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Maria José Mas, neuropediatra: "La cabeza de los niños tiene que crecer muchísimo en los tres primeros años de vida"
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Maria José Mas, neuropediatra: "La cabeza de los niños tiene que crecer muchísimo en los tres primeros años de vida"

No basta con tener la genética adecuada; sin un ambiente que invite a moverse, hablar y jugar, el cerebro no activa sus capacidades

Foto: Maria José Mas (Youtube | Aprendemos Juntos)
Maria José Mas (Youtube | Aprendemos Juntos)

Los tres primeros años de vida de un niño no solo marcan el inicio de su autonomía física, sino también el despegue de su sistema nervioso. La neuropediatra María José Mas recuerda en una de las charlas del programa Aprendemos Juntos de BBVA que durante este periodo el crecimiento del cerebro es tan veloz y complejo que puede llegar a formar entre 700 y 1.000 nuevas conexiones neuronales cada segundo.

“Ese cableado cerebral”, como lo llama Mas, es la base sobre la que se sostendrán los aprendizajes futuros. Si no se forma de manera adecuada, explica, se dificultarán muchos de los logros que llegarán más adelante: lenguaje, coordinación, comprensión y expresión emocional. Por eso insiste en que dar al niño estímulos adecuados a su momento vital es más importante que adelantar aprendizajes.

Mas, referente en Neuropediatría, impulsó la primera unidad especializada en Tarragona y lleva años dedicada tanto a la atención médica como a la divulgación. Ha creado el blog ‘Neuronas en crecimiento’ y publicado obras como La aventura de tu cerebro o El cerebro en su laberinto, donde promueve una mirada cercana y comprensiva del desarrollo neurológico infantil.

El desarrollo cerebral no es lineal, sino que pasa por cuatro etapas: anatómica (en el embarazo), sensoriomotora (de 0 a 3 años), cultural-lingüística (hasta los 10-12 años) y de identidad personal (hasta los 20-23 años). Cada etapa potencia ciertas habilidades, aunque todas siguen activas a lo largo de la infancia y la juventud.

“El entorno marca el ritmo”, sostiene Mas. No basta con tener la genética adecuada; sin un ambiente que invite a moverse, hablar y jugar, el cerebro no activa sus capacidades. El ejemplo de Helen Keller, que aprendió a comunicarse pese a haber perdido visión y audición, ilustra el poder del aprendizaje incluso en condiciones adversas.

La inteligencia, un factor a construir

El sueño y el lenguaje, dos pilares del desarrollo, también merecen especial atención. Dormir bien —y a la hora adecuada— es esencial para fijar aprendizajes y regular las emociones. Leer cuentos a los niños, hablarles y compartir tiempo en voz alta fortalece su vocabulario y su vínculo emocional con los adultos.

“La inteligencia no se hereda como un color de ojos”, explica la especialista, “sino que se construye en la interacción entre capacidades innatas y oportunidades del entorno”. Madres, padres y cuidadores juegan un papel esencial: no para presionar, sino para ofrecer orden, tiempo y cariño en el aprendizaje.

Lo importante es que el niño tenga rutinas, espacios para explorar y adultos atentos que respeten su ritmo. Recuerda Mas que: “No se puede recuperar el momento perfecto para aprender algo si lo dejamos pasar”.

Los tres primeros años de vida de un niño no solo marcan el inicio de su autonomía física, sino también el despegue de su sistema nervioso. La neuropediatra María José Mas recuerda en una de las charlas del programa Aprendemos Juntos de BBVA que durante este periodo el crecimiento del cerebro es tan veloz y complejo que puede llegar a formar entre 700 y 1.000 nuevas conexiones neuronales cada segundo.

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