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Adiós al fútbol en el patio: los colegios se reinventan para que todos jueguen
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Rocódromos, huertos, paredes musicales...

Adiós al fútbol en el patio: los colegios se reinventan para que todos jueguen

Cada vez más escuelas deciden acabar con la dictadura del balón y apostar por espacios que no discriminen a las niñas ni a quienes prefieren otro tipo de actividades en el recreo

Foto: Desde hace un año, el colegio madrileño Nuestra Señora de la Paloma tiene un patio inclusivo. (M. Z.)
Desde hace un año, el colegio madrileño Nuestra Señora de la Paloma tiene un patio inclusivo. (M. Z.)

Once de la mañana de un miércoles de octubre. Con la misma puntualidad con la que suena el timbre, una marabunta de niños de varias edades se agolpan en los pasillos del colegio Nuestra Señora de la Paloma, en el madrileño barrio de La Latina. Con sus bocadillos envueltos en papel albal, sus zumos y sus abrigos puestos como capas atraviesan el túnel de colores que los lleva al recreo.

Nada más salir empiezan a dispersarse. Unos, corren a coger sitio a la zona del picnic; otros prefieren hacer piruetas en unas estructuras de metal, mientras que los más aguerridos se encaraman por turnos a las paredes del rocódromo. Solo unos pocos se disponen a perseguir un balón. Hoy solo tienen permiso para jugar al fútbol los alumnos de 4º de primaria. El que fuera el deporte rey ya casi no tiene presencia en este patio renovado para ser más inclusivo.

Nos dimos cuenta de que un pequeño grupo de niños siempre ocupaba el 80% del patio, mientras que el resto estaban arrinconados

"Nos dimos cuenta de que un pequeño grupo de niños siempre ocupaba el 80% del patio, mientras que el resto estaban arrinconados en los márgenes", explica Lourdes Sanz, la jefa de estudios del centro. Por eso, hace año y medio, Lucila Urda, arquitecta y entonces madre de este colegio, empezó a visitar los patios de los colegios de la zona como parte de un encargo del Área de Regeneración Urbana del Ayuntamiento junto a la empresa Participación y Paisaje. "Vimos que cada cual era peor, las entradas, los accesos… Hicimos fotos y se las enseñamos a los niños mezclados con los de algunas cárceles y no sabían cuál era cuál. De hecho, algunos elegían las cárceles porque al menos tenían pistas deportivas", explica una de los ocho cofundadores de Pez Arquitectos, que ha llevado a cabo el proyecto de reforma de este colegio junto a su socia Patricia Leal y la cooperativa Pandora Mirabilia.

Este colegio junto al Santa María, en Embajadores, son pioneros en Madrid a la hora de reformar su espacio de recreo bajo una perspectiva de género y hacia la diversidad de la infancia, siguiendo lo que dicen varios estudios en la materia. El éxito ha sido tal que el ayuntamiento ya ha puesto en marcha el proyecto MICOS, que con una dotación de 942.000 euros desarrollará patios inclusivos en tres distritos de la capital: Usera, San Blas y Moncloa. El motivo de esta elección es ver cómo interactúa cada perfil de alumnado con este tipo de patios y, si la experiencia es satisfactoria, extenderla a los 240 colegios de la capital. Sin embargo, esta tendencia a cambiar el concepto de recreo no es nueva en España, y ciudades como Barcelona, Bilbao o Pontevedra hace tiempo que se cuestionan los patios de toda la vida.

placeholder El rocódromo es una de las actividades favoritas del recreo. (M. Z.)
El rocódromo es una de las actividades favoritas del recreo. (M. Z.)

Un siglo con el mismo patio

Tradicionalmente, el patio de los colegios se ha visto como una zona ajena al ámbito educativo. Un espacio en blanco donde los niños deben rellenar su tiempo de esparcimiento con lo que encuentren —o inventen—. "Recuerdo un centro que visitamos que era solo una pista de cemento con un sumidero en medio para el agua. Bueno, pues los niños jugaban con el sumidero, a tirar canicas, a saltarlo… porque no había nada más", explica Imma Marín, presidenta en España de IPA (Asociación Internacional por el Derecho de los Niños y Niñas a Jugar), que ha llevado a cabo un estudio que analiza precisamente el papel del recreo en la educación. "Los patios de las escuelas no han cambiado en 90 años. El espacio donde jugaba yo era igual al de mis hijos, y al de mis nietos. Si acaso, ahora son más pequeños y con más cemento. No tiene sentido, porque la escuela sí ha tenido innovaciones, pero los patios han quedado fuera".

