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LA polémica MODA DEL 'POOR TOURISM'

Así es el turismo pobrista: los lugares miserables a los que viajan los ricos

El turismo de la pobreza, también denominado pobrismo, se está convirtiendo en uno de los últimos y más polémicos reclamos que las agencias de viajes

Existen visitas guiadas para ver y fotografiar el trabajo de los niños de la calle en Río de Janeiro o Delhi. (Corbis)

El turismo de la pobreza, también denominado pobrismo, se está convirtiendo en uno de los últimos y más polémicos reclamos que las agencias de viajes de lujo utilizan para atraer al turismo de más alto standing. La moda de las visitas guiadas a los epicentros de la miseria no ha parado de crecer, abarcando desde las favelas de Río de Janeiro, con sus narcotraficantes y pandilleros, hasta las estaciones indias de Bombay o Nueva Delhi, pobladas de niños huérfanos o abandonados. Degradación moral para unos y simple voyeurismo para otros, el pobrismo ha derivado de la “experiencia” de ver a los pobres a la de vivir como ellos.

Una de las primeras agencias que se ha lanzado a ofertar estas “experiencias vitales únicas” es Emoya Luxury Hotel and Spa, que ha construido una imitación del típico poblado chabolista de Sudáfrica con 52 plazas. En el denominado Shanty Towntodo está cuidado hasta el más mínimo detalle. Viejas chapas de colores cubren la caseta, las velas aportan la luz, el baño está en el exterior, el fuego está todo el día encendido y la radio funciona con pilas.

Eso sí, el terreno es privado y totalmente seguro (los niños no correrán ningún peligro, insisten en la página web) y todas las chabolas están equipadas con conexión wifi y suelo radiante. Pagar la mitad de lo que ganan de media mensual los locales para vivir durante un día como ellos es un exceso que precisa de algún tipo de justificación. Y es que, como asegura la agencia en sus folletos, “es la única Shanty Town del mundo equipada con estas comodidades”.

Si como reza la teoría económica la oferta se adapta a la demanda, se ve que los ricos clientes de estos peculiares resorts gustan del morbo de sentirse pobres por un día, aunque sin pasar ni frío ni hambre. Todo sea por llevarse de vuelta de sus viajes alguna foto en el destartalado porche made in Sudáfrica con una sonrisa de oreja a oreja o de su ducha al aire libre, como si fuesen auténticos miserables (en la connotación económica del término…). O mejor aún, después de disfrutar de un “espacio ideal para realizar fiestas temáticas o un coworking” de fin de semana, como propone la propia agencia.

Se mira y se fotografía,pero no se toca

En Delhi es una organización asistencial de niños de la calle la que gestiona los recurridos a pie por los suburbios de la ciudad para recaudar fondos

El pobrismo, o lo que es lo mismo, esa forma de tratar la pobreza como si fuese un museo, que se mira pero no se toca, genera un obligado debate moral. Experimentar la pobreza desde dentro, pero sin intervenir en ella, en el caso de los clientes, o haciendo negocio de ella, en lo que respecta a las agencias, no deja lugar a la imparcialidad.

En un principio, el poor tourism contaba con intenciones más o menos benéficas. Por ejemplo, en Delhi es una organización asistencial de niños de la calle la que gestiona los recorridos a pie por los suburbios de la ciudad para recaudar fondos. Los turistas occidentales pueden así conocer y fotografiar la extrema pobreza, pero al mismo tiempo financian la lucha contra ella.

El encargado de realizar estos tours suele ser un veterano niño de la calle, que les da protección a los turistas, ya sea por el respeto que infundeen sus compañeros o porque sus clientes son potenciales benefactores de la comunidad. La principal motivación de estos últimos, más que asistencial parece ser la búsqueda de aventura o el simple morbo.

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