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Las traiciones de 1898: la encrucijada que destruyó el imperio español
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Las traiciones de 1898: la encrucijada que destruyó el imperio español

A finales del siglo XIX, España se vio envuelta en una serie de traiciones internas y externas que marcaron el fin de su imperio colonial. La historia de esas traiciones sigue revelando secretos

Foto: Retrato del científico, marino y militar español Isaac Peral  (Wikimedia)
Retrato del científico, marino y militar español Isaac Peral (Wikimedia)

"Ahora a la traición se le llama 'realismo', al oportunismo 'pragmatismo'. El imperialismo se llama “globalización”. Y a las víctimas del imperialismo se las llama 'países en vía de desarrollo'", Eduardo Galeano (1940–2015), escritor uruguayo.

Lo ocurrido en las postrimerías del siglo XIX y que tanto desgarro generó en la autoestima del pueblo español –un fin de época tras una era grandiosa, tiene mucha lectura y asombraría al respetable tras revelar las costuras de algunas verdades ocultas. En la tramoya de aquel trampantojo plagado de contradicciones, todavía hoy, descubrimos mimbres que sonrojarían a cualquier bien nacido por lo inconcebible de las verdades que arrojan.

Que los Estados Unidos tenían desde principios de siglo un indisimulado interés por aquellas posesiones, era evidente. Ya hacia 1837 habían hecho una oferta muy elevada en reales a la reina regente María Cristina; durante el devenir del siglo, varias ofertas serían rechazadas hasta rematar en 1897 ante el gobierno de Sagasta, una suculenta cifra de 300.000.000 dólares. La oferta en cuestión era tan sumamente seductora que, incluía para cada uno de los doce ministros 1.000.000 de dólares de “aliento”.

Este documento fue desclasificado recientemente por el Departamento de Estado y en Román paladino, con los valores de inflación añadidos, habría supuesto del orden de 30.000.000 de dólares para cada una de sus excelencias. Cabe destacar que, Sagasta, pertenecía a la logia masónica de obediencia anglosajona con el grado más elevado, el 33; lo cual nos puede conducir a una interpretación más amplia de lo que después aconteció. Si a estos datos le sumamos que William McKinley, presidente de la nación norteamericana, era asimismo un grado equivalente en el rito escocés, podemos ir atando cabos con más soltura.

Foto: trump-panama-mckinley-aranceles-proteccionismo

Con la engañosa lógica del retrovisor; de haber aceptado aquella ucronía, España habría mantenido un perfil de potencia de primer nivel, pero, el espíritu del Quijote, tan inserto en el alma patria, siempre estaba enredando. Tras la no respuesta española, solo quedaba una carta a jugar.

España, en aquel tiempo, no se dedicaba a hacer embarcaciones de Lego, no. Excelentes marinos como Villamil, Bustamante o el increíble Isaac Peral; habían contribuido a crear una marina con trazos de credibilidad. Como somos muy de pegarnos golpes de pecho y de mear marcando territorio, la presentación del primer sumergible apto para la guerra y desequilibrar cualquier combate contra quien fuera el oponente, se hizo con toda pompa y jolgorio. Rápidamente, el espionaje inglés tomó nota y se dedicó abiertamente a reventar el proyecto de producción en serie de aquella increíble arma. Fue tal la desfachatez de los británicos que, según cuenta el propio Peral, en una visita sorpresa al encargado de la cartera de marina; José María Beránger, pilló a un agente británico tras las cortinas.

Meses más tarde se descubrió en un astillero del Clyde una copia de los planos originales del submarino de Isaac Peral; pero la cosa no queda ahí. Beránger –un sin vergüenza sin escrúpulos– tuvo la desfachatez de publicar dichos planos del arma que podría habernos dado la victoria en Cuba –según las propias palabras del almirante norteamericano George Dewey–, y lo hizo de la forma más artera que imaginarse pueda; publicó en abierto en el Diario Oficial del Estado (el BOE de la época) todo el proyecto y ya se sabe, “a un panal de rica miel...”. Vamos, que estaba más claro que el agua que, aparte de insultar gravemente al genio español, era un traidor de tomo y lomo. Menuda pedrada tenía el sujeto...

