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  1. Cultura

¿Cuál es el compromiso del autor?

Cervantes, Goytisolo y los que no se resignan

¿Qué puede hacer la lectura por la sociedad? ¿Tenía razón el Premio Cervantes al asegurar que las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse?

La reina Letizia brinda con el escritor Juan Goytisolo, en Palacio Real, un día antes de la entrega del Cervantes. (EFE)

Tan breve, llano y sin rodeos que todavía tiemblan las pieles más sensibles. El discurso armado por Juan Goytisolo para recibir el Premio Cervantes, el pasado jueves, levantó ampollas entre la clase política cuando les tocó la corrupción y dijo que don Quijote hoy les lancearía por permitir el desalojo de los desahuciados. Tampoco tuvo a toda la grada literaria a su favor, Fernando Aramburu y Antonio Muñoz Molina también han pateado entre las butacas.

Días atrás preguntábamos a varios escritores, precisamente, por el compromiso al que hacía referencia en sus palabras el autor de Reivindicación del conde don Julián: “Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo”. Para cerrar con el ya célebre: “Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia”. Sin alhajas ni oropeles, Goytisolo disparó por todo lo alto y dibujó una sociedad capaz de tumbar las desigualdades y las injusticias gracias a la lectura, con la ayuda de los escritores.

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) apunta que el autor debe “aportar algo positivo a las personas con las que convive, con frecuencia por la vía de la oposición y la crítica”. Eso sí, el compromiso con los demás no puede ser sin antes estar comprometido consigo mismo. “¿Con qué derecho voy a exigir a los demás lo que yo no cumplo?”, se pregunta, porque el escritor tampoco está exento de ejemplaridad. El autor de Las letras entornadas (Tusquets) cree que el escritor se debe a su propio estilo de tal manera que “nombre las cosas como no saben y no pueden aquellos que ostentan responsabilidades de poder”.

Y, por último, reivindica como gran reto la templanza del discurso. Prefiere los espacios razonables, propicios al matiz, el sosiego y el respeto al diferente a los discursos coronados por exabruptos, insultos “y demás regurgitaciones para las cuales ni siquiera hace falta fatigar la inteligencia, si es que se tiene”.

Goytisolo se refería a la necesidad de introducir en el discurso “el fermento contestatario” y Luisgé Martín (Madrid, 1962) es partidario de una fórmula similar: “Creo que todo escritor, incluso los más tontos, tienen un compromiso ideológico con el mundo en el que viven. Por acción o por omisión, por lo que cuentan o por lo que esconden. Un autor es, antes que nada, un ciudadano, y a mí me gustan más los ciudadanos comprometidos que los ciudadanos resbaladizos”.

Luisgé Martín: 'Leer no nos hace mejores. Pero no leer nos hace más débiles. Una sociedad ignorante es una sociedad sometida'

El autor de La vida equivocada (Anagrama) aclara que la tarea del escritor es “interpretar el mundo, reconstruirlo”. Por ello es esencial el esfuerzo de compromiso con la sociedad a la que pertenece: “Un escritor puede no tener partido político, por supuesto, pero si no tiene algún tipo de compromiso, más que escritor es escribiente”.

¿Qué puede hacer la lectura por la sociedad? “Leer no nos hace mejores”, dice Martín. “Pero sí creo que no leer nos hace más débiles. Una sociedad ignorante es una sociedad sometida, sin capacidad de decisión, inerme ante la mentira y la demagogia”, rotundo. Participar en la democracia exige tener “una opinión propia y para eso sí que es imprescindible la lectura”.

Sara Mesa (Madrid, 1976) acaba de publicar Cicatriz (Anagrama) y cree que “la lectura no nos salva de nada”. Y a pesar de ello, aclara que nos ofrece capacidad crítica y profundidad de análisis. Rechaza al autor que convierte su supuesto compromiso en una fachada. “El compromiso estético es también un compromiso ético”.

La lectura enseña a rebelarse

“Decir la verdad”, ese es el compromiso que reclama Rafael Reig (Cangas de Onis, 1963) para cualquiera, se dedique a la palabra o sea obrero. Aunque la verdad en el caso del escritor es un ejercicio más doloroso porque consiste en “escribir en contra de sí mismo”. “Escribir es mirar para donde nadie mira, ése es el compromiso del escritor: hacer visible lo más evidente”. ¿Cómo aprovechan los ciudadanos esas experiencias? “Una sociedad que no lee es una sociedad más dócil, fácil de engañar: la lectura es insurreccional, enseña a rebelarse. Cuanto menos leemos y más nos conectamos a internet, menos libres somos”, cuenta a este periódico el autor de Un árbol caído (Tusquets).

Una de las manifestaciones del movimiento 15M. (EFE)

Reig coincide con Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978), que ha montado una ficción a partir de la idea de la lectura como vía para la revolución. “Una sociedad más lectora sería una sociedad más crítica y más consciente de sus derechos”, explica a El Confidencial. En Los libros repentinos (Seix Barral) muestra cómo una caja de libros puede tener terribles consecuencias para la paz social. Así le ocurre a Reme, la protagonista, que recibe un día un envío extraviado con varios clásicos de literatura contemporánea española.

“El terrorismo tiene una base intelectual”, suelta Gutiérrez. “El yihadismo parte del texto y luego pasa a la acción. El problema surge cuando sólo hay un libro que leer. Fanatismo. La Revolución Francesa, lo mismo. Sin Montesquieu no hay jacobinos. El clima intelectual la favorece. Hoy hay síntoma de protesta, sin llegar a larevolución porque es muy difícil que surja en una democracia. La democracia es la mejor anestesia”, cuenta el escritor.

Pablo Gutiérrez: 'Hay ciertos libros repentinos, que llegan a la vida de una persona para cambiarla'

Los libros, las lecturas, los creadores son una amenaza sobre los credos y las esencias. En la casa en la que creció Gutiérrez había pocos libros, entre ellos Fahrenheit 154 y Miguel Strogoff. Todavía están en la estantería de la casa de su madre, todavía se pregunta cómo llegaron esos libros ahí. “Yo leo por esos dos libros, puedo decir que me cambiaron. Hay ciertos libros repentinos, que llegan a la vida de una persona para cambiarla”.

Pablo no cree en la literatura de transformación, “en la intervención y resistencia sí”. También Marta Sanz (Madrid, 1967), como dejó por escrito en No tan incendiario (Periférica), donde denunciaba la naturalidad con la que se asume “la connivencia entre cultura y negocio, así como la noción demagógica del lector como consumidor cultural, como cliente a quien el artista-bufón complace, recrea, deleita, impermeabiliza de las agresiones de la vida cotidiana”.

El dibujante Miguel Brieva (Sevilla, 1974) entiende que vivimos en una sociedad en la que se desvanece la lectura, una en la que se generan conductas irracionales y fácilmente manipulables. “La lectura es un hábito valioso y frágil, como decir la verdad o actuar con conciencia”, cuenta. Para prueba su nuevo libro, Lo que me está pasando (Reservoir Books). “Ningún relato es inocente ni apolítico. El autor debería ser consciente de ello y tratar de que su arte sea coherente, en primer lugar, con la sensibilidad. Luego, con la idea de mundo que quisiera ver realizada”. A Goytisolo, tal y como dijo en Alcalá de Henares, le resulta difícil resignarse ante la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, desigualdad y exilio profesional. "Si ello es una locura, aceptémosla".

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