no soportarlo más, de Karim Benzema puso a los blancos en el último partido de la máxima competición continental otra vez, dos veces seguidas, tres veces en cuatro años. Tuvo que ser en el Vicente Calderón. El Madrid le dio la extremaunción europea, quién si no, el ogro blanco, la pesadilla que perseguirá por los siglos de los siglos al Atlético de Madrid. ¿Schwarzenbeck, quién?

Antes incluso de que Florentino les diera un nombre cursi a los que cantan en el Bernabéu (o sea, la 'Grada Fans'), ya se cantaba por Chamartín aquello de "Somos los reyes de Europa". El vecino siempre lo sentía pretencioso, igual que el enemigo culé y cualquiera, en realidad, que tuviera una mínima animadversión por el merengue. Cuando se cantaba eso en los años de Ramón Mendoza sonaba a chiste, pero empezó a cobrar sentido con Lorenzo Sanz, una de las pocas cosas que tuvo sentido en su mandato. Serán seis finales en 19 años. Se cierra un círculo en Cardiff casi dos décadas después del gol de Mijatovic (en posición correcta, 'bianconeri'). Gales reúne de nuevo a la Juventus y al Real Madrid. El más grande italiano contra el más grande español. Las economías que ponen nerviosa a la UE, frente a frente.

Opinión

No hace tanto de los octavos de final. Así dicho, sí, como si fuera un nombre propio. Era el techo del Madrid, como para España eran los cuartos y para Michael Ballack, las finales. Durante seis temporadas, al Madrid lo podía eliminar cualquiera. Que te echara en octavos el Bayern siempre se puede entender, incluso el Arsenal, pero no era aceptable que lo hiciera una Roma con Taddei, Cicinho y Tonetto en el once titular, ni el Olympique de Lyon de Juninho, que por entonces parecía tan monstruoso como el Ajax de Cruyff o el Bayern de Beckenbauer.

Al Madrid ahora mismo no le da miedo nada ni nadie. Se siente capaz de eliminar a todos y de superar cualquier adversidad que se encuentre. En estas cuatro temporadas en las que se ha clasificado para tres finales, el Madrid ha vivido de todo. Una goleada al mayor enemigo europeo de la historia donde nunca se había ganado, un gol en el minuto 93 para sobrevivir a una final, cargarse cuatro veces seguidas al mismo equipo, ver cómo te remontan una eliminatoria y ganarla en la prórroga, sentir el garrote vil rozando la nuca en el Calderón y levantarse erguido como una vela para sonreír orgulloso bajo la lluvia en el territorio comanche recién conquistado…

Le preguntaron a Zidane en rueda de prensa qué culpa tiene él de estar en la final por segunda temporada consecutiva. Zizou no se elogia a sí mismo, no es su estilo. Ha sido humilde siempre, menos con la pelota en los pies o el fútbol en la cabeza. Su respuesta resume su pensamiento: “Lo que estoy haciendo está bien, pero teniendo esta plantilla el mérito es suyo. Son ellos los que están en el campo, los que corren, luchan y piensan que esto es posible. Cuando echan el máximo en el campo, se consiguen las cosas”. El Madrid tiene, hoy por hoy, la mejor plantilla del planeta. Podrían jugar mejor, hacer las cosas con el estilismo y la finura con que Velázquez pintaba el paisaje de Breda, pero lo hacen para ganar y ser historia viva del fútbol, y lo consiguen.

Todos los futbolistas del Madrid pueden ser fundamentales en un momento determinado. La acumulación de talento permite la licencia de confiar en que las individualidades potencien al colectivo. ¿Qué es sino una individualidad que potencia al colectivo la “jugada mágica” de Benzema? Así la definió Gabi, que no es sospechoso de alabar al Madrid en nada. Para que se produzca la belleza, debe haber fallos espontáneos. Si uno entre Godín, Giménez y Savic le hubiera cerrado el pasillo exterior a Benzema, nada de lo que estoy contando serviría. No se le ocurrió a ninguno que si tapaban ese hueco como mucho concedían un saque de esquina. Tampoco se le ocurrió a Benzema lo que hizo, simplemente ocurrió.

“Le pregunté cómo había salido de ahí y me dijo que no sabía”, dijo Zidane. La magia sucede y el mejor mago nunca desvela sus trucos. De hecho, el espectador tampoco quiere saber cómo lo ha hecho, pues el conocimiento de la verdad, en ciertas ocasiones, resta hermosura a lo que los ojos han creído ver. El espectador quiere soñar, imaginar que lo imposible se hace posible, que se puede eliminar, como hizo Butragueño y como ha hecho Benzema, a todos los rivales sobre la mismísima línea de fondo para marcar o hacer marcar. Karim es un tío tranquilo, a veces demasiado, y probablemente ni se le haya pasado por su mente consciente, pero en el fondo de su pensamiento más oculto sin duda se encuentra una frase de Maradona hacia los críticos: “Que la chupen, que la sigan chupando”.

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