Cómo se eligieron las siete maravillas del mundo moderno: más de 100 millones de votos y al margen de la UNESCO
Lo que empezó como la idea de un cineasta suizo acabó convirtiéndose en una de las mayores votaciones globales de la historia. Más de 100 millones de personas de todos los rincones del planeta participaron en la elección de las siete maravillas del mundo
Pocas personas saben que las siete maravillas del mundo moderno, esas joyas arquitectónicas que hoy todos reconocemos como iconos globales, no fueron elegidas por la UNESCO ni por ningún organismo oficial, sino por millones de personas en todo el planeta. La iniciativa partió del cineasta, escritor y empresario suizo, Bernard Weber, que quiso actualizar la lista clásica de la Antigüedad con un sistema de votación completamente popular.
En el año 2000, Weber lanzó la New7Wonders Foundation, una organización cultural sin ánimo de lucro vinculada a la empresa privada New Open World Corporation, con un propósito tan ambicioso como simbólico: seleccionar las nuevas maravillas del planeta mediante una votación global.
La UNESCO, aunque fue invitada a participar, decidió mantenerse al margen para preservar su independencia institucional, aunque valoró la intención de promover el patrimonio mundial.
De 200 candidatos a 21 finalistas
La primera fase del proyecto reunió más de 200 monumentos de todos los continentes, desde templos asiáticos hasta castillos europeos y ruinas precolombinas. Un comité de expertos presidido por Federico Mayor Zaragoza, exdirector general de la UNESCO español, redujo esa lista inicial a 21 finalistas, entre ellos la Alhambra de Granada, el acueducto de Segovia y la Torre Eiffel.
El proceso final, que se extendió hasta 2007, fue una de las mayores consultas populares de la historia: más de 100 millones de personas emitieron su voto por teléfono, mensaje SMS o Internet. A medida que avanzaba la campaña, los países finalistas organizaron auténticas campañas nacionales para impulsar sus candidaturas, con celebraciones públicas, anuncios y campañas en los medios de comunicación.
7 de julio de 2007: la noche de Lisboa
El resultado se reveló en una ceremonia multitudinaria celebrada el 7 de julio de 2007 en el Estadio da Luz de Lisboa, ante 50.000 espectadores y millones de telespectadores. Allí se proclamaron las siete maravillas del mundo moderno: Chichén Itzá (México), el Coliseo de Roma (Italia), el Cristo Redentor (Brasil), la Gran Muralla China (China), Machu Picchu (Perú), Petra (Jordania) y el Taj Mahal (India).
El éxito mediático fue indiscutible, pero también surgieron críticas. Algunos gobiernos denunciaron que el proceso favorecía a los países con más acceso a internet, mientras que la UNESCO reiteró que no tenía ningún vínculo oficial con la votación. Aun así, la campaña sirvió para reavivar el interés por el patrimonio mundial y situar de nuevo a estas maravillas en la lista de deseos de millones de viajeros.
Un legado que sigue inspirando viajes
Hoy, casi dos décadas después, las siete maravillas del mundo moderno se han convertido en referentes turísticos globales. Cada año, millones de personas visitan sus enclaves para contemplar de cerca lo que la humanidad consideró digno de entrar en la historia.
Más allá de polémicas, el proyecto de Bernard Weber logró lo que pretendía: unir al planeta en torno a su patrimonio.
Pocas personas saben que las siete maravillas del mundo moderno, esas joyas arquitectónicas que hoy todos reconocemos como iconos globales, no fueron elegidas por la UNESCO ni por ningún organismo oficial, sino por millones de personas en todo el planeta. La iniciativa partió del cineasta, escritor y empresario suizo, Bernard Weber, que quiso actualizar la lista clásica de la Antigüedad con un sistema de votación completamente popular.