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¿Por qué no quieren que estudiemos economía?
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¿Por qué no quieren que estudiemos economía?

Debemos exigir a los economistas un esfuerzo de claridad. La crisis económica ha supuesto un fracaso de estos expertos, que deberían ser en este momento más humildes

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Imito el título acusador del artículo que Juan Ramón Rallo publicó la semana pasada: “¿Por qué no quieren que nos eduquemos financieramente?”. Sospecha una conspiración estatal para que no se estudien finanzas en la escuela, que puede deberse a dos causas: (1) que los políticos traten de evitar que los ciudadanos aprendan a planificar financieramente su vida, y así impedir que puedan independizarse del Estado, o (2) que los políticos aborrezcan las finanzas por un prejuicio izquierdista. Rallo se hace una pregunta muy interesante: “Si la ignorancia financiera ha sido tan dañina, ¿por qué seguir excluyéndola de los planes de estudio?¿Para que nos sigan estafando?”. Le respondo con una pregunta: para que nos estafe ¿quién?

He publicado dos artículos en El Confidencial exponiendo mis críticas a la educación financiera, por lo que me siento concernido por el artículo de Rallo. Desde hace 20 años, cuando gané el Premio Giner de los Ríos de Innovación Educativa por un proyecto para incluir nociones básicas de economía en la Enseñanza Secundaria, estoy defendiendo que el ciudadano debe tener esos conocimientos para poder tomar decisiones bien informadas en su vida personal y en su vida política. En las dos. Sigo pensándolo, y por eso el año pasado, a través de la Fundación UP, organicé un curso 'online' titulado Economia Abierta, para ofrecer al ciudadano, en un formato pedagógico accesible, los conocimientos económicos (y también financieros) necesarios para navegar por el mundo actual. He de agradecer a una entidad financiera —Abante— que patrocinara este proyecto de interés cívico.

Es importante saber elaborar un presupuesto familiar... Pero también comprender los programas económicos de los partidos

Cuando comenzó la moda de la 'Financial Literacy', pedí que fuera una “educación económica” y no solo “financiera”. Lo discutí con los directivos del BBVA, que han tenido mucho interés en el tema, y con representantes del Banco de España y de la CNMV, que han elaborado un programa escolar. Mi pregunta era y sigue siendo: ¿por qué educación financiera y no educación económica? No hay que ser un experto para darse cuenta de que las finanzas son solo una parte de la economía.

Claro que es importante saber elaborar un presupuesto familiar, calcular bien el ahorro y el gasto, prever el futuro, invertir con sensatez. Pero también comprender los programas económicos de los partidos, conocer lo que es el Presupuesto nacional, la importancia o no del déficit, la verdad sobre la inflación y sobre la deuda, el papel del trabajo y de la empresa, qué significan riesgos sistémicos y, sobre todo, exigir a los economistas un esfuerzo de claridad. La crisis económica ha supuesto un fracaso de los economistas, que deberían ser en este momento más humildes.

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Evitar nuevas crisis

Me parece muy sensata la pregunta que la reina Isabel de Inglaterra lanzó a los cerebros de la London School of Economics cuando acudió a inaugurar su nuevo edificio: “¿Y ustedes no pudieron prever lo que está pasando?”.

Puestos a ser conspiranoicos como Rallo, ¿por qué no pensar que hay un afán en que los ciudadanos no sepan economía, para que así no puedan elaborar un pensamiento crítico respecto de los modelos económicos que siempre se presentan como verdades absolutas?

El interés de la UE por la 'educación financiera' pretende evitar nuevas crisis económicas. El ciudadano debe saber lo que firma. ¡Evidentemente! Pero hacer énfasis en eso supone desviar la responsabilidad de lo ocurrido al cliente que firmó una hipoteca o compró unas preferentes. ¿El sistema financiero no tuvo responsabilidad alguna? Durante años, insistieron en que debían fiarse de ellos, de sus consejos, de sus vendedores, de los directores de las agencias, y no cumplieron con su deber.

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Pretender que los clientes puedan conocer la complejidad de los actuales productos financieros es de una ingenuidad muy cercana a la impostura. Estoy pensando, por ejemplo, en el complejo mundo de los 'derivados', a los que Warren Buffett llamo “armas de destrucción masiva”.

Pondré un ejemplo. A partir de 1994, JP Morgan comienza a lanzar productos tóxicos. Hicieron paquetes de hipotecas y los vendieron con el nombre de Mortgage Backed Securities (MBS), títulos respaldados por hipotecas. Empezaba al mismo tiempo una carrera para endosar el riesgo a otros derivados, como los Credit Default Swap (CDS: permuta de incumplimiento crediticio) y los denominados Collateralized Debt Obligation (CDO).

