Rosa Visiedo: "El debate no debería estar en quién financia la universidad, sino en la calidad de la enseñanza"
Paro, sobreinformación, IA… Los jóvenes de hoy se enfrentan a un mundo convulso donde todo cambia a la velocidad de la luz. Hablamos sobre los desafíos de la educación superior para preparar a las nuevas generaciones
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Rosa María Visiedo Claverol (Barcelona, 1961) lleva casi 30 años dedicada a la enseñanza universitaria en el campo de las Ciencias de la Información y la Publicidad. Desde 2019 desempeña su labor como rectora de la Universidad CEU San Pablo. Nos ha abierto las puertas de su despacho en la madrileña calle Isaac Peral para hablar de empleabilidad y del rol que cumple (o, al menos, debería) la universidad, de cómo la inteligencia artificial está cambiando el ecosistema de la enseñanza y la necesidad de que nuestros jóvenes encuentren en la universidad un espacio que fomente su espíritu crítico para enfrentarse a un mundo convulso y repleto de ruido.
PREGUNTA. A pesar de que la tasa de paro juvenil ha bajado, seguimos encabezando el ranking europeo. ¿Qué estamos haciendo mal?
RESPUESTA. Sí, es una situación que tiene muchas vertientes y muchas derivadas y, por tanto, la solución es compleja. Creo que se ha avanzado en los dos últimos años, pero todavía queda mucho por hacer. Se trata en muchas ocasiones de lo que llamamos un paro estructural. Si analizamos en detalle, vemos que hay sectores y determinadas posiciones en las que efectivamente no hay empleo, pero, en otros casos, hay muchas vacantes que no se cubren, en las que incluso tenemos que ir a buscar el talento fuera.
Esta situación requiere mucho trabajo por parte de todos. Las propias empresas deben adecuar sus estructuras a las nuevas profesiones y a los nuevos profesionales que se están formando. La Administración pública, con políticas activas de empleo que realmente sean eficaces en la generación de trabajo y competencias a nivel nacional y regional.
P. Es cierto que la universidad juega un papel importante en la solución, pero ¿no forma parte también del origen del problema?
R. Yo creo que no se puede responsabilizar a las universidades del problema. Lo que sí es imprescindible es implicarlas en la solución. Las universidades y las empresas tienen que escucharse, pero esa escucha debe ser activa. No sirve de nada que yo hable con las compañías de sus necesidades, pero luego no proponga políticas y programas que permitan ese acercamiento entre lo que necesita la empresa y los perfiles de los estudiantes que estamos formando.
Nosotros, desde el CEU, procuramos ofrecer a nuestros estudiantes una formación que les prepare intelectualmente para interpretar el mundo y que, independientemente de la carrera que elijan, todos ellos sean empleables.
"La universidad no pude darle la espalda a la inteligencia artificial. Lo que tenemos que hacer es establecer las reglas del juego"
P. ¿Cómo les preparáis?
A veces las universidades pensamos que, como somos instituciones de educación superior, lo del empleo no va con nosotras. Y lo cierto es que ayudar a los alumnos a construir su proyecto de vida es una de las principales misiones de la universidad. Y como el empleo forma parte de ello, hemos puesto en marcha distintos programas que tienen que ver tanto con la formación como con el acercamiento universidad-empresa.
Por ejemplo, tenemos un título extracurricular que está hecho de la mano de las empresas que forman parte de nuestro Consejo Asesor de Empleabilidad. Tiene distintas patas destinadas al autoconocimiento, a la capacitación en competencias transversales, a las competencias digitales…, pero también una parte de conocimiento de la empresa, de cómo trabaja y se estructura, qué es la cultura corporativa... Además, les facilitamos técnicas y habilidades para gestionar adecuadamente su currículum de cara a la inserción laboral.
P. España es uno de los países de la UE con mayor porcentaje de titulados universitarios y también de trabajadores sobrecualificados. ¿A qué se debe esta dicotomía?
R. Es complejo porque, ¿qué es exactamente la sobrecualificación? Estamos ante la generación de jóvenes mejor formados, mejor cualificados de toda la historia. Esa cualificación es una generadora de oportunidades.
También es cierto que debido a la estructura empresarial, cuando accedes a tu primer trabajo es muy probable que lo hagas en un puesto de nivel básico para el que estás sobrecualificado. Sin embargo, un universitario tiene más posibilidades de hacer carrera e ir ascendiendo progresivamente hasta situarse en un puesto donde su cualificación coincida.
