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Somos eólicos… y a mucha honra
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Somos eólicos… y a mucha honra

No suelo hablar en este blog sobre temas que afectan a mi trabajo diario en el sector eólico. Sin embargo, hoy no puedo evitarlo. Primero, porque ésta es la semana grande

No suelo hablar en este blog sobre temas que afectan a mi trabajo diario en el sector eólico. Sin embargo, hoy no puedo evitarlo. Primero, porque ésta es la semana grande de la eólica (hemos celebrado la Convención Eólica y mañana sábado 15 de junio es el Día Mundial del Viento) y no me queda espacio para pensar en otra cosa. Y segundo, porque después de dos intensos días, tres conferencias, siete mesas redondas, tres cócteles, una comida, una cena, una entrega de premios y diez mil conversaciones distintas, no puedo menos que sentirme orgullosa del sector en el que trabajo.

¿Por qué? Pues porque cada día me cabe menos duda de que son sectores como el eólico lo que necesita España para cambiar su modelo productivo y ofrecer a sus ciudadanos un futuro más allá de esta crisis. Sectores que invierten fuertemente en I+D+i, que exportan tecnología, que cuentan con una potente industria envidiada en todo el mundo, que generan empleo altamente cualificado e ingenieros que se rifan en otros países, que insuflan nueva vida en los municipios en los que se instalan y evitan la desaparición de muchos de ellos… Sectores modernos, industriales y exportadores, en los que, al menos en el caso de la eólica, España ya es líder mundial.

El tren eólico está a punto de marcharse sin nosotrosSin embargo, quien tiene que ver esto claro, que es el Gobierno, no parece que lo mire bajo el mismo prisma. Por alguna extraña razón, sólo ve al sector como receptor de primas, unas primas que suponen tan sólo el 11% de los costes totales del sistema eléctrico y a las que no es posible culpar del déficit de tarifa nos pongamos como nos pongamos.

Esa actitud le está impidiendo ver que el tren eólico, que sigue en nuestra estación porque España es el cuarto país del mundo por potencia instalada y el quinto en patentes eólicas, está a punto de marcharse sin nosotros. O, al menos, eso parece cuando se mira por ejemplo la carta que los ministros alemán y francés mandaron hace unas semanas al diario francés Le Monde autoproclamándose líderes europeos en renovables y alzándose en abanderados de la revolución industrial renovable que, a su juicio, debe liderar Europa para no quedarse atrás, como le ocurrió en las anteriores. Y España, ¿qué? O la alianza entre China, Alemania, Dinamarca, Emiratos Árabes Unidos, Francia, India, Marruecos, Reino Unido, Tonga y Sudáfrica para potenciar el desarrollo de las energías renovables tanto en sus economías como en todo el mundo. Y España, ¿qué? O la famosa afirmación de Obama de que “la nación que lidere el mundo en energía limpia, liderará la economía mundial en el siglo XXI”. ¿Es que España no lo ve?

Da la impresión de que no. Porque el sector eólico, el alumno aventajado de la clase energética (que siempre ha cumplido escrupulosamente lo que el regulador le ha pedido y está a punto de graduarse cum laude), aguanta la respiración esperando una reforma energética en la que se juega su supervivencia.

Por eso, aunque no suelo hablar en este blog sobe temas que afectan a mi trabajo diario en el sector eólico, hoy no puedo evitarlo. Porque durante estos días he tenido que escuchar a directivos europeos preguntándose qué pasa con España, por qué no aprovecha la oportunidad histórica que tiene por delante. A pequeñas y grandes empresas españolas, punteras en sus áreas, que hoy se enfrentan al cierre de fábricas y la destrucción de empleos (en lo que va de año, se están perdiendo 25 empleos eólicos diarios a consecuencia de las medidas tomadas por el Gobierno). A consumidores que, acostumbrados a escuchar el mantra de que las renovables son caras, se muestran sorprendidos al conocer que gracias a la eólica el Gobierno no va a subirles la luz. Pues eso.

¡Feliz Día Mundial del Viento!

No suelo hablar en este blog sobre temas que afectan a mi trabajo diario en el sector eólico. Sin embargo, hoy no puedo evitarlo. Primero, porque ésta es la semana grande de la eólica (hemos celebrado la Convención Eólica y mañana sábado 15 de junio es el Día Mundial del Viento) y no me queda espacio para pensar en otra cosa. Y segundo, porque después de dos intensos días, tres conferencias, siete mesas redondas, tres cócteles, una comida, una cena, una entrega de premios y diez mil conversaciones distintas, no puedo menos que sentirme orgullosa del sector en el que trabajo.