Es mucho más útil explicar cómo aparece el dinero o cómo los sistemas crediticios son esenciales para el desarrollo

En 2005 aparecieron otros dos grupos de derivados de riesgos de crédito que se tornaron muy importantes, los Asset-backed Securities (ABS) y los Collateralized Loan Obligation (CLO), para proteger a los bancos y a los inversores del riesgo de incumplimiento. Para actuar en ese mercado cada vez más desregulado, los principales bancos de inversión crearon los Special Purpose Vehicle (SPV), los Structures Investment Vehicle (SIV) y los Asset-backed Commercial Paper Conduits (ABCP). Eran instituciones financieras ubicadas fuera de las estructuras bancarias y de las regulaciones contables bancarias.

A todo esto, no dieron importancia a un pequeño detalle: comprobar si las hipotecas que estaban en el origen de toda esta arquitectura fantasmal eran de fiar, si valían algo. El desenlace ya lo conoce: todo aquello se desplomó y estamos pagándolo todos. Se había pensado que diluyendo los riesgos con todo ese sistema de transmisiones reaseguradas no había posibilidad de una quiebra, pero la hubo.

Por una educación financiera

Por cierto, las agencias de 'rating' los habían valorado muy bien. ¿En qué estaban pensando? ¿Quién les ha pedido responsabilidades? Andy Haldane, director de Estabilidad del Bank of England, llevó a cabo un estudio de las transacciones derivadas modernas y descubrió que algunas contienen hasta millones de líneas de códigos informáticos, un dato que supera lo humanamente comprensible. Nadie puede comprender un instrumento financiero tan complejo. Lo único que podemos hacer es confiar en que los cálculos estén bien hechos. Y, como demostró la crisis financiera, no lo estaban.

Allan Greenspan, sedicentemente el hombre más sabio en cuestiones financieras, el que advirtió de la “exuberancia irracional” de los mercados, confesó que no entendía lo que había sucedido. John Mack, antiguo presidente de Morgan Stanley, afirmó en noviembre de 2009: “Nosotros no podemos controlarnos. Tienen que intervenir y controlar Wall Street”. George Soros llevaba mucho tiempo diciendo lo mismo. Al final, el Congreso les hizo caso y promulgaron la Ley de Reforma de Wall Street, conocida como la ley Dodd-Frank. Dicen que era complicadísima y mala, por lo que acabó siendo perjudicial.

placeholder Alan Greenspan. (Reuters)
Alan Greenspan. (Reuters)

Expertos como Paul Volckert y Adair Turner han puesto en duda la utilidad económica y social de la mayoría —si no de todos— de los recientes avances teóricos y técnicos producidos en el mundo de las finanzas, incluido el advenimiento del sistema de derivados. Ante la 'creatividad' de los sistemas financieros, el premio Nobel Paul Krugman ha deseado el retorno a la “banca aburrida”.

¿Deberían estar incluidos estos temas en la 'educación financiera'? Creo que es mucho más útil explicar cómo aparece el dinero, cómo los sistemas crediticios son esenciales para el desarrollo, por qué el derecho de propiedad es esencial para el progreso económico, por qué avanzan las desigualdades, cuál es la razón de que se produzcan burbujas económicas, cómo se puede luchar contra el paro, cuáles son las obligaciones éticas del mundo económico, qué papel juegan el Estado y los bancos en la creación del dinero. Por cierto, me sorprendió mucho que en 2014 el Banco de Inglaterra publicara un documento titulado 'Creación del dinero en la economía moderna', explicando que los bancos creaban dinero, cosa que ya sabía cualquier aficionado a la historia. Fue el descubrimiento del Mediterráneo.

Termino con la misma pregunta con que comencé, dirigida 'a quien corresponda': ¿por qué quieren que haya solo educación financiera y no económica?

Imito el título acusador del artículo que Juan Ramón Rallo publicó la semana pasada: “¿Por qué no quieren que nos eduquemos financieramente?”. Sospecha una conspiración estatal para que no se estudien finanzas en la escuela, que puede deberse a dos causas: (1) que los políticos traten de evitar que los ciudadanos aprendan a planificar financieramente su vida, y así impedir que puedan independizarse del Estado, o (2) que los políticos aborrezcan las finanzas por un prejuicio izquierdista. Rallo se hace una pregunta muy interesante: “Si la ignorancia financiera ha sido tan dañina, ¿por qué seguir excluyéndola de los planes de estudio?¿Para que nos sigan estafando?”. Le respondo con una pregunta: para que nos estafe ¿quién?

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