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El lenguaje y la realidad

Hablemos de colores

La percepción de la realidad está matizada por el lenguaje, pero en última instancia, casi todas las culturas coinciden en algunos puntos de vista independientemente de cómo lo denominen

Todos vemos los mismos colores. (iStock)

El verano anima a divagar, es decir, a pasear por caminos distintos. Por eso hoy voy a hablarles de colores, un tema adecuado a la explosión luminosa del estío. Un equipo internacional de científicos, en el que participan investigadores del Centro de Visión por Ordenador de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha consensuado 28 nombres para designar otros tantos colores básicos, de manera que las aplicaciones de visión artificial puedan identificar más tonalidades de manera precisa.

El léxico de los colores ha interesado mucho a filólogos, psicólogos y antropólogos. El ojo humano percibe un millón de tonalidades, pero evidentemente no hay palabras para designar cada una de ellas. Por eso, cada lengua ha segmentado el color a su manera, lo que impide que su léxico se pueda traducir exactamente a otras lenguas. Los dani, de Nueva Guinea, solo tienen dos palabras para designar todos los colores. En cambio, en francés hay 126 colores y en rumano, 260. Brent Berlin y Paul Kay, en un memorable estudio, encontraron algunas leyes que regían este despliegue. Si el vocabulario de los colores era menor de 11, todos contenían términos para blanco y negro. Si solo tenían tres términos, incluían también el rojo; si tenían cuatro términos, incluían el verde o el amarillo.

Una lengua, se dice, es más que una herramienta para comunicarse. Contiene una especial concepción del mundo

Cada idioma segmenta la realidad a su manera, no solo el espectro cromático. En 'Diccionario de los sentimientos', estudié cómo se ha organizado el léxico emocional en castellano y en otros idiomas. De esta peculiaridad del lenguaje se ha sacado una conclusión que ha tenido relevancia política. Una lengua, se dice, es más que una herramienta para comunicarse. Contiene una especial concepción del mundo. Herder, en el siglo XVIII, aplicó esta idea a su pasión nacionalista: "Cada nación habla de acuerdo con la manera como piensa y piensa de acuerdo con su forma de hablar”. Heidegger se embriagó con la idolatría nacionalista y escribió: “La palabra es el acontecer de lo sagrado. Esta palabra aún no oída está conservada en la lengua de los alemanes”. Inexplicablemente, a pesar de haber escrito memeces como esta, Heidegger sigue siendo considerado uno de los grandes filósofos de la Humanidad. En nuestro país, ideólogos de ETA como José Luis Álvarez Emparanza, 'Txillardegi', mantenían también que el euskera era algo mas que una lengua: era un modo de ver el mundo, insustituible e irrepetible.

Realidad y lenguaje

Para cerrar el círculo, los filósofos posmodernos dieron un paso más y afirmaron, como Foucault, que “la realidad no existe, lo único que hay es el lenguaje y de lo que hablamos es del lenguaje, hablamos en el interior de él”. Y los psicólogos culturales, como Robert Shweder, sostienen que "las tradiciones culturales transforman la psique humana, por lo que no hay una unidad psíquica para la humanidad, sino una diversidad étnica de mente, 'self' y emociones”.

Lo que pensaba que iba a ser un veraniego divertimento sobre los colores se ha entenebrecido. Ahora resulta que los lenguajes solo sirven para comunicarse con la propia tribu, y que las culturas nos encierran en una burbuja nacional, de la que no podemos salir. Nuestra identidad, por lo tanto, emerge de esos factores. Soy la lengua que hablo. Soy la cultura en que me he educado. Por eso, si quiero defender mi identidad, tengo que defender mi lengua y mi cultura. Y, por lo tanto, segregarme.

La inteligencia crítica nos permite entender lo local sin encerrarnos en ello, y vivir en lo universal sin desarraigarnos

El léxico de los colores, que nos ha metido en este jardín, nos va a permitir salir de él. Los experimentos realizados por Eleanor Rosch demostraron que el lenguaje no determina nuestra percepción del color. Incluso los danis, a pesar de la pobreza de su vocabulario, reconocían los colores de un modo muy similar a como lo hacen los occidentales. Es verdad que la cultura determina nuestra manera de ver el mundo, pero es más verdad aún que la inteligencia nos permite salir de la cultura para enfrentarnos con la realidad. Esa es la consecuencia de los estudios sobre 'evolución de las culturas' a que me he dedicado los últimos años, según les he explicado en varias ocasiones. La inteligencia crea el lenguaje y está por encima de él, por ello puede crear lenguajes nuevos. Piensen en las matemáticas, que es un especial y maravilloso lenguaje. Cuando el que existe es incapaz de resolver un determinado problema, los matemáticos no se resignan, sino que inventan un lenguaje nuevo. Así aparecieron la notación algebraica, el cálculo infinitesimal, los números transfinitos, el cálculo tensorial, etc. La inteligencia crítica nos permite entender lo local sin encerrarnos en ello, y vivir en lo universal sin desarraigarnos. Sin duda, hace falta un esfuerzo para liberarnos del pensamiento inerte, que es el que nos encierra en nuestro lenguaje o en nuestra cultura. Pero no hacerlo limita cruelmente nuestra libertad.

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