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Enrique Gil, piloto de combate del Ejército español, explica paso a paso lo que hay que hacer para llevar un Caza F-18
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Enrique Gil, piloto de combate del Ejército español, explica paso a paso lo que hay que hacer para llevar un Caza F-18

Todo comienza con una oposición para ingresar como oficial en el Ejército del Aire, tras haber superado la selectividad. Pero la nota académica no es suficiente

Foto: Fuente: YouTube/EFE
Fuente: YouTube/EFE

Convertirse en piloto de caza en España no es solo cuestión de quererlo: es sobrevivir a uno de los procesos más exigentes del Ejército del Aire y del Espacio. Enrique Gil, uno de los escasos cien pilotos de combate en nuestro país, ha contado en el pódcast Pensando en grande cómo se llega a ponerse al mando de un F-18 y qué retos personales, técnicos y emocionales hay que superar para conseguirlo.

Todo comienza con una oposición para ingresar como oficial en el Ejército del Aire, tras haber superado la selectividad. Pero la nota académica no es suficiente: es obligatorio superar pruebas físicas, médicas, psicológicas y psicotécnicas, además de demostrar competencia en inglés. Solo los mejores, ordenados por puntuación total, entran en la academia militar.

Ahí, los dos primeros años se dedican exclusivamente a formación militar y universitaria. “No se toca un avión hasta tercero”, explica Gil. Es en ese tercer curso cuando comienzan los primeros vuelos reales, actualmente con el Pilatus PC-21, tras los que se empieza a valorar el rendimiento real de cada futuro piloto.

El filtro que lo decide todo: volar o no volar

En cuarto curso llega la selección para volar aviones de caza. Cada vuelo es calificado, y algunos son clave. “Hay vuelos con nota especial que pueden marcar tu futuro”, afirma el capitán. Solo quienes logran las mejores evaluaciones y además desean ir a caza acceden a ese selecto grupo.

Pero incluso ahí no está nada garantizado. El entrenamiento de caza se realiza en F-5 en Talavera la Real, o bien en academias de Estados Unidos o Italia. Y es otro filtro. Gil recuerda que en su promoción, de 5.000 aspirantes iniciales, solo siete terminaron como pilotos de combate.

De estudiante a piloto de élite

Tras cinco años de instrucción, el alumno se gradúa como teniente. A partir de ahí, se especializa en el F-18 o el Eurofighter, dependiendo de la base asignada y su posición en el escalafón. Enrique, por ejemplo, ha acumulado ya unas 700 horas de vuelo en F-18, de las 2.000 que lleva como piloto militar.

Foto: Fuente: YouTube/EFE

El F-18 no es cualquier avión: vuela cerca del doble de la velocidad del sonido, alcanza los 60.000 pies de altura (unos 20 kilómetros) y necesita reflejos, sangre fría y temple. “Puedes cruzar España en media hora”, asegura. Volar a esa velocidad, con esa precisión, no es cuestión de talento: es fruto de una disciplina férrea.

La formación es exigente no solo física y técnicamente, sino también mentalmente. “Me llegaron a sancionar 70 días en un año por detalles como una arruga en la cama”, recuerda Gil. Y no duda en subrayar la importancia de la resiliencia como clave para llegar a lo más alto. A pesar de haber hecho 50 horas de vuelo en una Cessna antes de tocar un avión militar, fue reprendido por ir “de sobrado” y suspendido en su primera gran prueba de vuelo. Superarla a la segunda fue su “match ball”.

“Estás en el límite de todo el rato. Cualquier error, por pequeño que sea, puede mandarte fuera del programa”, explica. Un aterrizaje demasiado ajustado, una mala lectura de altitud, una distracción: todo se mide al milímetro.

Gil reconoce que su pasión por la aviación nació jugando a videojuegos como Battlefield 2. “Veía fotos de pilotos de caza y decía: yo quiero ser ese”, cuenta. Pero el sueño solo se hizo realidad tras años de sacrificio, esfuerzo y obstáculos. “Hay quien se va a dormir después de un varapalo así. Yo preferí levantarme y seguir”, dice sobre sus fracasos parciales.

Convertirse en piloto de caza en España no es solo cuestión de quererlo: es sobrevivir a uno de los procesos más exigentes del Ejército del Aire y del Espacio. Enrique Gil, uno de los escasos cien pilotos de combate en nuestro país, ha contado en el pódcast Pensando en grande cómo se llega a ponerse al mando de un F-18 y qué retos personales, técnicos y emocionales hay que superar para conseguirlo.

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