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  1. Alma, Corazón, Vida

UNA HIPÓTESIS CANINA

¿Qué pasaría con los perros si los humanos desapareciésemos de la faz de la Tierra?

Esta tétrica y amarga pregunta tiene difícil respuesta. Lo que está claro es que tendría que pasar mucho tiempo hasta que pudieran acostumbrarse a su nueva vida sin nosotros

Perro salvaje sin hogar en la zona de exclusión de Chernóbil (Fuente: iStock)

Desde tiempos inmemoriales el ser humano, en su afán por dominar el entorno natural, adaptarlo a sus condiciones y explotarlo, se ha encontrado con serias dificultades. Los primeros que se dedicaron a la agricultura y ganadería encontraron a su mayor enemigo en los bosques, un animal que sigue causando el mismo terror, o al menos inquietud, en las zonas rurales de la Península Ibérica: el lobo. Como bien dice la frase popular, "si no puedes con tu enemigo, únete a él". Así, hace aproximadamente 30.000 años, comenzó el proceso de domesticación de los ancestros cánidos que han evolucionado a la par que los humanos a los perros que conocemos hoy en día. En todas las zonas del planeta, el Homo sapiens y los cánidos estrecharon una alianza que les llevó a vivir de forma conjunta, a ser aliados para brindarse protección y alimento. Uno tenía la consciencia e inteligencia, mientras que el otro un agudo instinto y coraje animal que ayudaba a espantar a los depredadores que quisieran osar hacerse con el rebaño.

En la actualidad, tal vez a raíz del enorme proceso de urbanización que comenzó en el siglo XVIII, tenemos asociado al perro un papel más doméstico, como mascota, y no tanto como aliado natural para trabajar la tierra y proteger al ganado. Esto nos lleva a verles como seres dependientes de nuestra presencia, no solo en el plano más material, sino también en el emocional; de ahí que cualquier artículo que tenga que ver con el cuidado de los perros aglutine tantas visitas o que nos conmueva cualquier 'meme' en el que estos animales escenifiquen un gesto a simple vista humano, extendiendo el eterno debate de si estos en verdad han absorbido cualidades humanas al convivir a nuestro lado o somos nosotros quienes les hemos conferido características y expresiones similares a las nuestras.

Ahora bien, ¿qué ocurriría si los seres humanos desapareciésemos de la faz de la Tierra y estos animales se quedaran solos? Se trata de una pregunta trampa, pues si revisamos el número de cánidos domésticos que ejercen de simples mascotas descubriríamos que es muy inferior al real. A decir verdad, cuando pensamos en un perro nos viene a la cabeza la típica imagen de un 'amigo peludo' tumbado en el sofá o el suelo de nuestro salón, acompañándonos en nuestro día a día y sacándole a pasear. Pero lo cierto es que únicamente el 20% de los cánidos del mundo viven como mascotas, mientras que el 80% restante son granjeros, callejeros o salvajes. Esto nos lleva a sospechar que la respuesta a nuestra pregunta no tendría mucho sentido, pues la inmensa mayoría de los canes en la actualidad viven por sí mismos, sin precisar tanto de nuestra ayuda y compañía.

El planeta de los perros

En las últimas semanas, ha visto la luz una de las últimas y más útiles investigaciones que explora los lazos biológicos, evolutivos y sociales que compartimos con los perros y, a su vez, formula esta pregunta tan terrible para nosotros: ¿qué sucedería con ellos en un mundo en el que nosotros ya no estuviéramos? En 'A Dog's World', publicado por la Universidad de Princeton, los científicos Jessica Pierce y Marc Bekoff imaginan cómo sería ese futurible escenario post-humano en el que los cánidos tuvieran que valerse por sí mismos sin nuestra ayuda ni compañía. Y, lo primero que nos podría venir a la cabeza, en esa situación apocalíptica en la que ya no habría más historia (pues no habría ninguna mente consciente para recordarla) podría ser la imagen de cientos de animales conquistando las ciudades, antaño territorio de lo humano con sus construcciones artificiales, tal y como vimos en la pasada cuarentena cuando decidimos abandonar el espacio público de las metrópolis para detener el avance del coronavirus.

"El fin de los recursos alimentarios humanos representaría el desafío de supervivencia más importante para los perros"

En ese hipotético escenario, los perros contarían con cierta ventaja frente al resto de especies. Básicamente porque hasta entonces habrían sido los animales más próximos al ser humano, por lo que estarían teóricamente más preparados para saber dónde encontrar comida o moverse por el territorio que antes nosotros habitamos junto a ellos. Los primeros días de ese mundo sin nosotros se desenvolverían a la perfección debido a la gran cantidad de sobras alimentarias que habría a su disposición. El despilfarro de alimentos que actualmente se mide en toneladas (los hogares españoles desechan 25,5 millones de kilos de alimentos a la semana) jugaría a su favor. Pero, una vez se agotasen, ¿cómo sería su adaptación a esta nueva vida sin humanos?

"El fin de los recursos alimentarios humanos representaría el desafío de supervivencia más importante para los perros", afirma Pierce en un artículo publicado en 'Aeon' en el que detalla alguna de las ideas de su nuevo libro. "Debido a que los perros son conductualmente flexibles, y debido a que su dieta es bastante generalista, probablemente podrían sobrevivir con una amplia gama de comestibles, desde plantas, bayas e insectos hasta pequeños mamíferos y aves, y quizás incluso con algunas presas más grandes. Sus planes de alimentación dependerían de su lugar de residencia, su tamaño y la forma de su cuerpo".

