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La revancha de los cantautores cursis de los 90: Ismael Serrano es mejor que Arcade Fire

Ismael Serrano presenta un repertorio emocionante para celebrar veinte años de canciones

Ismael Serrano (Enrique Villarino)

Sábado por la mañana. Desayuno, como siempre, repasando las secciones de Cultura y los suplementos literarios. A juzgar por los contenidos, lo más relevante que va a ocurrir en las próximas horas es la visita de Arcade Fire, el grupo canadiense favorito de los hipsters, jóvenes adultos anglófilos y “modernos” que piensan que cualquier cosa que ocurra en Londres, Nueva York y Los Ángeles es -por definición- más importante que lo pueda decir un habitante de Vallecas, La Habana o Monterrey.

Esta vez no exageramos con el doble rasero: Arcade Fire presentan ‘Everything Now’ (2017), universalmente considerado su peor álbum. Se trata de un trabajo donde despotrican poéticamente -al estilo Arturo Pérez Reverte- contra la degradación de la sociedad occidental tras la llegada de Internet. “Canciones pálidas, sin alegría, incapaces de trascender su mensaje social”, sentencia Pitchfork, biblia de los oyentes presuntamente sofisticados. En España, a pesar de todo, los redactores hipsters vibran ante la perspectiva del concierto. La gira de aniversario de Ismael Serrano, ‘Veinte años es siempre’, se esconde en algún pequeño recuadro de las agendas. No parece importante que haya agotado las entradas del Palacio de los Deportes de Madrid, ni que que recorra las principales capitales de América Latina. No solo eso: el próximo 17 de octubre volverá al mismo recinto y -muy probablemente- volverá a llenar. El problema es que Serrano no es chic, ni trendy, ni cool porque atiende a los problemas de la gente sin dinero. Nada bueno puede salir -parece- de alguien que escribe sobre cajeras, jubilados y madres solteras.

Serrano es el artista de mayor éxito de una generación olvidada. Me refiero, por supuesto, a los cantautores ‘cursis’ de los noventa, que muchos despreciaban como ‘cansautores’. Pasado el tiempo, y ganada cierta perspectiva, fuimos terriblemente injustos con ellos. Se les despreciaba -incluido yo- como un mero sucedáneo de Serrat y Pablo Milanés, cuando trajeron varios avisos relevantes sobre la política del país. Por ejemplo, Serrano triunfó con el himno 'Papá, cuéntame otra vez', compuesto a medias con su hermano Daniel, una critica de la llamada Cultura de la Transición mucho antes de que el periodista Guillem Martínez popularizase el término entre la izquierda española.

El problema es que Serrano no es chic, ni trendy, ni cool porque atiende a los problemas de la gente sin dinero

Lo mismo podemos decir de canciones como 'La edad del porvenir', de Javier Álvarez, que hoy suena como un himno de 15M escrito diecisiete años antes de su estallido. Los sociólogos del futuro que necesiten una letra que capte la emoción de esos días en las plazas tendrían que recurrir a 'La llamada', la letra donde Serrano llama a hacer frente contra la desigualdad y la exclusión social. Por supuesto, al día siguiente del concierto, ninguno de los grandes periódicos publica crónica. Me viene a la cabeza la imagen de Joaquín Estefanía disfrutando del concierto en sexta fila. Hablamos de un ensayista y exdirector de El País que es ya la única firma histórica del diario capaz de poner pegas al rodillo neoliberal que se impone en 2018. Nada más lógico que encontrarle por aquí. Serrano es la voz de una “generación sin relato”, la de los nacidos en los años setenta, emparedados entre el éxito de sus padres y el espabilamiento de los precarios quincemayistas.

Solo a alguien muy poco calculador se le puede ocurrir la idea de incluir en su repertorio de la noche himnos tan universales como 'Todo cambia' (Mercedes Sosa), 'Y sin embargo' (Joaquín Sabina), 'Insurrección' (El Último de la Fila), 'Ojalá' (Silvio Rodríguez) y 'Las cuatro y diez' (Luis Eduardo Aute). Lo más probable es que tantas piezas de esta envergadura eclipsen tu propio material, pero el cancionero de Serrano aguanta con admirable entereza. El público vibra con los clásicos ajenos con el mismo voltaje que con 'Nieve', 'Absoluto', 'Últimamente', 'Vine del Norte' y 'Ahora que te encuentro', por ejemplo. En la segunda mitad, aparece en el escenario Pedro Guerra, otro de aquellos cantautores a los que se negó el prestigio cultural. Por cierto, se cumplen veinticinco años de su clásico ‘Golosinas’ (1994). Juntos atacan 'Ya ves', una preciosa pieza sobre la fragilidad del amor y de las utopías socialistas en la recta final del anterior milenio. Guerra destaca por un tono de voz pletórico, contagioso y con matices, que contribuye al vuelo poético de la canción.

Serrano es el artista de mayor éxito de una generación olvidada

Es difícil que no aparezca esta pregunta: ¿qué es lo que nos molestaba tanto de aquellos jóvenes que aspiraban a un mundo mejor? Mi mejor respuesta es que nos incomoda que nos recuerden nuestra fragilidad, nuestra dependencia y nuestra derrota frente a los ideales de justicia social. Así de simple. El triunfo creciente de la sociedad de consumo supuso una ruptura traumática entre las expectativas de vida de padres e hijos, además de un arrase del individualismo. “Si no ves más allá de tu horizonte/ estaremos perdidos”, cantan juntos Guerra y Serrano. Nos molesta que nos recuerden lo nuestros límites. Aquellos discos eran esto lo contrario de las series despolitizadas y los espots publicitarios con los que nos sentimos tan cómodos.

Atender lo colectivo

¿Por qué es tan atractiva la música de Ismael Serrano para amplios sectores de los oyentes hispanohablantes? Seguramente por la habilidad para mezclar conflictos políticos y personales en historias cotidianas. Mientras los periodistas musicales no atendíamos, ha ido elevando el nivel hasta convertirse en un compositor a la altura de una de nuestras mayores tradiciones musicales, la que incluye a mitos como Serrat, Sabina, Aute, Silvio Rodríguez, Víctor Jara y Violeta Parra. No es poca cosa, la verdad. La única crónica que se publica del concierto es cortesía de la agencia Efe, donde la periodista encargada (Jessica Martin) recoge el momento más sentimental de la noche. Me refiero a cuando Serrano se rompe de la emoción con un verso donde recuerda “todo lo vivido, aprendido y encontrado”. No es para menos, ya que tuvo muchos factores en contra (empezando por el zeitgeist) en su travesía desde los garitos de cantautores del centro del Madrid hasta convertirse en superventas ignorado por la inmensa mayoría de los medios.

Más allá de historias de éxito personal, lo relevante de la gira es que nos recuerda lo excéntrico que resulta en la música popular actual hablar de vulnerabilidad, dependencia y cuidados. Las listas de ventas están llenas de superhombres y supermujeres hedonistas, viviendo cada instante como si fuera el último, entre eufóricos e hiperventilados. Piensen en Beyoncé, Bruno Mars y Kanye West. Por supuesto, también hay canciones de bajón emocional, desde Coldplay a Drake, pero siempre escritas desde el más estricto individualismo. El enganche y el rechazo que provoca Serrano -como el resto de cantautores de su generación- tiene que ver con su empeño en atender a lo colectivo, una dimensión tan importante como los dramas personales. Cuando nadie entienda eso, habremos perdido la batalla de la música popular.

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