El creativo (y escatológico) método con el que los niños aprenden a leer en Japón
Desde muy pequeños, los niños tienen que aprender idiogramas complicados para poder defenderse en su idioma. Con el profesor Unko les cuesta menos trabajo
Hay algo que todos los niños del mundo tienen en común: el gusto por lo escatológico. Si en nuestro país es frecuente hacer reír a un chaval con la simple mención de algunas necesidades fisiológicas, al otro lado del mundo la cosa no cambia mucho. Pero, ¿y si se pudiera utilizar ese interés tan humano (recordemos que el primer chiste de la historia, contado en Sumeria hacia el 1.900 a.C, es escatológico, como no podía ser de otra manera) para aprender cosas verdaderamente útiles?
Eso han debido pensar los japoneses, pues utilizan una metodología especialmente curiosa para incentivar a aprender a los más pequeños: el método Unko. Para comprender un poco de qué va, primero hay que entender cómo funciona su idioma. La escritura japonesa está basada en dos sistemas de ortografía: los kanjis (idiogramas de raíz china que pueden tener una o varias lecturas), y los kana (divididos a su vez en hiragana y katakana).
Quizá a nosotros nos suene un poco raro, pero un japonés medio a veces tiene que buscar el significado de algún kanji, pues en función de su cultura y sus estudios puede conocer más o menos. Un japonés con una cultura media sabe aproximadamente unos 3.500 kanjis. Un doctorando o alguien relacionado con el campo de las letras, como es comprensible, sabrá más.
Un japonés con una cultura media sabe aproximadamente unos 3.500 kanjis, pero en general la mayoría no conoce los más raros
Te preguntarás entonces, ¿cómo puede leer un japonés (independientemente de sus estudios) un periódico?: en muchas ocasiones los kanjis más raros vienen con su versión en 'furigana', para que todo el mundo pueda entender lo que pone sin necesidad de conocer siempre el símbolo. De cualquier manera, parece bastante claro que los niños desde que son pequeños deben aprender estos idiogramas para poder comprender su propio idioma y utilizarlo, igual que los niños españoles aprenden a leer a una edad muy pequeña y con ello consiguen uno de los hitos más importantes de la educación.
El método Unko
"Los niños de primaria en Japón tienen que aprender 1.026 kanjis, que es lo que representa la base del idioma (luego hay muchísimos más, pero los niños deben saber todos esos con todas sus lecturas y escribirlos perfectamente cuando terminan esa educación primaria)"; explica Jesús Soler, de la libería 'Aprende Japonés Hoy'.
"Si a los críos occidentales les cuesta aprender las letras del alfabeto, los 1.026 kanjis son un verdadero reto, no ya para un niño pequeño sino para cualquier persona. El japonés es un idioma muy complejo y difícil, también para los propios japoneses. El método 'Unko' es sencillo: los japoneses se dieron cuenta de que a muchos niños les costaba mucho aprender todos esos símbolos en sus primeros años, y pensaron en formas posibles para que no se les 'atragantase' o les costase menos", señala.
El método es un éxito: el profesor 'unko' (profesor caca en español) enseña a los niños de primaria los 1.026 kanjis obligatorios poniendo esos ejemplos divertidos aunque escatológicos
"Universalmente el término 'caca', aunque escatológico, parece que hace mucha gracia y le resulta bastante curioso a los niños (a niños y mayores, en realidad). La historia de 'Unko' es esa, inventaron un personaje que es el profesor Unko (profesor caca en español), un maestro que enseña cada uno de esos kanjis obligatorios poniendo un ejemplo que lleve la palabra 'caca'.
De tal manera se intenta que el estudio sea divertido y a la vez se aprenda gracias a esa metodología, que ha revolucionado el sistema de aprendizaje. Es importante señalar que no son libros que se utilicen en la escuela, sino que están enfocados para que los chavales estudien en casa junto con sus padres. De hecho, el método ha tenido tanto éxito que la editorial ha creado libros centrados en aprender otras cosas, desde las horas al katakana, todo centrado en la caca", explica Soler.
Por suerte, el español no es un idioma tan complicado como los asiáticos, por lo que los maestros no necesitan de artimañas tan enrevesadas como son las del profesor Unko para conseguir la atención de los niños. No obstante, conociendo la naturaleza humana y la gracia que la caca hace, por algún motivo, al ser humano desde que pisó el mundo por primera vez, no está de más tomar nota por si hubiera que imitar sus métodos de enseñanza en un futuro próximo.
Hay algo que todos los niños del mundo tienen en común: el gusto por lo escatológico. Si en nuestro país es frecuente hacer reír a un chaval con la simple mención de algunas necesidades fisiológicas, al otro lado del mundo la cosa no cambia mucho. Pero, ¿y si se pudiera utilizar ese interés tan humano (recordemos que el primer chiste de la historia, contado en Sumeria hacia el 1.900 a.C, es escatológico, como no podía ser de otra manera) para aprender cosas verdaderamente útiles?