La arquitecta urbanista Adriana Ciocoletto, que forma parte de la cooperativa de urbanismo, sociología y feminismo, Collectiu Punt 6, diferencia los patios en dos periodos históricos: "Hubo un tiempo en el que había árboles y vegetación, pero en un determinado momento cambia la normativa y, al menos en Cataluña, lo que empieza a predominar son las pistas de cemento. El motivo es que deja de verse solo como espacio de recreo, sino también como pista municipal para dar cabida a otros usos. Por eso se enfoca completamente al deporte, con una gran pista y nada más".

placeholder Una zona de huerto y picnic para los más tranquilos. (M. Z.)
Una zona de huerto y picnic para los más tranquilos. (M. Z.)

Así, coinciden los expertos, lo que se ha perpetuado es un uso exclusivo del espacio de juego, y con él la discriminación hacia las niñas —y los niños— a los que no le gusta el fútbol, lo que a su vez genera conflictos y problemas de convivencia. En el colegio Vilaverde, en Pontevedra, hace cuatro años que tomaron la decisión de erradicar el fútbol de raíz, dando otras opciones como el balón prisionero, juegos de pelota blanda, dianas, la rayuela o el ajedrez. "Veíamos que el fútbol, en lugar de integrar, dividía. No solo porque las niñas no jugasen, también por las selecciones que se hacen para ver quién juega y quién no, las peleas, los balonazos…", señala Clara Varela, directora del colegio gallego. El siguiente paso lo tomaron hace un año, cuando decidieron pintar y acondicionar el espacio de recreo con ayuda de los padres, al igual que hicieron las familias en La Paloma. La implicación de alumnado, familias y comunidad educativa es fundamental, dicen los expertos, para desarrollar este tipo de proyectos, que de hecho han surgido en su mayoría de la voluntad de cada colegio, y no de instituciones ni comunidades autónomas.

En el colegio de Nuestra Señora de la Paloma, la primera fase para poner en marcha el nuevo patio fue, precisamente, preguntar a los niños qué tipo de espacio querían. "Vinimos con ellos al patio y empezamos a preguntarles qué no les gustaba, qué echaban en falta... Luego recogimos propuestas y las debatimos en 'grupos motor' formados por la comunidad educativa, la junta municipal y las familias, para ver cómo las adaptábamos al patio. Por ejemplo, para un soportal que tiene el patio los niños se habían imaginado un acuario, así que lo pintamos todo de azul y luego cada alumno hizo un pez que han servido para decorarlo".

placeholder En Pontevedra, las familias y niños dedicaron un fin de semana a pintar juegos en el patio. (Cedida)
En Pontevedra, las familias y niños dedicaron un fin de semana a pintar juegos en el patio. (Cedida)

En menos de un año, algunos elementos se han reinventado con el uso. Por ejemplo, unas estructuras en forma de casas han perdido ya las telas y la gomaespuma que las cubrían porque los alumnos preferían colgarse de sus palos que jugar a las casitas. Otros, han desarrollado otros usos. El patio de Infantil ahora también se utiliza para dar las clases de gimnasia cuando hace bueno, porque el suelo blando que le colocaron es más amable al ejercicio que el del gimnasio.

"Ahora los alumnos se sienten más identificados con el colegio porque han participado en el cambio y han visto que se ha pensado en ellos", comparte Lourdes Sanz, la jefa de estudios de La Paloma, cuyo proyecto se ha financiado con fondos de la Junta Municipal de Centro, la Fundación La Caixa, y el colegio.

Perpetuar estereotipos

Aunque su apariencia parezca inofensiva, el uso del patio puede, según los expertos, servir para desarrollar la personalidad de los menores o para perpetuar los estereotipos que les rodean. Al fin y al cabo, es el espacio donde actúan de manera más libre y entre iguales, jugando un papel fundamental en la socialización. Como analiza la profesora María Raquel Fructuoso en este estudio, el patio "puede servir para ver las carencias y falta de valores que presentan los niños y niñas". Todo depende de la mirada que se le dé

Los expertos coinciden en no intervenir en el juego, pero sí transformar el patio según los valores que quieran desarrollar