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P. En este caso, no se refiere tanto a ir escalando dentro de una empresa, como a esos universitarios que terminan desempeñando un puesto de trabajo que nada tiene que ver con su formación.
R. Bueno, pero tienes esa preparación. Igual empiezas trabajando efectivamente en un puesto que no tiene nada que ver con tu formación, pero si uno no se conforma y continúa formándose para tener más oportunidades... Por eso te decía que para mí cualificarse es generarse oportunidades. Y, en ese sentido, entonces, ¿qué es la sobrecualificación?
Además, el paro entre los que han pasado por la universidad o tienen una educación superior es bastante inferior si lo comparamos con aquellos que solo tienen cualificación básica. También depende de qué informes consultes. Adecco, con los que colaboramos, hace unos meses lanzó un estudio sobre la gestión del talento y recuerdo haber leído que la cualificación general en España está por debajo de la media de la UE. Todo hay que interpretarlo adecuadamente.
P. El uso extendido de la IA genera muchas dudas, especialmente éticas. ¿Cómo se aborda este desafío desde la universidad?
R. La inteligencia artificial se ha colado por todos los resquicios de todas las profesiones y de la vida diaria. Evidentemente, desde la universidad no podemos darle la espalda porque nuestros estudiantes la están utilizando ya, al igual que en su momento utilizaron la calculadora, internet, etc. Lo que tenemos que hacer es establecer las reglas del juego.
Nosotros intentamos adelantarnos para que no sea un problema. Por eso ya hace algún tiempo creamos un Comité de ética para que todos (estudiantes, profesores y personal docente) hagamos un uso responsable y ético de esta herramienta, especialmente de las versiones de IA generativa. Hemos aprobado también unas directrices para su uso en los trabajos académicos. Tiene que aparecer que se ha usado como fuente, qué tipo o modalidad, con qué objetivo y, por supuesto, citarla bien.
P. En las últimas tres décadas, han nacido una treintena de universidades privadas en España. En cambio, la última universidad pública (la Politécnica de Cartagena) data de 1998 y no parece que haya en trámite ninguna nueva, como sí ocurre con las privadas. ¿Hay mercado para tantas universidades?
R. De momento parece que sí hay mercado, aunque el tiempo dirá. Madrid, por ejemplo, se está convirtiendo en un hub de universidades. De ahí que la proliferación haya sido mayor que en otras comunidades autónomas, donde parece que está todo más cerrado y son más resistentes a incorporar nuevas propuestas académicas.
Hacías referencia a las públicas y a las privadas. A mí esa dicotomía no me gusta, porque creo que la cuestión no debería estar en quién financia la universidad, sino en la calidad de la enseñanza que se ofrece. La diferencia debe buscarse precisamente en esa excelencia en la formación, en la calidad de la investigación que desarrollan y en su modo de transferirla al tejido empresarial y social.
"No nos hemos preocupado de la internacionalización, porque no la hemos echado de menos hasta ahora que es una necesidad"
P. ¿Cómo diferenciarse entonces para competir en este nuevo escenario?
R. Cada uno tiene que hacer valer aquellos atributos que aportan al sistema universitario y a la sociedad. En nuestro caso, buscamos la excelencia en la formación que ofrecemos, poniendo el foco en las Humanidades, porque ayudan a los jóvenes a interpretar el mundo en el que vivimos y les ayudan a conformar un pensamiento crítico. Queremos tener un claustro prestigioso; que sea capaz de actualizarse y de estar al nivel de lo que la sociedad actual necesita. También queremos desarrollar investigación relevante que sea capaz de ofrecer respuestas a los problemas y los retos del mundo. Y luego, por supuesto, estamos volcados en la innovación y en la internacionalización de nuestra universidad. En mi opinión, es clave la internacionalización para el sistema español.
P. Según un informe de Funcas, seguimos estando por detrás de la media europea en lo que se refiere a estudiantes y profesores extranjeros. ¿Por qué la universidad española no es tan atractiva como Alemania o Francia?
R. Creo que es una falta de tradición. No nos hemos preocupado de la internacionalización, tal vez porque no la hemos echado de menos hasta ahora, cuando es una necesidad para ser competitivos en el mundo actual.
En nuestro caso, más de la mitad de los grados son en inglés o bilingües. Además, ofrecemos a nuestros estudiantes la posibilidad de cursar un año o un semestre en universidades prestigiosas de Estados Unidos, como Stanford, Fordham, la Universidad de Chicago o la de Boston, en lo que llamamos Bilingual International Programs. Hay que fomentar la internacionalización a través de distintas medidas para atraer a los estudiantes de otros países, que vengan aquí a cursar su grado o su posgrado.