¿Más lobos que perros?

Ahora bien, "los primeros años después de la desaparición humana les supondría un enorme desafío de supervivencia debido a la abrupta pérdida de apoyo humano, y probablemente habría un importante número de decesos caninos", recalca la experta. Los que más difícil lo tendrían serían, evidentemente, aquellos que han estado acostumbrados a la vida doméstica y a depender de sus amos, aquellos que para nada se acostumbraron a la soledad o al hecho de tener que lidiar con otros perros o animales. Pero, al final, la vida se abriría paso, y "tras algunos años complicados", los perros se acabarían adaptando a su nueva realidad. Incluso, según Pierce, muchos de ellos regresarían a los patrones de comportamiento de sus hermanos los lobos, recuperando sus habilidades específicas para buscar comida, aparearse o llevarse bien entre ellos para atacar y defenderse en grupo.

"La dieta de cada raza sería una de las influencias más predominantes en su evolución, pudiéndose convertir en especies distintas de perros"

Sin embargo, no podrían borrar la experiencia de haber convivido con los humanos tan fácilmente. Al igual que los perros nacieron como resultado de ese proceso evolutivo largo y dilatado en el tiempo de domesticación, su regreso a una naturaleza puramente salvaje o lobuna no sería cuestión de años ni de décadas, sino de siglos. "La desaparición de los humanos no les haría rebobinar en su domesticación", resuelve la científica. "Primero atravesarían un proceso de 'salvajización' a medida que se adaptan a su nueva vida autónoma". Por otro lado, no volverían a ser fieras de forma grupal, sino individual atendiendo a la experiencia y características de cada uno.

"Una vez que todos los perros se hayan liberado de la selección natural dirigida por los humanos durante el tiempo suficiente que haría falta, se volverían secundariamente salvajes", añade Pierce. "¿Cuántas generaciones de reproducción canina libre de la influencia humana serían necesarias para que ocurriera una reavivación de los perros?", se pregunta. Esto, hasta ahora es una incógnita, pues "nunca podríamos saber la respuesta este experimento biológico".

Una especie "completamente nueva"

Entonces, ¿cuál sería su destino? Tal y como aventura la científica, se convertirían en una especie totalmente nueva y desconocida dependiendo de sus características físicas, necesidades nutricionales o facilidad para cazar, así como también de sus habilidades reproductivas. Los pequeños, por ejemplo, tendrían más facilidades para encontrar presas en el medio natural acorde a su tamaño, como por ejemplo ratones. "La dieta de cada raza sería una de las influencias más predominantes en su evolución, pudiéndose convertir en especies distintas de perros", agrega Pierce.

¿Seguirían durmiendo la siesta en sofás como hacemos nosotros? (iStock)

Por otro lado, en lo relativo a su sociabilidad, los perros correrían con ventaja frente a otros animales al haber pasado tantos siglos pegados a los humanos. Aquí habría también notables diferencias en cuanto a la especie o el carácter de cada can. Algunos tendrían más facilidades para sobrevivir en solitario, colaborando puntualmente con otros perros, mientras que otros no serían nada solos. Durante ese proceso de aprendizaje a una vida sin humanos, es posible que pusieran en marcha todas las habilidades sociales aprendidas, desarrollando las habilidades cognitivas e inteligencia emocional necesarias para interactuar con otros animales y vivir en una comunidad próspera.

Cambios físicos y de carácter

Su físico y morfología también cambiaría. "La selección natural eliminaría rápidamente los rasgos físicos que son desadaptativos, como los hocicos extremadamente acortados, los pliegues cutáneos excesivos (orejas) o las extremidades demasiado largas o cortas", sopesa Pierce. "Las orejas caídas o colas rizadas posiblemente desaparecerían porque inhiben la comunicación frente a frente con los de su especie o no tienen ningún propósito".

"Al imaginar qué sería de los perros sin nosotros, podemos obtener una nueva perspectiva de quiénes somos ahora y cómo son nuestras relaciones con ellos"

También desaparecerían los rasgos de comportamiento que nosotros les hemos inculcado, desde la amabilidad típicamente humana (qué perro no disfruta de las caricias de su amo) o su particular carácter siempre dispuesto a proteger, buscar o pastorear. "Fuera del contexto de las relaciones de can a humano, algunos de estos rasgos físicos y de comportamiento no pueden resultar tan útiles", asevera. "Es difícil saber si algunos de ellos, como la hipersociabilidad o la atención a las señales gestuales humanas, podrían servirles en un futuro post-humano".

"No es muy alentador pensar en un mundo en el que ya no estemos aquí", concluye Pierce. "Pero hay muchas razones para creer que, cuando nos vayamos, los perros sobrevivirían y la vida continuará. Y es saludable para nosotros, en estos momentos, dejar de situarnos en el centro de la creación. Cuando lo hagamos, puede que encontremos un pensamiento no antropocéntrico real y fructífero. Al imaginar qué sería de los perros sin nosotros, podremos obtener una nueva perspectiva de quiénes somos ahora y cómo son nuestras relaciones con ellos para sacar un beneficio común y compartido".

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