Irene Albacete, psicóloga: "Por mucho que quieras, no puedes salvar a tus padres ni cambiar sus hábitos"

La psicóloga Irene Albacete se ha vuelto viral en redes con un mensaje tan duro como necesario: aprender que no podemos “salvar” a nuestros padres ni cambiar sus hábitos, por mucho que los queramos. Su reflexión ha tocado la fibra de miles de usuarios que se han sentido identificados con esa sensación de impotencia frente a la familia. “No puedes salvar a tus padres, no puedes cambiar sus hábitos ni hacer que vean lo que no quieren ver”, explica Albacete al inicio del vídeo, dejando claro que, aunque nos duela, la transformación personal solo es posible si la otra persona está dispuesta. Según la psicóloga, una de las lecciones más dolorosas de la vida es entender que no todo el mundo quiere cambiar, incluidos nuestros padres.

La experta apunta que muchas veces, aunque los progenitores estén infelices o en una situación complicada, lo conocido les resulta más seguro que lo nuevo, y el miedo al cambio pesa más que el deseo de mejorar. Ese patrón, asegura, se repite en muchas familias y genera frustración en los hijos que quieren “rescatarlos”. Para Albacete, esa resistencia tiene una raíz emocional profunda: el miedo a lo desconocido.

“Aunque estén en una situación difícil, lo conocido les resulta seguro y el cambio les asusta demasiado”, explica. Esta realidad, sostiene, puede resultar desgarradora para los hijos que anhelan que sus padres se liberen de conductas o entornos dañinos, pero la aceptación se convierte en el primer paso hacia la paz emocional. Lejos de promover el distanciamiento o la frialdad, la psicóloga lanza un mensaje de crecimiento personal: el mayor regalo que podemos darles es construir nuestras propias relaciones sanas, nuestros hogares sanos y, si llega el momento, criar hijos sanos. Es decir, romper los patrones familiares no desde la imposición, sino desde el ejemplo.

Su reflexión invita a entender que sanar no implica cambiar a los demás, sino transformar nuestra forma de relacionarnos con ellos, especialmente con los padres. Esa es, para muchos, la verdadera herencia emocional que se puede dejar a las siguientes generaciones. “Podemos amar, respetar y honrar a nuestros padres aceptándolos tal y como son”, concluye Albacete.