P. ¿Y a los profesores?
R. Además es importante poner el foco en políticas públicas de fomento de atracción de talento docente e investigador. Y no solo del profesorado, sino también de los servicios docentes. A medida que somos una comunidad más multinacional y multicultural, desde los servicios universitarios debemos de tener personas preparadas para dar respuesta a las necesidades de estos alumnos internacionales que están fuera de su casa, alejados de su entorno familiar y de amigos.
Nosotros tenemos un sistema de acompañamiento a todos los niveles (personal, académico y profesional) que en el caso de los extranjeros debemos intensificar para conseguir una total, eficaz y satisfactoria integración de los estudiantes, vengan de donde vengan.
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P. Otro gran tema es el boom de los másteres, especialmente de los privados. Los jóvenes lo ven como una puerta de acceso al empleo, pero ¿está su precio justificado? ¿Realmente conseguir un puesto de trabajo cuesta entre 15.000 y 20.000 euros?
R. Es cierto que en las universidades privadas el coste es superior que en las públicas. Aunque en algunos casos hay posgrados públicos que casi alcanzan esos precios. Sea como sea, una cosa es el precio y otra, el coste. El coste de producir ese grado o ese máster es similar en una privada que una pública, pero el precio es diferente porque en las universidades públicas está financiado por los presupuestos del Estado o de las comunidades autónomas.
De todos modos, para mí cualquier formación no es un coste, sino una inversión, sea en una universidad pública o en una privada. Las familias están invirtiendo en el futuro de sus hijos, en generarles oportunidades. Y si esto va acompañado de profesorado de prestigio, excelencia docente, prácticas en empresas adecuadas y una red de contactos, sobre todo en el caso de los de los másteres, que suman a la experiencia que ofrece el propio posgrado; si todo eso se cumple, el precio está más que justificado. No es el coste de acceder a un determinado puesto de trabajo, es la inversión que se hace en formación.
P. Pero no todas las familias disponen de ese dinero.
R. Efectivamente, pero también existen las becas. Siempre decimos que cualquiera que quiera estudiar en nuestra universidad y que no tenga los medios para hacerlo, se los proporcionamos. Este año nuestra inversión en becas para estudiantes, tanto excelentes académicamente como con necesidades socioeconómicas, ronda los diez millones de euros. Y en el caso del CEU en general, está por encima de los 20 millones de euros. Es importante que nuestro discurso sea coherente con nuestros hechos. La coherencia también es una verdad y una forma de diferenciarse.
P. La universidad no deja de ser el último escalón educativo. No paramos de leer año tras año en el informe PRISA que nuestro sistema educativo obligatorio tiene limitaciones, las discrepancias en las políticas educativas… ¿Observáis esas carencias en el alumnado?
R. Esta es la eterna discusión. Llevo 30 años dando clase y ya entonces se decía que los estudiantes cada vez eran peores. Es posible que tengan algunas carencias, pero muchas veces es fruto de los cambios legislativos que, en ocasiones, o tienen poco sentido o no acaban de consolidarse porque duran poco. A veces es por falta de recursos o incluso por falta de preparación de los propios profesores. Pero también ha habido avances, por ejemplo, a la hora de formar en habilidades blandas (las soft skills). Nosotros recogemos el testigo y seguimos avanzando.
No obstante, más allá de esto, lo que ocurre es que los estudiantes no tienen nada que ver con los de hace 30 años. Tienen formas distintas de aprender, de relacionarse con la información y con el conocimiento. Y esto requiere por parte de la universidad un esfuerzo por adaptarnos a esas nuevas formas de aprender sin perder la rigurosidad en la evaluación; de aprovechar las nuevas tecnologías para mejorar la experiencia docente y de aprendizaje dentro y fuera del aula.
Rosa María Visiedo Claverol (Barcelona, 1961) lleva casi 30 años dedicada a la enseñanza universitaria en el campo de las Ciencias de la Información y la Publicidad. Desde 2019 desempeña su labor como rectora de la Universidad CEU San Pablo. Nos ha abierto las puertas de su despacho en la madrileña calle Isaac Peral para hablar de empleabilidad y del rol que cumple (o, al menos, debería) la universidad, de cómo la inteligencia artificial está cambiando el ecosistema de la enseñanza y la necesidad de que nuestros jóvenes encuentren en la universidad un espacio que fomente su espíritu crítico para enfrentarse a un mundo convulso y repleto de ruido.