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  1. Cultura

el escritor recibe el premio cervantes

Mendoza: "Don Quijote sabe que está loco y los demás cuerdos; a mí me ocurre al revés"

El autor de 'La verdad sobre el caso Savolta' recibe de manos de los Reyes el gran galardón de nuestras letras con un discurso bienhumorado y divertido

Eduardo Mendoza recibe el Cervantes. (EFE)

Recordaba el escritor Eduardo Mendoza al finalizar su discurso de recogida del Cervantes cómo en una cena hace muchos años en Nueva York junto a un amigo poeta leonés detectaron que la camarera era hispanoablante, quizás puertorriqueña, y decidieron dirigirse a ella en castellano. La mujer les preguntó entonces si eran acaso franceses. ¿Qué le había hecho pensar eso? "Oh, dijo ella, como habláis tan mal el español". "En ese momento, esa anécdota nimia me produjo una gran alegría que nunca se ha disipado. Porque comprendí que habitaba un mundo diverso, rico, divertido y con un amplísimo horizonte. Y que todas las lenguas del mundo son amables y generosas para quien las quiere bien y las trabaja".

Con un discurso bienhumorado, divertido y cariñoso ha agradecido el escritor catalán este jueves ante los Reyes en la Universidad de Alcalá el premio Cervantes 2017. Una ceremonia en la que el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, ha ejercido de maestro de ceremonias y en la que ha pesado como una losa la ausencia nada habitual del presidente del Gobierno Mariano Rajoy. Méndez de Vigo ha tirado de chascarrillos quevedianos, ha apelado al pasmo del extraterrestre Gurb al comprobar los honores recibidos por su creador y ha invocado la 'cordura' de Don Quijote.

"La celebración de hoy es también un justo reconocimiento a un género que algunos erróneamente han considerado menor, y que emplea el vínculo del humor para recorrer la vida y sus personajes", ha dicho. A su llegada al Paraninfo de la Universidad de Alcalá, Mendoza ha agradecido el premio ante los periodistas y ha confesado que había llegado "con mi familia para que me critiquen y con mis amigos para que me hagan la ola".


No ha tardado Mendoza en contradecir amablemente al ministro en su discurso en las que quizás han resultado sus palabras más bellas e intencionadas: "Alguna vez me han preguntado si Don Quijote estaba loco o si fingía estarlo para transgredir las normas de una sociedad pequeña, zafia y encerrada en sí misma. Aunque esta es una incógnita que nunca despejaremos, mi conclusión es que don Quijote está realmente loco, pero sabe que lo está, y también sabe que los demás están cuerdos y, en consecuencia, le dejarán hacer cualquier disparate que le pase por la cabeza. Es justo lo contrario de lo que me ocurre a mí. Yo creo ser un modelo de sensatez y creo que los demás están como una regadera, y por este motivo vivo perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo".

Yo creo ser un modelo de sensatez y que los demás están como una regadera, y por eso vivo perplejo y atemorizado de cómo va el mundo

Mendoza abría así en la recta final de un discurso amable la espita de la crítica, casi del enjuiciamiento de la realidad actual: "Vivimos tiempos de incertidumbre y confusión. Un cambio radical afecta al conocimiento, a la cultura, a las relaciones humanas, a nuestra manera de estar en el mundo".

Cuatro lecturas del Quijote

Antes el autor de 'La ciudad de los prodigios' había recorrido su destino literario a través de las cuatro lecturas del Quijote que ha acometido hasta la fecha. La primera fue la escolar, la obligatoria en clase del Hermano Anselmo: "la verdad es que don Quijote y Sancho no fueron bien recibidos. Nuestra imaginación se nutría de El Coyote y Hazañas Bélicas". Y sin embargo, aquella lectura "fue un bálsamo y una revelación. De Cervantes aprendí que se podía escribir de cualquier cosa". La segunda ocasión fue cuando ya era un bachiller "y un tonto". El caballero de la triste figura le pareció entonces un héroe trágico. "Y por eso me gustaba. Porque si Cervantes es hijo de Erasmo, yo era hijo del Romanticismo, y no me atraían los héroes épicos sino los trágicos".

La tercera visita a la novela cervantina ocurrió cuando Mendoza ya era "un buen padre de familia". Fue entonces cuando descubrió y admiró, según ha reconocido, el humor que preside la novela. Pero aquel humor no era el canónico, el que usualmente se ha reconocido en las aventura de Quijote y Sancho, no el de los "episodios jocosos de confusión y paliza" sino, más bien, "un humor que no está tanto en las situaciones ni en los diálogos, como en la mirada del autor sobre el mundo". Finalmente, Mendoza leyó por última vez el Quijote al conocer que su nombre iba a figurar en la lista de ganadores del Cervantes. Y entonces llegó la revelación definitiva:

"Sin la incidencia atropellada de Don Quijote, hidalgos, venteros, labriegos, curas y mozas del partido reposarían en la fosa común de la antropología cultural. Gracias a él hoy están aquí con nosotros, tan reales como nosotros mismos y, en algunos casos, quizás un poco más. Ésta, es a mi juicio la función de la ficción. No dar noticia de unos hechos, sino dar vida a lo que, de otro modo, acabaría convertido en mero dato, en prototipo y en estadística".

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