Froome, dos grandes seguidas son posibles por encima incluso de las sospechas

Froome nació al ciclismo para contradecirlo. En la premura del análisis estadístico, la prensa y los especialistas no concebían como posible que un corredor profesional, el mejor preparado de todos los que participan en este espectáculo llamado ciclismo podía ganar dos grandes vueltas de manera consecutiva. No han sido pocos los expertos que así lo han atestiguado con el paso de los años. "En el ciclismo de hoy resulta casi imposible", decían. Cuando alguno tentaba la suerte se le llamaba poco menos que suicida, descerebrado. Nadie ha podido en casi dos décadas y no son pocos los que lo han intentado. No había pasado. Hasta ahora. Hasta que Froome ha hecho una preparación de temporada incluyendo por primera vez la Vuelta como objetivo casi tan prioritario como el Tour. Y a todos les ha dejado mal. A todos.

Hay un tradicional desprecio por la Vuelta a España que estaba justificado durante décadas al ser, de largo, la tercera grande por deméritos propios. No era una carrera de tres semanas, se corría en primavera, antes que todas, y no se le daba importancia. En la década de los 90 y principios de los 2000, prácticamente no venían extranjeros y ganaban los españoles copando hasta todos los puestos del podio. Pero hoy en día, ¿quién puede decir que la Vuelta sea una competición inferior al Giro? O más incluso, ¿estamos seguros de que es peor que el Tour? En cuanto a premios, sí, obviamente. Incluso para UNIPUBLIC, la propia organizadora, evidentemente lo es. Pero no lo es en cuanto a espectáculo y mérito deportivo.

Y hasta este momento, apenas se ponía en relevancia la dificultad propia del reto de ganar el Tour y la Vuelta de manera consecutiva. En 2015, Contador dijo que ganar una grande más no le suponía un cambio importante en su carrera, pero "ganar Giro y Tour sería algo por lo que me recordarían". Lo mismo intentó esta temporada Nairo Quintana con un soberano fracaso en ambas. Lo que sí ha sucedido con cierta regularidad ha sido el intento de ganar Tour y Vuelta. Froome respeta la Vuelta, la idolatra, de hecho, y se puso como reto personal ganar una justo después de llevarse el amarillo francés. Lo ha probado tres veces y claro, a la tercera ha dado en el clavo.

La conclusión es obvia: se puede ganar dos grandes seguidas si eres Chris Froome. Su superioridad hoy en día con respecto a los demás es abismal. No tiene por qué verse reflejada tal ventaja competitiva en la clasificación general del Tour o la Vuelta. Realmente no ha ganado por tanto en ninguna de las dos. Es imposible pedirle que además de vestirse con ambos colores en las jornadas finales también aplaste a sus rivales ganando siete etapas en cada carrera. Eso sí que es ciclismo de otra época, donde corría la EPO y las hormonas de crecimiento entre las venas de los corredores como si fueran bebidas isotónicas.

El mejor ciclista actual

A Froome le han perseguidos las sospechas toda la vida. Es lo que tiene formar parte de una organización tan poderosa (en todos los sentidos, positivos y negativos) como es el Team Sky, todo adquiere un tinte polémico, tenebroso y, por tanto, equívoco. Froome siempre se ha mantenido al margen públicamente de todo lo vacilante que ha rodeado a su equipo en los últimos años. Principalmente susceptible de ser investigado, como lo está siendo de hecho, es el caso del ya celebérrimo paquete de Fluimucil que recibió Bradley Wiggins en el Critérium du Dauphiné de 2011. Nicole Sapstead, directora ejecutiva de la agencia británica antidopaje (UKAD, por sus siglas en inglés), explicó ante el Comité que su investigación no había podido comprobarlo porque no había registros médicos.

Se abrió una investigación por irregularidades que sigue su curso en las más altas instancias de la justicia británica. "Me dijeron que era Fluimucil", se limitó a decir Dave Brailsford, director del Sky, cuando fue citado a declarar en el Parlamento británico. Casualmente, después de aquello Wiggins empezó a ser un ciclista a tener muy en cuenta para ganar las grandes carreras del planeta, pese a venir de la pista y no tener perfil en absoluto de escalador, algo que se antoja indispensable para optar a cualquier preciado maillot hoy en día.

"No sé lo que había en el paquete porque yo no lo vi. No sé por qué se duda de la credibilidad del Sky y por qué mi imagen está comprometida, no tengo nada que ver por ese tema", dijo Chris Froome cuando se le preguntó por el tema a principios de la presente temporada. "Entiendo perfectamente los motivos por los que la gente se siente decepcionada por cómo se ha gestionado la situación", añadió. Y no, Froome no tenía nada que ver con aquella historia. No que se sepa hasta el momento, y la presunción de inocencia está para algo.

Y pese a ello, a Froome le ha perseguido la sombra del dopaje. Se puso en duda su exención por uso terapéutico (TUE, por sus siglas en inglés) de prednisolone en 2013, pese a que, como reconoció esta temporada, rechazó otro TUE durante el Tour de 2015, el cual ganó (por supuesto) porque no le parecía "moralmente correcto". Y al menos en dos ocasiones se le acusó de llevar un motor en su bicicleta. La primera, durante la subida al Mont Ventoux en 2013, cuando adquirió una ventaja considerable sobre sus rivales en plena ascensión. La última, en esta misma Vuelta, al término de una etapa, ya que su bici 'iba sola', claro que no se tuvo en cuenta que estaba siendo empujado por un miembro de su equipo... Si algún día se demuestra que Froome ha hecho trampas, se le castigará. Mientras, nada hace dudar de que simplemente es el mejor ciclista sobre la faz de la tierra.