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LAS HERRAMIENTAS YA LAS TIENES

La sorprendente verdad sobre la tecnología y el éxito que no quieres oír

Quieres cambiar tu vida de arriba abajo. ¿Qué es lo primero que harías? Mucha gente, para empezar, elaboraría una lista de todo lo que le falta... Pero está equivocada

No, no es la piedra filosofal, aunque lo parezca. (iStock)

Claves del éxito hay de todos los colores y para todos los gustos. A estas alturas, ya habremos oído muchas de ellas, generalmente relacionadas con el esfuerzo, la motivación personal y la autorregulación. Todas ellas suelen utilizar un lenguaje de superación y todo-va-ir-bien que tiende a pintar la situación de color de rosa. Sin embargo, hay un consejo que bien encaja con dicha cosmovisión en el que apenas reparamos –por no decir que estamos completamente equivocados– y que puede marcar la diferencia.

Lo explica en 'Inc.' Jeff Haden, al que recordarán de otros grandes éxitos como “Diez maneras de ser muy feliz (avaladas por los científicos)” y que resulta muy pertinente ahora que nos encontramos en pleno verano y empezamos a hacer cábalas y castillos en el aire para la próxima temporada (laboral). En resumidas cuentas, la fórmula reza que “el éxito nunca se encuentra en comprar lo que no tienes, sino en lo que haces con lo que ya tienes”.

En lugar de mirarse al espejo, la gente busca el último grito, porque es lo más cómodo

Hay que entender la sentencia en un sentido muy amplio. Es decir, tanto real como figuradamente, tanto individual como colectivamente. Es algo relacionado de manera íntima con la sociedad de consumo en la que la tecnología, que se recicla continuamente en multitud de atractivos productos, es la reina. Pensamos que un nuevo artilugio es la pieza que nos falta, lo que nos completará por fin, o al menos hasta que salga otro al mercado. En realidad, recuerda Haden, no es más que una excusa para no enfrentarnos a la realidad, que es que ya disponemos de todo lo que necesitamos, y se trata tan solo de optimizarlo.

El ejemplo utilizado por el periodista es el de la equipación deportiva. En concreto, de la bicicleta de 9.000 dólares que un “corpulento caballero” pensaba comprar porque una bici más ligera le “vendría bien”. La respuesta de un amigo de Haden, ciclista profesional fue definitiva: “Ni de coña”, le respondió. “Si yo fuese tú, no tiraría el dinero así. Mejor perdería cinco o diez kilos”. Cuando el periodista le preguntó por qué había sido tan violento, este le dio la clave: “En lugar de mirarse al espejo, la gente busca el último grito, porque es lo más fácil”. No es la bicicleta, eres tú. Con o sin bici cara, seguirás siendo el mismo deportista.

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“A no ser que compitas entre la élite, el equipamiento es la menor de tus preocupaciones”, seguía. “Tienes muchas posibilidades de mejorarte a ti mismo. Pero, por supuesto, eso exige mucho trabajo. Todo lo que tienes que hacer para mejorar tu bicicleta es firmar un cheque”. En resumidas cuentas, siempre que nos enfrentamos a un nuevo reto pensamos en que lo que nos falta es algo que puede comprarse con dinero, cuando la clave se encuentra en aprovechar lo que tenemos. Pero el ejemplo de los 'smartphones' y sus capacidades, que se multiplican cada año, es paradigmático: si tenemos problemas para organizarnos, si no damos abasto para cumplir nuestros objetivos o hemos dejado de lado a nuestros amigos, podemos comprar uno nuevo y más rápido. Nos resulta fácil, y de paso, muy rentable para la industria.

No gastes un duro

Gran parte del consumo de las sociedades occidentales se plantea alrededor de la promesa de que el objeto que adquiramos nos completará, nos dará la llave de la felicidad. No es solo la tecnología o el material deportivo, sino también los másteres, los libros de desarrollo personal o los alimentos milagro que nos ayudarán a perder esos kilos de los que no podemos deshacernos, cuando en realidad lo más fácil sería llevar una dieta equilibrada y, eso sí, constante. Como recuerda el autor, “la mayoría no es capaz de exprimir las posibilidades de lo que ya tiene, no digamos de lo que es más nuevo, o rápido o mejor”. Y sin embargo se invierten miles de millones en ello.

Las empresas más productivas no se habían obsesionado por utilizar la última tecnología, sino por aprovechar la experiencia de los trabajadores

Esto ocurre también en las empresas, recuerda Haden. Por lo general, las nuevas inversiones suelen centrarse en la adquisición de tecnología de última generación que, a la hora de la verdad, apenas impacta de manera positiva en la productividad o en el bienestar de los empleados. No solo eso, sino que en algunos casos, puede provocar el efecto contrario y que la incorporación de nueva tecnología no sea más que una carga de trabajo adicional, como ocurre con esas reuniones inacabables que tienen como único objetivo decidir qué se va a tratar en nuevas reuniones.

Es lo que sucedía en una compañía que había destinado alrededor de 135.000 dólares a comprar ordenadores con procesadores más rápidos. Una inversión estéril, recuerda Haden, ya que los empleados trabajaban con programas de bases de datos y cálculo sencillo en la que este cambio apenas suponía ningún impacto. Es más, las plantas que seguían utilizando sistemas manuales solían ser más productivas. “Comprar cosas nuevas por el mero hecho de hacerlo es una inversión estúpida”, recuerda.

Habilidad, experiencia y trabajo duro

Se trata, por lo tanto, de aprovechar los recursos de los que disponemos y no de buscar otros nuevos como forma de excusarnos. Las empresas más productivas no se habían obsesionado por utilizar la última tecnología, sino por aprovechar la experiencia y habilidades de las que disponían los trabajadores. Es decir, de recurrir a lo humano, no a lo tecnológico. Algo que también se puede aplicar a nivel personal: en lugar de utilizar 300 aplicaciones diferentes y pasar la mitad del día programándolas para que cuantifiquen todos lo que hacemos, puede ser más rentable confiar en nuestra habilidad para recordar, gestionar u organizar.

Cuando cuentas las calorías que has gastado con una mano mientras te bebes una cerveza con la otra. (iStock)

“La tecnología solo es valiosa si resulta en algo más rápido, más barato o mejor”, recuerda Haden. “Si no, simplemente absorbe tiempo y dinero que puede ser utilizado de forma más eficiente para otra cosa”. Esta equivocación deriva de aquello que Eugeny Morozov denominaba “solucionismo tecnológico”, la sensación de que la casi infinita cantidad de problemas que existen en el mundo –o, mejor dicho, que los nuevos avances descubren aunque nunca hubiésemos reparado en ellos– pueden solucionarse a través de la tecnología, hasta extremos delirantes.

“Mírate en el espejo”, propone Haden. “Decide qué debes mejorar. Seguro que puedes hacerlo mejor con lo que ya tienes”. La solución a todos tus problemas –o, mejor dicho, la herramienta para ir un paso más allá– no se encuentra en un carísimo artilugio, sino en nosotros mismos. La pregunta es si nos dejaremos de poner excusas.

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