Michael Hunter, experto en neurociencia: "Estar enfadado hace que te sientas poderoso, pero está friendo tu cerebro"
La neurociencia nos ayuda a comprender cómo funcionan las emociones en el cerebro y a aplicar estrategias biológicas para gestionar mejor el estrés, la ira y el malestar
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La ira crónica no solo altera el estado de ánimo, también puede dañar el cerebro de forma tangible. Así lo explica el coach Michael Hunter, experto en neurociencia y crecimiento personal, quien advierte de que ese impulso que a veces se confunde con fuerza o determinación en realidad está deteriorando funciones esenciales del sistema nervioso. Su mensaje, ampliamente compartido en redes, apela a comprender cómo la biología influye en la forma en que gestionamos las emociones intensas.
En un vídeo publicado en su canal de YouTube (@Michael.Hunter), el experto afirma literalmente: “Estar enfadado hace que te sientas poderoso, pero te está friendo el cerebro”. Hunter señala que la ira constante inunda el organismo de cortisol, una hormona del estrés que “encoge el hipocampo, lo cual se mete con tu memoria y arruina tu control de impulsos”. Su enfoque se basa en explicar cómo la repetición del enfado refuerza los mismos circuitos neuronales, haciendo más difícil romper el ciclo.
El impacto cerebral de la ira prolongada
Hunter recuerda que “la mayoría de la gente piensa que la ira es una liberación natural. No lo es. No es un lanzamiento. Es un ensayo”. Según el principio de la Ley de Hebb, “las neuronas que disparan juntas, se conectan juntas”, lo que significa que al revivir mentalmente situaciones que generan rabia, el cerebro fortalece las rutas neuronales que la provocan. Esa práctica inconsciente, apunta, “literalmente te hace practicar la rabia”.
La sensación de poder que acompaña al enfado tiene, según Hunter, una función engañosa: “La verdadera razón por la que sigues enojado es porque te da un golpe de certeza en un mundo que se siente impredecible”. Sin embargo, esos “golpes”, explica, acaban afectando la concentración, el sueño y la salud cerebral a largo plazo, provocando un desgaste difícil de revertir si no se interviene.
Cómo reequilibrar el cerebro
Para contrarrestar ese efecto, el experto propone un método basado en tres pasos simples pero respaldados por la ciencia. “Nómbralo. Respira. Muévete”, resume. El primer paso consiste en reconocer el bucle mental y “etiquetar la emoción”, diciendo, por ejemplo, “una parte de mí está enfadada ahora mismo”. Con ello, el procesamiento pasa de la amígdala —el sistema de alarma emocional— a la corteza prefrontal, responsable de las decisiones racionales.
El segundo paso, detalla Hunter, es “respirar de manera consciente”. Las exhalaciones largas y lentas (cuatro segundos de inspiración y seis de espiración, tres veces) ayudan a que el sistema nervioso se calme. Por último, el tercer paso consiste en “mover la energía”, ya que la ira “es adrenalina que necesita algún lugar para ir”. Caminar, hacer flexiones o cualquier movimiento físico “quema cortisol y reconfigura la respuesta al estrés más rápido que solo pensarlo”.
Hunter concluye su exposición recordando que “dejas de estar enojado usando la biología, no la fuerza de voluntad”. Nombrar, respirar y moverse, afirma, no son actos de represión, sino formas de recuperar el control del cerebro y evitar que la ira se convierta en un hábito destructivo.
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La ira crónica no solo altera el estado de ánimo, también puede dañar el cerebro de forma tangible. Así lo explica el coach Michael Hunter, experto en neurociencia y crecimiento personal, quien advierte de que ese impulso que a veces se confunde con fuerza o determinación en realidad está deteriorando funciones esenciales del sistema nervioso. Su mensaje, ampliamente compartido en redes, apela a comprender cómo la biología influye en la forma en que gestionamos las emociones intensas.