Byung-Chul Han, filósofo: "Hoy la gente se explota a sí misma voluntariamente creyendo que así se realiza"
Para él, la ociosidad es revolucionaria, porque desde el silencio y la calma se puede repensar la existencia
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“La ociosidad es el fin último de la humanidad”. Así de claro fue el filósofo surcoreano Byung-Chul Han durante su intervención hace tres años en el Paraninfo de la Magdalena, en Santander. El pensador fue el protagonista del ciclo cultural ‘En Contexto’ de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), coincidiendo además con el décimo aniversario de su popular ensayo La sociedad del cansancio. Para Han, recuperar el arte de no hacer nada no es una excentricidad, sino una necesidad urgente. Y no hay más que vernos corriendo todo el día de un lado para otro para reconocer que tiene razón.
Bajo una atmósfera de respeto y silencio casi ritual, el filósofo reivindicó una vida más contemplativa, lejos de la lógica de producción constante que domina nuestra era. “Hoy la gente se explota a sí misma voluntariamente creyendo que así se realiza”, apuntó. Según Han, el neoliberalismo ha logrado algo perverso: convertir el látigo del amo en un móvil inteligente que llevamos siempre en el bolsillo, y que usamos con entusiasmo.
Desde una mirada que mezcla tradición oriental y crítica social, Han habló de una “república de los vivos” donde las montañas, las plantas y las nubes sean también ciudadanas. Para combatir la crisis climática, no basta con cambiar de tecnologías; hay que modificar la relación que tenemos con la naturaleza, “contemplarla, no utilizarla”. En su discurso no hubo espacio para la tibieza: el activismo sin contemplación es solo ruido.
En su intervención, Han defendió con humor y profundidad cultural la herencia de la siesta en países mediterráneos como España. Citando a Paul Lafargue, el yerno de Marx que escribió El derecho a la pereza, elogió ese derecho a parar como antídoto frente a la explotación. Para él, la ociosidad es revolucionaria, porque desde el silencio y la calma se puede repensar la existencia.
Aunque algunos le han acusado de contradicción —por escribir sin cesar sobre la pereza— Han se defendió diciendo que pensar no es trabajar. “El pensamiento llega, no se fuerza”, explicó. “Los filósofos no se explotan; reciben ideas y las agradecen”. Y añadió: “No hay peonía que se pueda explotar. Por eso son tan bellas”.
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Durante la charla, Han habló de la pérdida del lenguaje contemplativo. “La poesía es la forma más pura de ociosidad lingüística”, dijo. En una sociedad donde todo se reduce a utilidad y rendimiento, también el idioma ha perdido su alma. Para él, leer poesía es un acto de resistencia, una forma de recuperar el tiempo que no está sometido al reloj del trabajo.
Cerró su intervención apelando a una nueva forma de política: la política del descanso. Frente a la acción constante, propuso un renacer de lo sabático, del arte de mirar sin hacer. Como diría George Santayana —filósofo español al que Han recordó con admiración—, todos los esfuerzos de la humanidad deberían culminar en una contemplación serena. Ojalá, decía Han, el mesías que venga no sea el de la productividad, sino el mesías de la siesta. Y ese día, todo cambiará sin que nada parezca moverse.
“La ociosidad es el fin último de la humanidad”. Así de claro fue el filósofo surcoreano Byung-Chul Han durante su intervención hace tres años en el Paraninfo de la Magdalena, en Santander. El pensador fue el protagonista del ciclo cultural ‘En Contexto’ de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), coincidiendo además con el décimo aniversario de su popular ensayo La sociedad del cansancio. Para Han, recuperar el arte de no hacer nada no es una excentricidad, sino una necesidad urgente. Y no hay más que vernos corriendo todo el día de un lado para otro para reconocer que tiene razón.