Desvelamos el lado oscuro de un conocido personaje, explorando cómo su alter ego se entrelaza con las sombras de un imperio, sus engaños y las verdades convenientemente olvidadas
Retrato de Sir Francis Drake, pirata inglés. (1951)
Muchas veces es mejor perder la viña que pleitear por ella.
Michel de Montaigne.
Ser honestos, valientes y generosos fueron las consignas con las que el hada que asistía a Pinocho en sus desventuras dotó a la obra humanizada del carpintero Gepeto para poder caminar por la vida con la frente alta. La criatura cometió algunos deslices y para superar su delatora vergüenza, mentía, sí, mentía; cosa por otra parte natural en un niño que sabe que le han pillado in fraganti. Como consecuencia de estas mentirijillas, su herramienta nasal crecía de forma delatora cada vez que infringía el código de valores que le había sugerido el hada protectora.
Pues bien, a este cuento inmortal que ha sido leído a millones de niños a lo largo de sus vidas infantiles hay que añadirle una historia paralela que ha pasado desapercibida para la mayoría de los mortales. Gepeto parece ser que hizo dos muñecos iguales. Un día, un turista inglés que al parecer pasaba por allí como quien no quiere la cosa, le robó el clon de Pinocho y huyó a toda velocidad sin que los vecinos de la aldea pudieran echarle el guante. Este chorizo, altamente especializado en hacerse amigo de lo ajeno, huyó a toda pastilla a su tierra natal, refugio histórico de piratas desde la noche de los tiempos. Piratería que, por cierto, fue frenada durante cerca de dos siglos por los castellanos cuyas incursiones causaban pavor a los lugareños. Más tarde, ya con los Austrias entronizados, la isla de los piratas y sus posesiones aledañas serían invadidas hasta en once ocasiones.
Y nos preguntamos: ¿Qué hizo el chorizo inglés con el doble de Pinocho? Pues muy sencillo: le puso el nombre del mayor mangante de la historia universal -Drake, sí, el que retozaba con la reina calva- instruyendo al muñeco con consignas sobre cómo tenía que actuar; esto es, sin valores, la amoralidad como espolón de proa, valentía contra los pequeños e indefensos, y sobre todas las cosas, le transformó sus brazos en extensiones telescópicas para poder afanar con mayor eficiencia. Pero el clon de Pinocho tenía unas facultades portentosas para engañar al personal y así, las puso en valor.
Cuando invadieron Buenos Aires, previa siembra de espías, recibieron un correctivo antológico. ¿En Tenerife?, pues más de lo mismo
Engañando a todo quisque con tratados incumplidos, pasaban los años y pasaban los siglos mientras la riqueza de este imperio, ya desaparecido y por fin aislado y constreñido a sus fronteras naturales, se acumulaba tras someter manu militari a pueblos desde Tasmania -donde no dejaron vivo ni al tato en un genocidio que ha pasado a la historia- hasta Canadá, donde su inmensa generosidad para con los nativos llevó al exterminio, vía mantas infectadas de gripe y viruela, a cientos de miles de estos desgraciados. Entretanto, su natural hipocresía pintaba a los españoles con todo tipo de falacias de lo más grotescas. Gracias a Stanley G. Payne(En defensa de España) y a la muy digna locutora de la BBC e historiadora Helen Graham, hoy hay una corriente creciente de hispanistas desmontando el entramado de calumnias.
Combate del Glorioso contra el 'HMS Dartmouth'.
Una prueba patente fue el ocultamiento en las estanterías de Oxford, Cambridge, Eton y la Nacional, sobre las invasiones de castellanos y posteriormente, de la Corona Española, a su inexpugnable isla. Si nos ponemos a sumar, en Cartagena de Indias les dimos pomada para una temporada, pero también esta asimétrica victoria de Blas de Lezo fue debidamente camuflada por una casual epidemia de gripe. Cuando invadieron Buenos Aires, previa siembra de espías y criollos comprados, recibieron un correctivo antológico. ¿En Tenerife?, pues más de lo mismo. Sobre la épica batalla de El Glorioso y el hundimiento de nueve fragatas y galeones ingleses en una travesía atlántica que da para un peliculón, ni un apunte a pie de página. Y por añadir algo más de la extensa lista de agravios, tenemos que, en Gibraltar, en medio de una devastadora peste, se les cedió un amplio terreno para montar un hospital de campaña, terreno que jamás devolvieron y que, por cierto, hoy sustenta el aeropuerto de este enclave o puñal en la espalda de nuestra nación.
Una de dos, o tienen una grave amnesia histórica o no tienen vergüenza, o las dos cosas. Son unos mentirosos compulsivos. En Trafalgar Square tienen al que probablemente haya sido el mejor marino británico y un caballero del mar donde los haya, Horacio Nelson, en una columna descomunal; pero quien les representaría mejor es Drakenocho, el clon de Pinocho. El espíritu británico tiene sus iconos a la par que sus enormes zonas erróneas. No hay que olvidar que este escribano hace diez años publicó un libro titulado Inglaterra Derrotada. En él se habla de los correctivos que les aplicamos a lo largo de la historia. Una docena de unidades fueron enviadas a Oxford, no hubo acuse de recibo, no pregunte por este libro, no hay registro de él.
Promotores de la Leyenda Negra
Este calamitoso vecino y su permanente propuesta de dividir a Europa, ya sea con intervenciones militares o como quinta columna, no solo promovió la Leyenda Negra como un relato de ciencia ficción y atropellos sin cuento por parte de los españoles. Es que si miramos la historia con perspectiva, a los indios indostánicos los dejaron en taparrabos, con el marrón de Cachemira y la terrible y deliberada hambruna de Bengala -implementada por el orondo Churchill-; a los aborígenes norteamericanos se los cargaron metódicamente en un genocidio más que añadir a su triste curriculum vitae; a los portugueses, tras hacerles promesas muy floreadas, les impidieron comunicar Mozambique con Angola por ferrocarril; a Laurence de Arabia le juraron y perjuraron que Arabia iba a tocar el cielo sumando todos los pueblos nómadas que les ayudaron a vencer a los turcos; finalmente, Palestina cayó del lado de una satrapía que ha prendido fuego a todo Oriente Medio. También se hace necesario recordar que la Línea Durand en Afganistán-Pakistán lleva años desangrando Asia Central. En fin, ¡qué mareo!...
Lo dicho, los discípulos del clon de Pinocho, por donde pasan, arrasan... y nosotros cargando con el mochuelo de la Leyenda Negra. ¡Qué karma!
Muchas veces es mejor perder la viña que pleitear por ella.