El Gran Remplazo de bebés por perros: ¿son los países con menos natalidad aquellos que más animales domésticos poseen?
Cada vez más hogares optan por nuevas formas de compañía emocional mientras los modelos tradicionales de familia se transforman y el cuidado se redefine en medio de cambios sociales
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La baja natalidad en Occidente no va sola. En paralelo al desplome de los nacimientos, los perros se multiplican como miembros indiscutibles del núcleo familiar. Un estudio reciente publicado en European Psychologist por las etólogas Laura Gillet y Enikő Kubinyi, de la Universidad Eötvös Loránd (Hungría), pone el foco en este fenómeno y lanza una pregunta inquietante: ¿estamos sustituyendo a los hijos por mascotas?
Los humanos llevan miles de años conviviendo con perros. Sin embargo, si antaño la relación era funcional —cazar, proteger, acompañar—, hoy es afectiva, casi maternal. En las grandes ciudades de Europa, América del Norte y Australia no es raro ver a un bulldog con pañuelo al cuello o a un bichón frisé bebiendo un ‘puppuccino’ en una terraza. Aunque muchas imágenes pueden sugerir que los perros se han convertido en “hijos sustitutos”, Kubinyi aclara en Science Alert que “solo una minoría trata a sus perros como si fueran niños”. De hecho, según las autoras, muchas personas eligen a los perros precisamente porque no son niños y requieren cuidados más manejables.
Los datos demográficos respaldan la observación: mientras las tasas de fertilidad caen en países como Estados Unidos, Canadá, Francia o Alemania, el número de hogares con perros crece hasta representar entre un tercio y la mitad del total. Para Gillet y Kubinyi, este aumento no debe verse como un reemplazo directo, sino como una reconfiguración de los afectos. Según el estudio, el deseo humano de cuidar no es exclusivo hacia nuestra especie. Las mascotas, especialmente los perros, se benefician de esa pulsión emocional cuando tener hijos no es una opción viable por motivos económicos, laborales o sociales.
Gillet y Kubinyi insisten en que la crianza de perros puede coexistir con la de hijos, pero reconocen que el perro ha adquirido un nuevo estatus
Las barreras para la crianza son cada vez más altas. Solo en Estados Unidos, los costes de criar a un hijo han subido un 35,7 % en los últimos dos años, según una encuesta citada por las autoras. A eso se suman la precariedad laboral, el miedo al futuro climático y el agotamiento emocional de una crianza muchas veces solitaria. El perro, en cambio, ofrece compañía, rutina y afecto, con menores exigencias económicas y más flexibilidad para quienes se sienten atrapados entre el deseo de cuidar y la imposibilidad de ser padres.
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Los hogares unipersonales y las parejas sin hijos, cada vez más comunes, han abierto paso a una redefinición del concepto de familia. Gillet y Kubinyi insisten en que la crianza de perros puede coexistir con la de hijos, pero también reconocen que el perro ha adquirido un nuevo estatus: el de compañero emocional fundamental, capaz de paliar la soledad de una sociedad cada vez más envejecida y desconectada.
La baja natalidad en Occidente no va sola. En paralelo al desplome de los nacimientos, los perros se multiplican como miembros indiscutibles del núcleo familiar. Un estudio reciente publicado en European Psychologist por las etólogas Laura Gillet y Enikő Kubinyi, de la Universidad Eötvös Loránd (Hungría), pone el foco en este fenómeno y lanza una pregunta inquietante: ¿estamos sustituyendo a los hijos por mascotas?