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  1. Cultura

lAS BROMAS DE ZIZEK QUE EXPLICAN EL MUNDO

El hombre viene del mono… y del chiste guarro

Slavoj Zizek publica un ensayo sobre la relación entre su filosofía y sus chascarrillos favoritos

Slavoj Zizek en un documental de Sophie Fiennes

Atención, pregunta. ¿Qué diferencia hay entre el hombre y el mono? Nuestra capacidad para contar chistes guarros… Este absurdo chascarrillo no está en el último libro de Slavoj Zizek, pero podría estarlo perfectamente. Mis chistes, mi filosofía (Anagrama, 2015) es una recopilación de las bromas (tirando a chuscas) que el filósofo esloveno suele utilizar en sus libros para hacer más digeribles huesos filosóficos tan duros como Hegel o Lacan, pero también para iluminar las paradojas de los sistemas políticos.

Una reflexión personal antes de entrar en harina. Momento asombroso de la paternidad: ver cómo el bebé empieza a hacer bromas antes de arrancar a hablar o a andar, ya sea esconder la cabecita debajo de la sábana o reírse cuando un adulto se pone un calzoncillo en la cabeza, como si el humor fuera previo al lenguaje y uno viniera de serie con la capacidad de entender los mecanismos de la guasa. Extraño, ¿no? Y ahora vamos con Zizek...

Explicar a Lacan

El filósofo inicia Mis chistes, mi filosofía recordando un relato de Isaac Asimov (El bromista) en el que unos historiadores del lenguaje tratan de demostrar que el mono se transformó en hombre el día en que Dios le contó un chiste…

En el principio, por tanto, creó Dios los chascarrillos, así que Zizek se ve legitimado para explicar conceptos filosóficos, políticos y lingüísticos mediante una inaudita sucesión de chistes guarros y escatológicos (lo que, bien pensado, quizá sea la única manera de hacernos entender a Lacan).

Si usted es de los que se escandalizan con facilidad, igual debería dejar de leer este artículo en este preciso instante… Porque ahora viene uno de esos chistes cochinos que tanto gustan a Zizek:

Si usted es de los que se escandalizan con facilidad, igual debería dejar de leer este artículo ahora mismo

“Hay un chiste judío maravillosamente vulgar acerca de una esposa judía polaca, que está cansada después de todo un día de arduo trabajo; cuando el marido vuelve a casa, también cansado, pero caliente, le dice: ‘Ahora no puedo hacerle el amor, pero necesito un alivio. ¿Podrías chupármela y tragarte mi esperma? ¡Eso me ayudaría mucho!’ La mujer le contesta: ‘Estoy demasiado cansada, cariño. ¿Por qué no te masturbas en un vaso, y me lo bebo por la mañana?’”.

Sí, han leído bien. Pero lo verdaderamente gordo viene ahora: Zizek ve una verdad filosófica profunda en este chiste: “¿Acaso esta esposa –contrariamente al tópico del razonamiento holístico-intuitivo de las mujeres en oposición al análisis racional masculino- no proporciona un ejemplo del implacable uso femenino del Discernimiento, de su poder para separar las cosas que van unidas de manera natural?”.

Todo en orden, pues.

El filósofo se crece al explicar con bromas la complejidad paradójica del psicoanálisis

No menos interesantes resultan las analogías de Zizek entre el chiste, la política y la retórica como máquinas de retorcer el lenguaje hasta ajustarlo a nuestros deseos. He aquí unos ejemplos sacados del libro:

“En un chiste ruso maravillosamente estúpido (¡y apolítico!) de la época de la Unión Soviética, encontramos dos desconocidos sentados en el mismo vagón de tren. Tras un prolongado silencio, de repente uno se dirige al otro: ‘¿Alguna vez se ha follado a un perro?’. Sorprendido, el otro contesta: ‘No, ¿y usted?’ ‘Por supuesto que no. Es algo asqueroso. Sólo pretendía entablar conversación’”.

“Todos conocemos el viejo chiste acerca de un tipo que ha perdido la llave y la busca debajo de una farola; cuando le preguntan dónde la ha perdido, admite que ha sido en un rincón sin luz. ¿Por qué la busca debajo de la farola, entonces? Porque la visibilidad es mucho mejor. En el populismo siempre hay algo parecido a ese truco. Busca las causas de los problemas en los judíos, pues éstos son más visibles que los procesos sociales complejos”.

Pero donde Zizek se crece definitivamente es al tratar la complejidad paradójica del psicoanálisis. Como en el siguiente chiste clásico utilizado por los lacanianos para “ejemplificar el papel fundamental del conocimiento del Otro”. Atentos porque esta chufla es lo más de lo más:

Un tipo cree ser un grano de maíz y, por tanto, le llevan al loquero. Tras una terapia titánica, los médicos le convencen de que no es un grano de maíz, sino un hombre, y le dan el alta, pero el fulano regresa aterrorizado a los tres minutos: se ha encontrado una gallina en la puerta del psiquiátrico y tiene miedo de ser engullido. Su médico le tranquiliza: “No se preocupe, amigo, usted no es un grano de maíz, sino un hombre”. “Ya lo sé”, responde el paciente, “pero ¿lo sabe la gallina?”.

He aquí el análisis del doctor Slavoj Zizek sobre este chiste:

“Ése es el auténtico meollo del tratamiento psicoanalítico: no basta con convencer al paciente de la verdad inconsciente de sus síntomas; también hay que conseguir que el propio inconsciente asuma esa verdad”.


O este otro chiste en el que Zizek se pone en la piel de los terapeutas enfrentados al abismo de tratar de resolver las pedradas humanas:

“El efecto de lo real aparece en el chiste en el que un paciente se queja a su psicoanalista de que hay un enorme cocodrilo bajo su cama. El psicoanalista le explica que se trata de una alucinación paranoica, y con el tiempo lo acaba curando, con lo que el paciente deja de ver al cocodrilo. Unos meses después, el psicoanalista se encuentra por la calle con un amigo del paciente que veía el cocodrilo y le pregunta si sabe cómo le va, a lo que el amigo contesta: ‘¿A cuál se refiere? ¿Al que murió porque se lo comió un cocodrilo que estaba escondido debajo de su cama?’”.

Ataque preventivo de la URSS

La función sólo podía acabar con una de las grandes especialidades de Zizek: los chistes sobre la antigua Unión Soviética. En este caso, como metáfora exagerada de la tendencia de la izquierda a la escisión.

“Tres rusos que comparten la misma celda en la prisión de Lubianka han sido condenados por delitos políticos. Cuando se conocen, el primero dice. ‘Me condenaron a cinco años por oponerme a Popov’. El segundo dice: ‘Ah, entonces la línea del partido ha cambiado, porque a mí me condenaron a diez años por apoyar a Popov’. Al final, el tercero dice: ‘A mí me han condenado a cadena perpetua, pues yo soy Popov’”.

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