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"una fuerza diabólica" para el vaticano

¿Pero qué es la ideología de género?

El feminismo es un fenómeno reivindicativo, plural, complejo, cambiante y, fundamentalmente, justo

Una camiseta a favor del feminismo. (Reuters)

El debate político es fundamentalmente una lucha por el poder basada en presupuestos ideológicos. En general, el ciudadano no tiene tiempo ni interés para intentar conocer cuáles son esos presupuestos, y se contenta con eslóganes contundentes… y engañosos. Son los “sistemas ocultos” de los que les hablo con frecuencia. Aunque sea ir contracorriente, creo que la función más urgente de la filosofía es explicar el contenido oculto de palabras o conceptos que manejamos con notoria ingenuidad, y que influyen decisivamente en nuestra vida.

El gran genetista Theodosius Dobzhansky afirmó: “Nada en biología tiene sentido si no es a la luz de la evolución”. Lo mismo se puede decir de las creaciones humanas. Ninguna creación cultural- desde las creencias individuales hasta los movimientos sociales- puede entenderse sin interpretarla como la síntesis de una evolución. Prescindir de ella nos convierte en marionetas que desconocen los hilos que las mueven. Por eso, en los próximos meses, si mi director me lo permite y los lectores lo aceptan, me gustaría hacer una “genealogía del presente”, intentando averiguar cómo hemos llegado a donde estamos, o en qué pensamos realmente cuando estamos pensando en algo.

Comencemos. ¿En qué piensa usted cuando usa la expresión “ideología de género? En las últimas semanas se ha hablado mucho del tema, y es posible que vayan a reproducirse los apasionados debates que ha habido en otros países, por ejemplo en Francia. Los tres últimos Papas la han criticado como un gran peligro, “una fuerza diabólica”, señala una autoridad vaticana. “El nuevo chiringuito de la izquierda”, según 'Libertad Digital'. El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, considera que el feminismo radical está "amasado de supremacismo, resentimiento e ideología de género" y tiene "inequívocos orígenes marxistas". Se acusa en muchos medios de que esta ideología está penetrando en los programas educativos de algunas comunidades. ¿Por qué estos ataques y esta alarma? Acudiré a la historia, pero al hacerlo voy a prescindir del término “ideología”, que ya incluye un juicio peyorativo. Un libro recientemente aparecido en Francia- 'La croissade anti-genre', de Massimo Prearo,- sostiene que es una creación vaticana para demoler posiciones feministas. ¿Hay algo de verdad en esto?

El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, considera que el feminismo radical está "amasado de supremacismo y resentimiento de género"

La categoría sociológica y política de “género” se origina en una parte de los movimientos feministas. El feminismo es un fenómeno reivindicativo, plural, complejo, cambiante y, fundamentalmente, justo. Se suele hablar de tres olas. La primera comienza en la Revolución Francesa, aspira a la igualdad de derechos y continúa con los movimientos sufragistas. Es el feminismo de la igualdad.

La segunda surge alrededor de los años 70. Muchas de las reivindicaciones legales se han conseguido en Occidente, pero pensadoras estadounidenses- sobre todo, aunque en la estela de Simone de Beauvoir-, consideran que eso no es bastante porque existe una “dominación estructural” masculina, que penetra todas las formas sociales, y que no se arregla con una cosmética jurídica. No solo afecta a la vida pública, sino también a la privada. “Lo personal es político. El sexo es político”. El tema central ya no es la igualdad legal, sino la lucha contra la sociedad patriarcal y su esencia, que es afán de poder. Aparece la noción de “género” como categoría para analizar esa situación. En un relevante artículo, Joan Scott señaló con razón su gran utilidad para el análisis histórico. “Género” designa los construcciones sociales elaboradas en cada momento para organizar la división sexual. Incluye la fijación de roles y de valores transmitidos por una sociedad, que son asimilados de forma inconsciente por sus miembros.

Por ejemplo, en las sociedades que admiten la ablación sexual, son las madres quienes la quieren para sus hijas. Han interiorizado la idea de que las niñas no serán verdaderas mujeres hasta que no la sufran. Pero la noción de género sirve para ambos. Hay también una construcción social de la masculinidad. Sin embargo, cuando se habla de “ideología de género” se habla solo de “género femenino”.

Lo que el feminismo de género quería mostrar es que el afán de poder del patriarcado había convertido en biológico roles femeninos culturales

A lo largo de la historia esa división se ha utilizado como un elemento de dominación que era necesario desmontar. El sexo es una división biológica (macho-hembra), mientras que el género es una división cultural (mujer-varón). Lo que el feminismo de género quería mostrar es que el afán de poder del patriarcado había convertido en “biológico” roles femeninos que eran meramente culturales. En esa confusión cayeron muchos filósofos y muchos teólogos. Durante siglos se había establecido una idea devaluadora de la mujer, cuyos dogmas centrales eran: la mujer es intelectualmente inferior, la mujer es peligrosa, porque el hombre no puede resistirse a sus hechizos (recuerden el papel de Eva), la mujer es pasional e incontrolada, por eso tenía que estar sometida a la tutela del padre o del marido. Esta inicua utilización de la idea de “naturaleza” como fuente de derechos hizo que el movimiento feminista rechazara en bloque la noción de “naturaleza” como fuente normativa, con toda razón.