"Si se trata de un espacio que está dando unos privilegios a un determinado grupo, como pasa con el espacio al fútbol, está validando un tipo de comportamiento, jerarquizando un tipo de conducta", explica Adriana Ciocoletto. Un patio sin intervención, señala la experta, es un espacio donde los estereotipos y roles sociales se refuerzan y donde "las niñas aprenden a ser sumisas" resignándose a los márgenes de la pista para evitar conflictos y balonazos. "Si no intervienes, se reproducen todos los estereotipos y prejuicios que dentro del aula intentas evitar", coincide Marín.

placeholder Los niños han dado un nuevo uso a las casas de metal. (M. Z)
Los niños han dado un nuevo uso a las casas de metal. (M. Z)

Por eso, los expertos señalan que, si bien el patio no debe convertirse en un espacio docente reglado como el resto del tiempo en el colegio, no debe quedar fuera del conjunto del proyecto educativo. Su apuesta es ofrecer diversas opciones para desarrollar capacidades a través del juego libre, con suficiente variedad para todo tipo de personalidades: desde el niño activo que necesita descargar energía corriendo, al que prefiere disfrutar de una lectura bajo un árbol o charlar con sus amigos.

"Los patios se conciben desde la idea de que el aprendizaje se hace en el aula y que los niños necesitan un tiempo de esparcimiento: dar cuatro saltos y volver a atender sentados en una mesa. Ese era su sentido durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, pero la educación cambia y eso se ha mantenido intacto", señala Imma Marín, que es maestra especializada en pedagogía lúdica. Según su experiencia, los colegios deben mirar al patio con "intencionalidad educativa", y tomar decisiones tales como si los niños pueden llevar juguetes al recreo; si se reparten por cursos y días los espacios; o qué tipo de habilidades quieren potenciar. Por ejemplo, en Nuestra Señora de la Paloma, decidieron instalar una pared musical con cubos y cajas para hacer percusión. "Hay que ver qué queremos promover. No es lo mismo poner un columpio donde caben dos personas o dar cabida a juegos donde se participa en equipo. No se trata de intervenir en el juego, pero sí de ver qué queremos conseguir", apunta Marín.

placeholder Arenero de la escuela Drassanes, en Barcelona, cuyo proyecto desarrolló la Cooperativa CoeducAcció y la cooperativa Collectiu Punt 6. (Cedida)
Arenero de la escuela Drassanes, en Barcelona, cuyo proyecto desarrolló la Cooperativa CoeducAcció y la cooperativa Collectiu Punt 6. (Cedida)

En el centro La Farigola del Clot, en Barcelona, llevan cinco años averiguando qué tipo de patio quieren. Con poco presupuesto, empezaron pintando juegos en el suelo, y recientemente han montado una pared con diversos tipos de plantas para que descubran y exploren distintas especies. "Hay niños que son muy activos, más movidos y otros que necesitan más relajación, estar con ellos mismos y como educadores tenemos que dar una oferta a todos", señala Montse Martí, su directora.

Precisamente para dar cabida a todos, Gey Lagar, autora del manual de referencia 'Patios y parques dinámicos' ha ido más lejos y ya apunta al siguiente desafío que deben cumplir estos espacios, además del de la discriminación de género: la atención a los menores con capacidades especiales. Esta técnica superior en Educación Infantil y experta en Trastornos del Espectro Autista aboga porque toda esta revolución se adapte también a hijos con dificultades cognitivas (con referencias visuales o sonoras) o de aprendizaje, como es el caso de su hijo autista: "Es maravilloso que los centros estén generando otro tipo de juegos, que se pinten rayuelas y se hagan rocódromos, pero hay alumnos a los que hay que explicarles su uso, por ejemplo con carteles que expliquen qué es y cómo se usa cada cosa, para que no se queden fuera".

Además, apunta al papel cada vez más importante que juega el tiempo de recreo (se calcula que cada alumno pasa de media 525 horas por curso entre el recreo de mediodía y el de después de la comida): "Antes también se jugaba fuera de la escuela, en el parque, pero eso cada vez pasa menos porque el juego ha evolucionado y muchos prefieren jugar online. No tiene por qué ser malo, pero es importante seguir desarrollando habilidades sociales, encontrar tu rol en un grupo, empatizar con el otro… Y que no se pierda ese tipo de aprendizaje a través del juego".

Once de la mañana de un miércoles de octubre. Con la misma puntualidad con la que suena el timbre, una marabunta de niños de varias edades se agolpan en los pasillos del colegio Nuestra Señora de la Paloma, en el madrileño barrio de La Latina. Con sus bocadillos envueltos en papel albal, sus zumos y sus abrigos puestos como capas atraviesan el túnel de colores que los lleva al recreo.

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