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'Ignacio de Loyola': ejercicios espirituales de un soldado jesuita de serie B

Andreas Muñoz protagoniza una hagiografía del santo, una película producida por la Jesuit Communications Foundation

Ignacio de Loyola.

Dice el refrán que quien mucho abarca poco aprieta, y la idea de montar una batalla a cañonazos y destruir un castillo medieval con menos de 900.000 euros de presupuesto ha resultado ser tan peregrina como la vida del protagonista de la película, San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús y figura patria insigne del santoral. 'Ignacio de Loyola' explora ese género que vivió su edad de oro alrededor de los años cincuenta y que ahora, salvo en casos contados —'Encontrarás dragones' (2011), la hagiografía de Escrivá de Balaguer, fue un taquillazo que vendió más de 100.000 entradas antes de su estreno—, está relegado a moverse entre la producción marginal y la docuficción escolar.

Los filipinos Paolo Dy y Cathy Azanza codirigen este 'biopic' —su primer largometraje— en el que repasan la vida del patrono de los ejercicios espirituales desde su infancia nobiliaria en la casa de Loyola en Azpeitia (Guipúzcoa) hasta sus rifirrafes con la ortodoxia eclesiástica, que lo llevaron a dar con sus huesos en los calabozos de la Inquisición. Producido por la Jesuit Communications Foundation, el filme es un repaso pedagógico de los pasajes más representativos de la vida del santo y un ejercicio de candor cinematográfico sintetizado en el contraste entre unos efectos especiales propios de la serie B más pobretona —en algunos momentos produce el mismo sonrojo que el que provoca 'Megashark contra Crocosaurio'— y unos diálogos sacados de la mística jesuítica, graves y trascendentales.

Producido por la Jesuit Communications Foundation, el filme es un repaso pedagógico de pasajes de la vida del santo

La película parte de las vicisitudes de un Íñigo de Loyola niño, atormentado por un padre estricto y fervoroso que lo manda a educarse lejos de su familia, en la Corte. Con una estética noventera que en algunos casos recuerda a 'La gruta de la rosa de oro', de Lamberto Bava —esos veranos de la Telecinco primigenia—, el filme salta rápidamente a su periplo como soldado —aquí ya interpretado por el actor Andreas Muñoz— en lid contra el ejército franco-navarro, liderado por Andrés de Foix, señor de Asparrós (Javier Tolosa), y que tras una escena de —ortopédico— baile sensual con la princesa Catalina (Tacuara Casares), promete fiel servicio a la monarquía castellana.

Uno de los momentos más rocambolescos de la película llega con la ambientación de la batalla de Pamplona, en la que Íñigo de Loyola casi pierde las piernas debido a un cañonazo de las tropas enemigas. Frases como "tenemos menos de 3.000 soldados" son señales de neón que agrandan más si cabe la indigencia presupuestaria de la producción: extras clonados que acompañan al fuego digital poco realista, sin hablar de los misiles que supuestamente destrozan el castillo pamplonica y, de paso, las extremidades inferiores del futuro santo. Probablemente, con menos ambición y una mejor medición del tamaño del proyecto, 'Ignacio de Loyola' hubiese evitado recalcar su falta de medios. Si no puedes enseñar, no enseñes.

Frases como "tenemos menos de 3.000 soldados" son señales de neón que agrandan más si cabe la indigencia presupuestaria

A partir de este momento, Íñigo, obsesionado con su condición de 'tullido', con sentirse menospreciado frente al resto de sus hermanos y por no ser digno del apellido Loyola, se encierra en la lectura de las vidas de los santos hasta que, finalmente, tiene una revelación: ¿por qué jurar lealtad al rey de Castilla cuando puede "jurar fidelidad al rey más grandioso de todos"? Su transformación, condensada en una escena en la que cambia sus vestimentas de noble por el ropaje espartano de un mendigo, es el preludio a un repaso de la evolución de sus 'Ejercicios espirituales', que en pleno siglo XVI se convirtieron en la vanguardia del catolicismo.

Más allá de los evidentes errores de 'raccord' a causa de abrir y cerrar constantemente el mismo plano —los extras aparecen y desaparecen en el fondo, se repiten e, incluso, una mujer que está parada a la espera de una señal comienza a caminar a mitad de toma—, el poco cuidado en la ambientación histórica —¿se ve en la secuencia final, en el fondo desenfocado, un parque eólico sobre la montaña?—, llama continuamente la atención el hecho de que los diálogos alternan español e inglés, sin orden ni concierto, incluso en la misma frase, con Íñigo de Loyola, ya como mendigo, recitando una y otra vez como un mantra:

Una limosna... Thank you!

Cartel de 'Ignacio de Loyola'.Con el paso del relato épico al repaso a la doctrina jesuita, 'Ignacio de Loyola' vuelve a amoldarse a sus límites tanto visuales como narrativos, sin aportar mucho más que una lectura somera de las meditaciones del santo —"uno puede aprender a ser más consciente de las motivaciones del alma"— y algunas pinceladas de la oposición que encontró dentro de la jerarquía eclesiástica en la génesis de su compañía —¿por qué escribir los 'Ejercicios espirituales' cuando la verdad de Dios está plenamente revelada en la Biblia? "Porque no son para las preguntas fáciles con respuestas obvias"—. 'Ignacio de Loyola' es, en definitiva, un trabajo de encargo dirigido por unos realizadores novicios que no controlan demasiado bien la estructura dramática y cuya factura no dista demasiado de la ya mentada docuficción escolar.

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