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también compite en los 200

Van Niekerk, el mejor atleta del momento, tiene un reto 'obligado' por una bisabuela

El atleta sudafricano, recordman mundial de 400, preferiría correr en distancias más cortas, pero su entrenadora, de 75 años, está enamorada de la prueba y quiere que baje el listón de los 43 segundos

Wayde van Niekerk. (Reuters)

¿Hasta qué punto es importante un récord? Wayde van Niekerk fue campeón del mundo de 400 metros en Pekín hace dos años en una de las carreras más impresionantes que se recuerdan. La primera en la que tres atletas bajaron de 44 segundos. Tan espectacular fue su exhibición que tuvo que esperarle en la línea de meta una camilla y pasar la noche en el hospital. Así de duro es el sprint largo, ese que dispara el lactato y desafía la resistencia a la velocidad que pueda llegar a tener el cuerpo humano. Sin lugar a dudas una de las más duras de todo el concierto atlético.

El caso es que tal exhibición no supuso nada. Cuando llegó al aeropuerto de Bloemfontein, en su Sudáfrica natal, una señora le reconoció y puso en Facebook que le había visto. Por lo que se ve fue la única en toda la instalación que se dio cuenta de que por allí pasaba un gran campeón. Incluso algo más, el futuro del atletismo. No del sudafricano, eso sería limitarle, del atletismo a secas. El anonimato, por supuesto, se fue en cuestión de tiempo. Le bastó una carrera para hacer caer la cortina que le separaba del gran público.

Fue en Río de Janeiro y la noche iba a ser de Bolt. Siempre es así cuando él está presente. Era la final del 100, pero antes de eso estaba en el programa la del 400. LaShawn Merritt, Kirani James y Van Niekerk, un buen elenco, buenísimo incluso, pero no el más mediático del lugar. El sudafricano no se conformó con cualquier cosa. Desde la calle ocho dominó toda la prueba con su zancada larga y potente. Al llegar a la recta de meta ya sacaba un buen trecho a sus rivales y no bajó en ningún momento su entrega. Paró el reloj en 43.03. Récord del mundo. Le acababa de arrebatar a Michael Johnson su última plusmarca.

Sucesor anticipado de Johnson

Johnson, por cierto, horas antes rumiaba sobre su récord imbatible. Le comentó a Ato Boldon, otro enorme de la velocidad, que no veía a Van Niekerk pasándole por el momento. Demasiado joven, decía, a él le costó llegar a la treintena para hacer su mejor marca y derribar esa barrera. Se equivocaba Johnson, no era esta vez una cuestión de edad sino de talento. El joven Van Niekerk, ahora 25 años, es también uno de los deportista más dotados que se recuerdan.

Porque no solo es el más rápido en la vuelta al estadio, también es el único ser humano en la historia que ha conseguido bajar de 10 segundos en los cien metros, de 20 en los 200 y de 44 en el 400. Es, por lo tanto, el atleta total, el más capaz que se recuerda para la velocidad. Usain Bolt, rey incontestable de todo eso, le ha ungido como sucesor. Tampoco había muchas dudas, Van Niekerk es atletismo puro. Nunca tendrá, eso sí, el nivel mediático de su predecesor como rey. Porque hay carismas con los que se nace, no se aprenden, y el sudafricano para el gran público es solo uno más. Parece incluso tímido, no hay aspavientos, no hay folclores, solo un hombre corriendo a velocidad de vértigo.

Van Niekerk, retirado en camilla tras ser campeón del mundo en 2015. (Reuters)

Dejar atrás el 'apartheid'

En todo sudafricano hay una historia del 'apartheid' y Wayde van Niekerk no se libra de esas definiciones. Odessa Swarts fue una excelente atleta, consiguió todos los récords escolares que le pusieron por delante. Era realmente rápida, ganaba siempre a las de su edad. Pero nunca compitió más allá de los programa colegiales. Tampoco hubiese sido algo muy diferente de haberlo conseguido, pues su país estaba vetado en las competiciones internacionales por el execrable sistema racial que imperaba en el país. La madre del atleta, en otro contexto, hubiese podido ser una enorme deportista. Sudáfrica, en su tiempo, no estaba hecha para esos perfiles.

Cuando se derrumbó el 'apartheid', Sudáfrica no se recuperó de la noche al día. Aún quedan las rencillas y temores, por más que líderes como Nelson Mandela hayan hecho lo posible por hacer cicatrizar las profundas heridas. También Van Niekerk lo ha intentado. El año pasado, cuando logró su oro y su récord en Río, mandó un mensaje: "Cuando crucé la línea de meta me sentí un sudafricano orgulloso, no un sudafricano de color orgulloso. Soy un feliz embajador de mi país". Esto en otros países sería caso lo corriente, pero en ningún caso lo es en uno con tantos complejos históricos recientes que sacudirse. Son pocos los sudafricanos que se sienten como tal.

El sistema racial del país era muy estricto y, técnicamente, Van Niekerk no entraría en ninguna de las clasificaciones históricas. Ni negro, ni blanco; 'coloured', una expresión cercana a mulato que responde a un 8% de la población del país y que tenía una serie superior de derechos que los negros pero no tantos como los blancos descendientes de holandeses y británicos. Ese colectivo, minoritario, está hoy en la picota en Sudáfrica. Se les asocia con pobreza, el desempleo y delincuencia, tienen mala fama. Por eso, porque el racismo aún está presente en la sociedad, los éxitos de alguien como Van Niekerk suponen algo muy importante para sus iguales.

Van Niekerk con su entrenadora, Ans Botha. (EFE)

Ans Botha, entrenadora y bisabuela

A él tampoco parece importarle demasiado, pero también es cierto que Van Niekerk no es un atleta normal. Solo hay que saber quién es su entrenadora, Ans Botha. 75 años y varios bisnietos. Ella es la entrenadora desde hace más de 25 años del equipo atlético de la universidad libre de Bloemfontein. Allí fue a parar el recordman mundial cuando aún era joven, solo con 18 años, y ella fue la que le enseñó las claves de la velocidad. Sin ella no habría récord.

Y no existiría, en realidad, porque ni si quiera se hubiese parado a intentarlo. Van Niekerk es el más grande de siempre en la vuelta al estadio, pero si le preguntan a él siempre dirá que está a punto de dejarlo. Es demasiado duro y cree que puede hacer carrera en distancias más cortas, más mediáticas y menos invasivas para el cuerpo humano. De hecho, en Londres correrá también el 200. Aún es pronto para probar el 100. No seguiría corriendo el 400 si no fuese porque ella es una enamorada de la prueba y, de algún modo, le obliga.

También es cierto que, en el fondo, hay una marca demasiado golosa antes de quedarse sin retos. Nadie en la historia ha bajado de 43 segundos y está considerada una de las grandes barreras del atletismo. Como lo fue en su día bajar de 4 minutos en la milla. O como lo puede ser también traspasar los nueve metros en salto de longitud. Van Niekerk lo tiene en las piernas, no en vano se quedó solo a tres centésimas de lograrlo en Río. Además, la competencia en la prueba es fuerte, atletas como Isaac Makwala, de Botswana, le empujan a dar siempre un poco más. Cuando lo consiga, porque esto no es un condicional, se da por hecho que lo hará, igual sí puede descansar. Mientras tanto es poco probable que la bisabuela más célebre del atletismo le permita esa licencia. Tiene que seguir quemando lactato.

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