Manifestación del Día de la Mujer. (EFE)

En ese punto confluyó con los movimientos homosexuales, a quienes se había tildado siempre de ir “contranatura”, y con los movimientos contra la segregación racial. Hasta aquí es difícil no estar de acuerdo, pero en los años 80 se puso de moda una teoría filosófica que convirtió la realidad entera en “construcción cultural”, lo que dio origen a exageraciones ridículas. Fue muy comentado el 'Escándalo Sokal'. Un prestigiosa revista –'Social Text'- publicó un articulo escrito por el físico Alan Sokal, titulado 'La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica'. Lo que venía a decir es que la gravedad cuántica era un constructo social, es decir, que existe solamente porque la sociedad se comporta como si existiera, por lo tanto si no creyéramos en ella no nos afectaría. Una vez publicado, Sokal reveló que todo era una patraña dirigida a mostrar la falta de sentido crítico de las teorías de la “construcción social”.

También en el movimiento feminista aparecieron exageraciones. Elizabeth Badinter se hizo popular por afirmar que el “instinto maternal” apareció en el siglo XIX y era una creación machista. La maternidad era la nueva esclavitud. Formaba parte de la institución “familia patriarcal”, que se consideraba nefasta para las mujeres. Las mujeres que querían dedicarse a criar a sus hijos, aunque lo hicieran voluntariamente, fueron consideradas traidoras al feminismo, lo que hizo que muchas de ellas se apartaran del movimiento. La crítica feminista se dirigía a la “familia tradicional”, pero muchos lo entendieron como un ataque a la familia a secas. Se produjo así una de las decisiones políticamente más torpes por parte de la izquierda: dejaron que los conservadores se adueñaran de los valores de la familia, cuando ellos habían promovido muchas de las medidas más eficaces a favor suyo. Además, incluso el feminismo, que reconocía la importancia de su labor reproductiva, se quejó de que había sido usurpada por el varón. En parte, tenía razón. En el derecho romano, el padre decidía si aceptaba al hijo o no. La patria potestad durante mucho tiempo era por vía paterna. Como reacción, hubo un movimiento de rechazo de la figura paterna, el eclipse del padre, que ha sido acentuado por las nuevas técnicas reproductivas.

La crítica feminista se dirigía a la “familia tradicional”, pero muchos lo entendieron como un ataque a la familia a secas

El rechazo del concepto “naturaleza” se expandió. Ya no era solo el “género” lo que era una “construcción cultural”, sino el mismo sexo. Con esto llegamos a la tercera ola, en los 90. Les recuerdo que la primera ola fue el feminismo de la igualdad y la segunda el feminismo de género. La tercera fue el feminismo de la diferencia. Comenzó con una afirmación muy sensata: la reivindicación de la igualdad es jurídica, social y económica, no tiene por qué ser psicológica. Había que reivindicar los sentimientos y, sobre todo, el deseo femenino –proscrito durante siglos. Las mujeres debían pensar su propia identidad femenina. Pero la preocupación por la búsqueda de la identidad se volvió perturbadora en una sociedad líquida, en la que se comenzaba a hablar de “personalidades ameboides”. Una parte de las feministas defendió la identidad de género, de la comunidad femenina, pero en plena pasión identitaria eso no era bastante.

El género era demasiado generalizador. Se empezó entonces a hablar de géneros múltiples, y se acabó rechazando la idea de género porque no defendía lo suficiente el derecho a la diferencia. Judith Belladona y Barbara Penton rechazaban toda identidad sexual en nombre de “la lucha contra cierta prohibiciones, otros tabúes, otros moralismos, otras normas. Sentimos en nuestro cuerpo no un sexo, ni dos, sino una multitud de sexos”. Esto era un fruto tardío de una ancestral mezcolanza de biología, moral, derecho, intereses, concentrada en el tema de la sexualidad.

Conviene recordar que una gran parte de las mujeres del mundo necesita la ayuda de un feminismo de la igualdad, defendido por todos

Esa situación produjo una nueva fractura en el feminismo, porque muchas pensadoras se dieron cuenta de que la primacía del “derecho a la diferencia” dejaba inermes a su defensoras. ¿Qué podían decir a quienes defendieran un “derecho a la diferencia” desde el machismo? Nada, porque la única apelación era a la universalidad de los derechos fundamentales, que era lo que negaban. La “hiperidentidad” se mezcló aquí con el pensamiento posmoderno, que proscribía la universalidad de la naturaleza. La libertad debía llegar hasta la “libertad de elección de identidad”, incluida la identidad sexual. Por de pronto había que negar las divisiones dicotómicas. Macho y hembra eran los dos extremos de una variada serie de estados “intersexuales”, entre los que se podía elegir.

La negación de una naturaleza humana puso en pie de guerra a la iglesia católica porque toda su moral sexual está basada en la idea de “naturaleza”, de manera que su negación implicaba par ella un relativismo absoluto o, lo que es lo mismo, una completa anomia. Esta es la razón de que considere tan deletérea la ideología de género.

Con este resumen solo he pretendido mostrarles las tensiones, contradicciones, verdades, exageraciones y falsedades que hay en la “ideología de género”. Tan injusto es aceptarla en bloque como demonizarla en bloque. Conviene recordar que una gran parte de las mujeres del mundo necesita la ayuda de un feminismo de la igualdad, defendido por todos. Hay que defender el “derecho a ser niña”, como defiende Save the Children. Creo que he tensionado al máximo el formato de un artículo, incluso para un diario tan acogedor como El Confidencial.

Pero como he tratado someramente algunos temas, les ofrezco más información en mi blog genealogiadelpresente.com.

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