Carlos Fenollosa, investigador y profesor universitario especializado en inteligencia artificial, lanza en el pódcast Tiene Sentido un mensaje tranquilizador frente al alarmismo tecnológico que domina el debate público. “La inteligencia artificial no es una nueva especie, no tiene vida ni voluntad, es un programa de ordenador, y siempre podemos desenchufar el cable”, afirma. Su visión, más cercana al tecnooptimismo que al catastrofismo, busca devolver el debate a un terreno racional: la IA no siente, no desea y no tiene conciencia.
Fenollosa considera que el auge de herramientas como ChatGPT ha sido “el punto de inflexión” que ha despertado un interés sin precedentes, pero advierte que no hay motivos para el pánico. “Esta revolución ha llegado de repente a ojos de la mayoría, incluso a los expertos nos ha sorprendido”, reconoce. Aun así, recalca que no existe ninguna evidencia científica de que las máquinas actuales puedan tener conciencia o intención. “Quien diga que una IA tiene consciencia, se lo está inventando”, sentencia.
¿Cuándo llegaremos a tener una superinteligencia más inteligente que cualquier ser humano? ¿La IA tiene consciencia? ¿Nos dejará sin trabajo? Y cuando llegue ese momento... ¿correremos peligro los seres humanos? ⚠️ Todas estas preguntas se responden, entre otras muchas, en la nueva entrevista que hemos publicado con el experto en IA, profesor y autor Carlos Fenollosa. Si quieres entender el presente y futuro de la IA desde un punto de vista más realista... Tienes que verla ?
El experto no descarta que en el futuro se logre desarrollar una superinteligencia artificial más lista que cualquier humano, pero rechaza el salto directo al cataclismo. “No he leído ningún argumento sólido que relacione la creación de una IA superior con la extinción humana”, sostiene. Para Fenollosa, el debate es más filosófico que técnico: “Podría ocurrir dentro de 30 años, pero eso no significa que vaya a querer destruirnos”.
En su opinión, la clave es mantener una visión pragmática: “Los humanos seguimos teniendo la sartén por el mango. Si algo sale mal, se desenchufa el cable y punto”.
Donde sí percibe una amenaza real es en el mercado laboral. Fenollosa anticipa que la IA reemplazará progresivamente tareas humanas, sobre todo en empleos de oficina. “No desaparecerán los abogados ni los arquitectos, pero muchas de sus funciones las harán las máquinas”, explica. Cree que la automatización provocará un “cataclismo laboral” gradual, que afectará especialmente a los jóvenes que traten de incorporarse al mercado.
“La diferencia con la Revolución Industrial es que ahora no se sustituye a los veteranos por aprendices más baratos, sino que los jóvenes directamente no pueden entrar”, advierte. Por eso plantea la necesidad de una renta básica universal como vía para redistribuir la riqueza que generen las máquinas.
Su mensaje no es pesimista, sino transformador: “Vamos hacia un mundo en el que no habrá que trabajar para vivir. Las inteligencias artificiales harán las tareas y los humanos podremos dedicarnos a lo que realmente nos gusta”. Fenollosa ve en la automatización una oportunidad histórica para redefinir el sentido de la productividad y de la propia felicidad: “Debemos desvincular nuestra identidad del trabajo; la nómina nos la pagará la IA”.
Respecto al avance técnico, el experto destaca tres líneas clave: modelos más potentes, modelos más pequeños que puedan ejecutarse en el móvil de forma privada y sistemas que reduzcan las “alucinaciones” o errores. “No necesito una IA más lista, sino una en la que pueda confiar al 100%”, resume.
A su juicio, el verdadero salto no será tener modelos más grandes, sino más fiables, personales y controlables por el usuario. “El futuro será cuando la IA gestione nuestra agenda, nuestras compras o nuestra salud sin que tengamos que preocuparnos por la privacidad”.
Carlos Fenollosa, investigador y profesor universitario especializado en inteligencia artificial, lanza en el pódcast Tiene Sentido un mensaje tranquilizador frente al alarmismo tecnológico que domina el debate público. “La inteligencia artificial no es una nueva especie, no tiene vida ni voluntad, es un programa de ordenador, y siempre podemos desenchufar el cable”, afirma. Su visión, más cercana al tecnooptimismo que al catastrofismo, busca devolver el debate a un terreno racional: la IA no siente, no desea y no tiene conciencia.