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'Los misteriosos asesinatos de Limehouse': un cuento de terror victoriano a la española

Juan Carlos Medina dirige esta atmosférica historia detectivesca en torno a unos horribles asesinatos en el Londres del siglo XIX

'Los misteriosos asesinatos de Limehouse'.

Ya no es noticia que un director español estrene una película de terror hablada en inglés. Resulta más novedoso que el filme en cuestión cultive un imaginario que se remonta más allá del cine fantástico estadounidense de los setenta y los ochenta, tan desgastado en la ficción contemporánea. En su segundo largometraje, 'The Limehouse Golem', Juan Carlos Medina arma un convincente relato de misterio ambientado en el Londres victoriano donde un detective de Scotland Yard, el inspector Kildare (Bill Nighy, en un papel mucho más sobrio y contenido que el que le hizo popular en la irritante 'Love Actually'), investiga una serie de sangrientos asesinatos que podrían estar perpetrados por el mismísimo Jack el Destripador. Todos ellos parecen estar conectados con el envenenamiento de cierto escritor, crimen del que es acusada su esposa Lizzie (Olivia Cooke), una popular actriz de teatro. Kildare cree en la inocencia de Lizzie y se propone demostrar que su marido era en verdad el carnicero que el populacho ha bautizado con el nombre de una terrorífica leyenda judía.

A partir de la novela de Peter Ackroyd en que se basa, el director introduce una serie de referencias a la cultura de la época más originales de lo que es habitual, desde el cierto protagonismo que otorga al muy popular actor cómico de vodevil Dan Leno (Douglas Booth) a la aparición como sospechoso del caso ni más ni menos que de Karl Marx (Henry Goodman), asiduo a la biblioteca por donde pasó el asesino. El criminal, por cierto, toma como inspiración directa a Thomas de Quincey y su 'Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes'. El filme se enriquece con estos guiños, pero no pretende convocar a todos los referentes de la época que han enraizado en la cultura posterior a la manera de la por otro lado muy reivindicable serie 'Penny Dreadful'.

Juego de espejos

Juan Carlos Medina debutó en el largometraje con la notable 'Insensibles', una aproximación desde el fantástico a la Guerra Civil que se situaba más cerca del imaginario de Agustí Villaronga que del de Guillermo del Toro. En su segunda película, lleva a cabo una reivindicación del fantástico más popular a través del teatro de vodevil. Ya desde la primera escena, la película establece un juego de espejos entre la ficción que recrea relatos escabrosos inspirándose en la realidad y el público ávido de consumirlos. “El apetito de Londres por el terror no conoce límites”, comenta el policía protagonista. Y el filme difumina la frontera entre la representación con espectadores de pago de los casos criminales y la puesta en escena de los asesinatos reales, hasta el punto de que en el epílogo desaparece por completo el límite entre la crueldad del mundo real y la filosofía del 'espectáculo debe continuar'.

"El apetito de Londres por el terror no conoce límites", comenta el policía protagonista

Medina celebra así la larga tradición de las artes escénicas de barrios bajos. La protagonista, hija del arroyo, quiere ser actriz desde pequeña y admira el trabajo de Dan Leno en tanto es un hombre que a través de la comedia visibiliza el sufrimiento de las mujeres. En las diferentes escenas teatrales, vemos cómo las obras de bajo presupuesto siempre se las han ingeniado para abordar desde el terror, desde la comedia o desde la canción pícara aquellos temas que no se podían afrontar de manera directa.

Este engranaje metanarrativo encierra un juego más concreto en torno a una de las dinámicas de roles más recurrentes en la ficción fantástica, la del caballero blanco que acude presto a salvar a la damisela en apuros con la aspiración más o menos consciente de ser recompensado de alguna manera por ello. La propia biografía de la protagonista, una víctima de la miseria desde pequeña que intenta labrarse un camino en el mundo del teatro, responde a la de una muchacha inocente a la que todos los hombres parecen dispuestos a salvar. Es la propia Lizzie quien pone al corriente de su vida a Kildare, el último hombre empeñado en rescatarla de su destino.

'Los misteriosos asesinatos de Limehouse'.

El filme juega a dar la vuelta a estas dinámicas desde el momento en que dos de los protagonistas aparecen a menudo travestidos. Leno, el único personaje que no pretende salvar a Lizzie, se disfraza a menudo de mujer, “pero solo en el escenario”, como recalca él mismo. Mientras que la actriz rehúye muchos de los atributos que se le suponen como fémina, empezando por una vida sexual típica. Sin embargo, la pirueta final que lleva a cabo el relato en este sentido también deviene lo menos satisfactorio del filme, por lo cansino que resulta a estas alturas encontrarse con el típico giro de guion en una cinta de género. El truco del último acto no empaña sin embargo la construcción atmosférica, la tensión rítmica y la reflexión en torno al deleite ante el horror que presenta este cuento gótico londinense firmado por un español.

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