Era la época del turnismo y Cánovas, pretendía propiciar la construcción de una marina digna de tal nombre, desempolvar proyectos como el de Peral, contratar en Brasil e Italia acorazados de doble casco y buena factura y resetear nuestras fuerzas de proyección estratégicas, previendo la que se avecinaba. Más un buen día, este defensor a ultranza de la españolidad de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, tuvo un extraño accidente a manos de un anarquista de tercera división, un tal Angiolillo, que no figuraba en ninguna organización de este pelaje, más allá de que era un subversivo aficionado y todo sea dicho; le faltaba un gramo para el kilo. Este enigmático sujeto, curiosamente había pasado unos meses en Gran Bretaña antes del magnicidio. Italiano de bigote atusado e impecable traje, le descerrajó tres tiros en un balneario de Mondragón, dejando al finado sospechosamente muerto. Algunos patriotas de salón debieron de pensar que muerto el perro...

La pérdida de las últimas colonias españolas como resultado de una combinación de errores económicos, políticos y militares, además de la traición de ciertos grupos e individuos sobornados hasta las trancas

Objetivamente hablando, la verdad más plausible, es aquella en la que el concepto de "las traiciones de 1898" alude a la pérdida de las últimas colonias españolas (Guam, Filipinas, Puerto Rico y Cuba) como resultado de una combinación de errores económicos, políticos y militares, además de la traición de ciertos grupos e individuos sobornados hasta las trancas. El populacho ya entendía que todo el paño había sido vendido. Por otro lado, mal que les pese a los innumerables seguidores del ilustre Cervera; la Armada Española, tras la norteamericana y la inglesa, era la tercera armada más importante del mundo de aquel entonces. Por ello, no se entiende como cuatro cruceros norteamericanos y dos cañoneros retaran a la flota española en Filipinas ¿Hubo algún pacto previo? No se entiende ni a día de hoy, como en Filipinas, concretamente en Cavite, docena y media de barcos españoles de gran tonelaje se anclarán para combatir sin movilidad alguna a una pequeña flota norteamericana; era algo demencial. El coronel de artillería que dirigía las baterías de costa en Cavite, había recibido órdenes estrictas de no disparar ni una sola andanada de cobertura...

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Montojo, a la sazón almirante al mando de la escuadra filipina, en el trance de la batalla, se fue a dar una vuelta a Manila. En medio del follón, desapareció... tela marinera... Otro caso anómalo y no inteligible, es como el almirante Cervera esperó cinco días para salir a combatir a sabiendas de que iba a ser bloqueado en la estrecha bocana de entrada y salida del puerto. Todo olía mal... Marinos del calibre de Villamil, Lazaga y Bustamante, manifestaron claramente la voluntad de suicidio de Cervera enviando a medio gas a destructores torpederos que podían haber hecho un daño tremendo como avanzadilla a la flota estadounidense; y eso sin mencionar el descarado sabotaje hecho a Isaac Peral y su revolucionario submarino; nada encajaba... Por otra parte, la isla, de 110.000 Km², estaba guarnecida por 200.000 soldados. Las leyes de la guerra (Clausewitz, Sung Tzu y otros) dejaban claramente la proporción necesaria del triple de invasores ante una fuerza menor: desde Madrid llegaron las órdenes de capitulación... Los oficiales no entendían nada.

La esencia de los traidores más viles, quedaba reflejada en la cohabitación con el enemigo norteamericano en Tampa (Florida) por el general español Pando, el cual pasó durante toda la crisis haciendo manitas con los Yankees y no estuvo ni un día en el frente. La punta de lanza de las llamadas sociedades secretas (carbonarios, masones, logias varias), al servicio de los anglosajones, culminaron una labor de zapa de la estructura del Estado español, erosionando las esencias patrias y condenándonos a una decadencia espeluznante.

España...

"Ahora a la traición se le llama 'realismo', al oportunismo 'pragmatismo'. El imperialismo se llama “globalización”. Y a las víctimas del imperialismo se las llama 'países en vía de desarrollo'", Eduardo Galeano (1940–2015), escritor uruguayo.

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